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Arenal, más de lo que ves

El edificio ‘los arcos’, en la plaza del Arenal, que albergó en su día a la Alhóndiga y la Panadería. El edificio ‘los arcos’, en la plaza del Arenal, que albergó en su día a la Alhóndiga y la Panadería.

El edificio ‘los arcos’, en la plaza del Arenal, que albergó en su día a la Alhóndiga y la Panadería. / Miguel Ángel González (Jerez)

Escrito por

A. Cala

A partir de hoy, pasear por el Arenal ya no será lo mismo, será más. Entre las obras más significativas de la arquitectura pública de Jerez en los siglos XVII y XVIII se hallan los edificios de la Alhóndiga y la Panadería. Es lo que hoy se conoce como edificio ‘los arcos’, que más bien parece el nombre de un centro comercial y que poco se merece un lugar tan lleno de historia. Ubicados en la mencionada plaza, como nuevo centro neurálgico de la ciudad, desarrollaron una activa participación tanto en el ámbito comercial como en los actos públicos que en ella tenían lugar. Se trata de dos construcciones de diferentes períodos que han evolucionado hasta conformar un volumen unitario.

Galería del edificio ‘los arcos’, días atrás. Galería del edificio ‘los arcos’, días atrás.

Galería del edificio ‘los arcos’, días atrás. / M. Á. G. (Jerez)

El historiador e investigador jerezano Fernando Aroca Vicenti ha publicado en la revista ‘Trocadero’, de la Universidad de Cádiz, un artículo sobre ‘Los edificios de la Alhóndiga y la Panadería en la plaza del Arenal de Jerez de la Frontera: génesis y evolución’. Un estudio que profundiza en su origen y trayectoria y acerca más al ciudadano la importancia ya entonces de Jerez por poseer una alhóndiga, de gran relevancia en la época. Los documentos en los que se ha basado el estudioso forman parte del Archivo Municipal de Jerez, para el que el autor pide "una mejora de sus condiciones, que no son muy óptimas para la riqueza que allí hay”.

Cuenta el artículo que a inicios del siglo XVI, la plaza del Arenal comenzaba a tomar impulso como centro comercial y social de la ciudad frente a las cercanas Plateros y San Dionisio, protagonistas durante la Edad Media de la ciudad intramuros. Desde las primeras décadas fueron trasladadas a este amplio espacio una serie de infraestructuras con objeto de mejorar su situación para un cómodo y desahogado uso civil. Una de las primeras fue la Carnicería, a la que iba unido el Matadero, en 1534. Años más tarde fue desplazada también la Pescadería desde su primitivo emplazamiento -en la zona donde hoy se ubica el convento del Carmen- a los aledaños de la plaza (en la zona conocida hoy como calle Pescadería Vieja), cuyas obras se iniciaron en 1565.

La alhóndiga

En 1539 se traslada a la plaza del Arenal la Alhóndiga, originalmente situada en la plaza de San Dionisio. Pese a su nueva y relevante ubicación, no dejaba de ser un edificio discreto que ocupaba la planta baja de la Casa de la Justicia y viviendas de los alcaldes mayores, como atestigua la documentación.

“Llegado el siglo XVII, el estado de deterioro de la Alhóndiga motivó continuas intervenciones. La situación alcanzó un grado extremo en 1659 con el hundimiento de la estructura, lo que obligó necesariamente al levantamiento de un nuevo edificio, cuya culminación se dilató durante más de dos décadas. En el siguiente año se decide el traslado provisional a una bodega en la calle Santa María”, explica Aroca.

En 1674 la ciudad acordó llevar a cabo los cimientos a cargo del maestro mayor de obras Diego Moreno Meléndez, y al año siguiente fueron presentados los planos, que incluían una fachada con soportales de arcos sustentados por pilares, sobre los que se alzarían tres cuerpos con once balcones cada uno. En 1676 se iniciaron las obras de la Alhóndiga y casa para la vivienda del alcalde mayor conforme a los planos realizados. El proceso constructivo fue lento, pues la falta de medios económicos impedía la continuidad de los trabajos, con períodos de inactividad. Finalmente fue inaugurada en 1683, como recoge la lápida colocada en su fachada.

Asentado en la muralla contigua a la Puerta Real, el nuevo edificio presidía uno de los lados mayores de la plaza del Arenal junto al Arco del Corregidor, conformado por una galería de soportales con arcos de medio punto sustentados por pilares, seguido de tres cuerpos con once balcones cada uno. Toda la estructura está ejecutada en piedra de la cercana Sierra de San Cristóbal, a excepción de los pilares de la galería de soportales, labrados en piedra de Gigonza.

Aunque en algunas ocasiones se ha manifestado que la Alhóndiga jerezana era un centro para la venta de diferentes productos, podemos constatar por la documentación que cumplía la exclusiva función de depósito del grano, principalmente trigo, procedente del exterior para su posterior venta en la ciudad, como la recepción de la producción local para la venta externa.

La panadería

Interior de la antigua Panadería. Interior de la antigua Panadería.

Interior de la antigua Panadería. / Cedida. (Jerez)

El traslado a la plaza del Arenal de las principales oficinas de abastecimiento durante el siglo XVI desencadenó la implantación del despacho de todo género comestible, hasta convertirse en el principal mercado de la ciudad. Puestos de pan, frutas, verduras, hortalizas y frutos secos tomaban forma, acompañados de freidores de pescado y puestos de carne guisada situados ante los portales entre la Pescadería y la Casa del Corregidor, en cuyo espacio también se hallaba la Alhóndiga.

No será hasta el siglo XVIII cuando se lleven a cabo diferentes propuestas de organización y mejora para la venta de géneros comestibles, que culminaría en el fallido intento de creación de un mercado a espaldas de la plaza del Arenal, del que sólo se llegó a realizar el edificio de la nueva Pescadería en 1799, actualmente convertida en sala de exposiciones.

Como producto de primera necesidad, la fabricación, venta y regulación de precios del pan fue objetivo prioritario de los regidores jerezanos, que dio lugar a un nuevo edificio destinado a almacenes del pósito y panadería. El proyecto, planteado en 1742, estuvo a cargo de Juan Jiménez de Tobar -conocido como Juan Alejandro-, maestro mayor de obras de la ciudad, aunque se demoró hasta 1751, año en el que, tras autorización real comunicada por el marqués de Ensenada, comenzaron los trabajos.

La obra fue concluida en 1768 como reza en la lápida situada en la fachada, que también recoge la intervención del maestro mayor Pedro de Cos como director de los trabajos. Exteriormente, el nuevo edificio seguía las pautas de la inmediata Alhóndiga, con la galería de soportales formada por arcos de medio punto de piedra de las canteras de San Cristóbal, sustentados con pilares cuadrangulares de piedra de Gigonza. La fachada, también de cantería, mantenía igualmente el esquema de treinta y tres balcones distribuidos en tres cuerpos.

El nuevo edificio de la Panadería mitigó muchos de los problemas generados por la comercialización del pan favoreciendo el control de su precio y calidad, al tiempo que velaba por la higiene en el despacho. El despacho para la venta, situado en las dependencias bajas, era arrendado a particulares en pública subasta con especial incidencia en su buen mantenimiento y aseo. De cualquier manera, aun cuando se convirtió en el principal punto de comercialización, otros tantos permanecían en distintas zonas de la ciudad. El trigo era vendido a los panaderos en la Alhóndiga, siempre provista de existencias suficientes para garantizar el abasto a todo el pueblo, mientras que el producto era elaborado en las tahonas particulares, desde donde se distribuía a los distintos puntos de venta. En 1785 existían un total de 55 tahonas y hornos, distribuidos por todo el núcleo urbano, con una abrumadora mayoría en la collación de San Miguel, la más extensa de la ciudad.

El origen del Cuerpo de Bomberos

Un voraz incendio, originado el 14 de marzo de 1794 en las casillas de madera para la venta de hortalizas, dañó gravemente a los colindantes edificios de la Alhóndiga y Panadería, con especial incidencia en esta última. Ante esta circunstancia, una semana después fue dictado un auto por el corregidor para la creación de unos servicios básicos contra incendios, al igual que existían en muchas ciudades del reino. En caso de incendio, al toque de campana todos los alarifes (maestros albañiles) habían de acudir -con el personal a su cargo- al lugar del suceso con las herramientas en su poder, bajo pena de cincuenta ducados y privación del oficio si contraviniesen la orden. De igual modo, debían actuar los maestros carpinteros de lo blanco y de lo prieto, con sus oficiales y herramientas, bajo la misma pena si omitiesen el auxilio. Por su parte, los carreteros aportarían con prontitud las carretas aptas para portear botas llenas de agua, con la ayuda de toneleros, que lo harían con las pipas (algo más pequeñas que las botas) y tinajas que dispusiesen, ayudados de sus oficiales y herramientas, bajo la misma multa en caso de omisión. Por último, se ordena a las parroquias, conventos y ermitas la aportación de escaleras en su poder, llevadas por sus sirvientes para atajar el fuego, así como la cooperación de todo el vecindario.

Hasta el momento no hay constancia del establecimiento en la ciudad de una infraestructura contra incendios anterior a la descrita, por lo que esta podría ser considerada el punto de partida para posteriores métodos con personal cualificado y operativo en exclusividad para tal fin hasta la creación del cuerpo de bomberos.

La definitiva unificación de los edificios de la Alhóndiga y Panadería sería fruto de intervenciones llevadas a cabo ya en el siglo XIX, en un momento de gran avance en el tradicional afán de unificar la plaza con la homogeneización de las fachadas de sus edificios.

El principal espacio de Jerez

Desde el siglo XVI, la plaza del Arenal se convierte en el principal espacio de la ciudad para las celebraciones de festejos y actos públicos, donde destacaron las corridas de toros y los juegos ecuestres. En el paulatino proceso constructivo de sus edificios se impuso la necesidad de un máximo aprovechamiento del espacio, que originó la frecuente elevación en tres cuerpos de altura con balcones, codiciadas tribunas para el disfrute de los espectáculos. Los sustanciosos réditos generados por la venta o alquiler de estos miradores -de manera independiente al resto del edificio- excedía en muchos casos al valor de viviendas completas en otras zonas de la ciudad. Por lo tanto, los balcones proliferaron en los edificios de nueva planta erigidos en la plaza durante los siglos XVI al XVIII. Por su privilegiada situación los balcones de la Alhóndiga y Panadería fueron codiciadas tribunas para las fiestas, por lo que el cabildo solía reservar un grupo del primer cuerpo para uso propio, mientras el resto era adjudicado en régimen de alquiler.

En el transcurso del siglo XIX, como ocurrió en el resto de España con las plazas mayores, la del Arenal perdió el carácter polivalente fraguado desde los inicios de la Edad Moderna. La creación en 1822 de un mercado de verduras y hortalizas en el cercano llamado Compás o Patio de San Francisco, derribado ya en 1885 cuando fue inaugurado el moderno Mercado de Abastos en las desamortizadas dependencias del convento del mismo nombre -actualmente en uso-, borró definitivamente toda su esencia mercantil. De igual modo, la construcción del nuevo coso taurino en las afueras de la ciudad en 1840 la desvinculó también de todo acontecimiento taurino.

"La última intervención llevada a cabo -recuerda el autor- en los antiguos edificios de la Alhóndiga y la Panadería responde a un proyecto de rehabilitación integral llevada a cabo en 1986, para su transformación en sede de la Delegación Municipal Urbanismo, donde fueron eliminados tres balcones en el extremo de la antigua Panadería, a la vez que fue levantada una escalera con acceso exterior que desequilibra notablemente la armonía del conjunto".

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