Gastronomía

Los dos pueblos de Córdoba que están entre los mejores de España para comer jamón

Jamón ibérico de bellota de Los Pedroches

Jamón ibérico de bellota de Los Pedroches / El Día

Viajestic, el portal de La Sexta especializado en viajes y estilo de vida, ha hecho una selección de los mejores pueblos de España para comer jamón. Dos de ellos están en Córdoba, concretamente en la comarca de Los Pedroches ¡Cómo no podía ser de otra manera! 

Las dos localidades elegidas, por méritos propios, son Pedroche y Pozoblanco. La web destaca: "Este Valle no era llamado Valle de las bellotas por los árabes por casualidad sino por la gran cantidad de alcornoques y encinas de la zona, alcornoques y encinas que alimentan a los cerdos ibéricos cuyo jamón nos encanta". 

Y seguidamente resuelve la incógnita sobre los destinos que van a enloquecer, literalmente, a los incondicionales de este manjar: "¿Qué pueblos de este valle puedes visitar para degustarlo? Pedroche, que es el pueblo más antiguo de los que existen en este valle, o Pozoblanco, probablemente el más popular de la zona por razones taurinas (aquí Avispado mató a Paquirri…) pero que también atesora buen jamón". 

Sus 'contrincantes' a nivel nacional son la Dehesa de Extremadura, con parada en Zafra y Monesterio. En el caso de la Sierra de Béjar es buena idea recalar en Guijuelo y Candelario. Mientras que Jabugo y Aracena son los pueblos con el mejor jamón de la Sierra de Huelva. 

Turismo jamonero

Pozoblanco es uno de los mejores ejemplos de municipios que aúnan patrimonio artístico, espacios naturales de ensueño y una oferta gastronómica deliciosa. Visitar el entorno donde se crían los cerdos de donde salen algunos de los mejores jamones del mundo es todo un espectáculo, pues su hábitat natural es un mar de encinas. 

La mejor época para ver la dehesa es durante la montanera, tiempo en que el animal come, en régimen extensivo, fundamentalmente bellota. Este periodo suele comenzar a partir de octubre y acabar a finales de febrero.

La montanera es el proceso previo al engorde que precede al sacrificio, y durante el que la carne adquiere las características organolépticas finales del jamón que lo convierten en un manjar único.

Otras de las experiencias que merece la pena acometer es visitar un secadero para ser testigo, en primera persona, de las distintas fases que que articulan el procesado del jamón, que arranca en el despiece y pasa por la salazón, el secado al natural y la maduración en bodega.

El visitante podrá acceder a las áreas de secado y a la bodega, un auténtico deleite para los sentidos. Y es que una vez que se culmina el proceso, se lleva la palpación de la parte grasa de la pieza, también la cala y, por supuesto, el control olfativo de la misma.

 

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