Programación Guía de la Feria de Jerez 2024

Jerez

Un barrio con hambre de pan y trabajo

  • Vecinos de San Telmo ponen voz a la necesidad de la barriada de la zona Sur La parroquia San Pablo ha atendido a casi 400 familias con talleres y vales de comida

Y se le rompió el corazón. Se le rompió de ver tanta hambre. De no poder hacer nada. De subir una cuesta empinada en la que se van perdiendo derechos y un poquito de vida. Y se le saltaron las lágrimas. Las lágrimas de impotencia, de rabia, de querer y no poder. Entre metros de costura, unas papas con carne que rifar para poner algo en la mesa, cuentas a fiar en la pescadería y las horas perdidas mirando por la ventana, vive San Telmo. El San Telmo viejo. El San Telmo necesitado y hambriento. Hambriento de pan y trabajo.

"Hay mucha necesidad, demasiada. Parece que estamos viviendo una pesadilla. ¿Yo? Yo estoy asustada, porque mañana me cortan la luz, me está ayudando Cáritas pero...", no pudo terminar. Estas palabras son de María, una mujer que prefiere no decir su verdadero nombre para que sus hijas no se sientan señaladas en el barrio. María es una de las mujeres del taller de costura de la Cáritas parroquial de San Pablo. Una de las 50 mujeres que se quieren olvidar de sus penas por unas horas entre las tijeras y patrones, los cursos de cocina y las actividades de habilidades sociales y lectura. De este medio centenar de vecinas, sólo un 16% cobra el salario social. El resto no ingresa nada en sus casas. "Cuando vivía mi padre me decía que nosotros íbamos a vivir la posguerra y creo que estamos en eso. Esto nunca lo habíamos vivido", reconoce Pilar (también con nombre ficticio), que vestida con una camiseta verde reitera que "sí, verde esperanza. Todavía tenemos esperanza. Queremos conseguir muchas cosas, pero lo vemos todo muy negro". Pilar ha trabajado limpiando varias casas y un laboratorio, pero hace un tiempo la dejaron parada. Con un hijo en prisión con 23 años y una niña de 12 en el colegio, esta mujer dañada por la miseria se lamenta que "ahora mi niña dice que si nos vamos a ver como las del anuncio de la tele, comiendo pan con pan e imaginando que hay algo dentro. Porque mi hija cuando ve la nevera vacía llora, pero le he dicho que no, que no se preocupe porque ya están aquí los cursillos (de Cáritas) y ya no va a faltar de nada. 'Tú por eso no te preocupes', le tengo que repetir. Se me pone el vello de punta porque estamos pasando mucha fatiga".

Su abuela de 88 años, sí, de 88 años, es la que le prepara la "bolsita" con la comida. "Siempre echa un puñado más a la cazuela para darme. El otro día, tuve que ir a pedirle dinero para que no me cortaran el agua. Hace dos años se me quemó la casa y no he tenido ayuda ninguna. He ido veinte veces al Ayuntamiento, pero ¿cuántas secretarias tiene esa [la alcaldesa] del Ayuntamiento hija? Porque cada vez que voy me ponen con una distinta", critica.

¿Se ven esos signos de recuperación que llenan titulares? ¿Se benefician los vecinos de San Telmo de las acciones del Consistorio?. Responde el grupo de costura: "¿Recuperación? Que vengan a mi casa". "Yo voy a peor. Yo no lo he dicho pero..., estoy metida en un desahucio. Tengo una comunidad que no puedo pagar y ya estoy esperando el día en el que me llaman a la puerta para echarme. No he cobrado el cheque de la trabajadora social, salario social menos todavía... Y ahora cómo pago la luz, el agua, todo", anuncia Rosario. Rosario también guarda su anonimato. Todas las mujeres tienen hijos en edad escolar y temen que les pase factura sus palabras, mostrar la realidad que sólo viven ellas al cerrar las puertas de sus hogares.

"Yo duermo en mi casa pero todo lo hago en casa de mi madre. Yo, mi marido y mis dos hijos. Mi madre tiene un hijo con discapacidad y ahora también va otro hijo que se acaba de separar. Todos comemos en su casa con una pensión de 500 euros de viudedad. Las personas mayores son las que nos están dando vida a los jóvenes. Si no fuera por los padres...", reconoce Luisa. Ayy los padres. Ayy los hijos. "Como madre me siento mala, como si yo fuera mala madre porque no le puedo dar lo que necesitan... -rompe a llorar María- . Vivo de alquiler y debo algunos meses. Una duerme asustada, preguntándose ¿vendrán hoy a echarme? No puedo pagar agua, no puedo pagar luz, porque si lo pago, acuesto a mis hijas sin comer. Y eso nunca".

Dormir es lo que tampoco hace Verónica Zarzana. Esta madre de 33 años, de tres pequeños (de 12, 4 y año y medio) saca las fuerzas de donde ni ella sabe para levantarse cada día. Tras la puerta de su casa, cuelga un ramillete de laurel y ajo atado con un lazo rojo. Le han dicho que da buena suerte para encontrar trabajo. Pero por ahora, la suerte no está de su parte. "La realidad de mi casa es un infierno. El salario social lo tengo que cobrar, aún no me han dado la confirmación. Aunque la última vez que lo solicité tardaron más de dos años en darme el dinero. Tengo que pagar alquiler, no tengo contador de la luz, el agua no la pago, debo de todo..., ya las facturas ni las abro. ¿Para qué? Debo las matrículas de los niños, la comunidad... Es que no se puede vivir", dice. El declive de una parte del barrio lo ha visto desde su balcón. "Ha vuelto la droga al barrio, la gente está más tiempo en la calle y eso no trae nada bueno... Lo que hay aquí, desde mi punto de vista, ya es miseria. Mi suegra tiene 9 hijos y una paga de 500 euros, y cada mes le toca el canasto a uno de ellos. Todos a la vez no puede, ella paga su luz, su agua, la bombona, los muertos..., es que no le llega a más", relata.

La hermana María Jesús, de la congregación Santa María de Silos, se sienta en una vieja silla con las manos enlazas. Aunque es "un poco reacia" a hablar, recuerda que llegó a San Telmo hace ya 36 años para "hacer un curso de PPO. Empecé a trabajar por libre porque no había monitores de barrio y cogía a todos los niños que estaban en la calle y a los ancianos. Vine aquí porque pedían una profesora de corte para cuatro meses y ya no me he ido". "San Telmo por entonces no tenía calles, no tenía nada, era un barrio muy pobre pero con una gente que te cautiva. Recuerdo que hacíamos unas verbenas en esta plazoleta y poníamos unos tenderetes ahí y todo el mundo sacaba por la noche lo que tenía. Vivíamos una fiesta. Era otro San Telmo. Ahora es un San Telmo muy diferente. Ahora hay una necesidad que me emociona y me hace sentirme culpable. Me siento culpable porque creo que es un pecado social que todos tenemos, el que no colaboremos con tanta gente que no tiene nada..., a mí me quita el sueño", termina apenas sin voz y emocionada.

Este barrio ¿qué necesita? Todas dicen: trabajo y comida. "No dar gratuitamente, sino trabajo. La gente se siente más digna trabajando que recibiendo limosna. Que la cosa está mal, ya..., pero están abusando de eso. Y se está abusando de la gente más débiles. No voy a culpar a nadie directamente, yo culpo al sistema", denuncia la hermana María Jesús.

"La cruda realidad es que no hay trabajo, no podemos sacar nuestras casas adelante. Y estos talleres por lo menos nos ayudan a llevar algo a nuestras casas. San Telmo necesita muchas cosas, pero sobre todo, necesita trabajo", reitera Silvia Ortega. A su lado, Charo Reyes se limpia las manos en el delantal. Hoy esta contenta porque le ha tocado las papas con carne y el guiso de guisantes que se ha elaborado en el taller de cocina. "Tengo cuatro hijos, una hija embarazada y no cojo un duro en mi casa, cero pesetas. Y estoy aquí, aprendiendo y me están ayudando. Dos de mis niños viven fuera pero vienen a mi casa a comer, porque ninguno trabaja, y lo que yo tengo se reparte", es la realidad de Charo. Aplauden sus compañeras.

Antonio Carbajo es el responsable de estos talleres de Cáritas. Para él, el barrio necesita "formación, alimentación, luz, servicio de agua... Ahora mismo aquí tenemos unas necesidades imperiosas y urgentes. Estamos intentando paliarlo de alguna manera desde Cáritas, pero San Telmo necesita ayuda económica, de recursos humanos y materiales para tirar adelante". Rosa ex superiora general de la Congregación de los Sagrados Corazones, también dominica, ha vuelto ahora a Jerez tras años en Roma y dice sentirse "muy impresionada". "Lo que me estoy encontrando es peor de lo que dejé. Hay mucha cosas bonita y nuevas, por ejemplo en Área Sur y todo eso, pero aquí en San Telmo uffff, no están las cosas mejor. Hay que hacer algo, esto no se puede consentir. La capacidad de aguante de la gente tiene un límite y esto es indigno. No hay derecho. No sé cuáles serán las soluciones, no soy política, soy educadora, pero esto no se puede tolerar", remarca.

Juan Manuel Marín se dedica "a todo". Lo mismo vende bebidas en la playa en verano, que patatas fritas en un evento que castañas en otoño. Lleva más de un año en paro y en su casa hay cuatro bocas que alimentar con 426 euros. "Tengo 51 años y estoy aquí desde que dieron la barriada hace ya más de 40. Conozco a casi todo el barrio y lo están pasando muy mal. Hay hambre, hay hambre. No digo muchas palabrotas pero a veces te entran ganas de decir algo malsonante cuando uno escucha a un político diciendo que están haciendo inversiones en la zona Sur. Que vengan y que me digan dónde están", reta el jerezano.

Dicen que Juan Manuel es el mejor 'confesor' del barrio. Todo el mundo lo escucha, todo el mundo quiere que le escuche. Atiende a sus vecinos en la parroquia San Pablo. Esta parroquia se ha convertido en el refugio de los necesitados, organizando junto a Cáritas los talleres y cubriendo el coste del economato San Juan Grande para 200 familias, de las que 161 familias están sin subsidio. Hasta el pasado mes de julio, la parroquia ha atendido a 360 familias mensuales, a las que habría que sumar unas 200 más a las que se presta una ayuda 'puntual'.

Desde septiembre tienen un 'tope' porque la crisis también golpea a las donaciones a la iglesia. El padre Damiano hace un llamamiento a la solidaridad y pide la colaboración ciudadana para hacer aún más grande el grupo 'Amigos de San Pablo'. "Su colaboración generosa y totalmente desinteresada es un ingrediente primordial para llevar a cabo nuestra misión. Si tras leer estos testimonios quiere poner su granito, las puertas de la parroquia están abiertas", declara.

San Telmo viejo lucha por no morir. Este barrio de la zona Sur reivindica su derecho a levantar la cabeza y salir de ésta. Su mayor tesoro, sus vecinos. Y a ellos también se debe la ciudad.

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