Programación Guía de la Feria de Jerez 2024

Jerez en el recuerdo

Cortejo de los siglos

  • Entre los siglos XV y XVI tiene lugar en España los inicios de una tradición ancestral, la Semana Santa.

ENTRE los siglos XV y XVI tiene lugar en España los inicios de una tradición ancestral que, con períodos de esplendor y otros de decadencia, ha perdurado de forma ininterrumpida hasta nuestros días. Nos estamos refiriendo a las cofradías de penitencia que durante la Semana Santa recorren las calles de pueblos y ciudades de nuestro país y que en Andalucía han tenido y siguen teniendo su más amplio arraigo popular.

Aunque hay autores que aseguran que los primeros en sacar en procesión durante la Semana Santa a unas imágenes y acompañarlas disciplinándose o haciendo grandes manifestaciones públicas de penitencia fueron, en la Baja Edad Media, los judíos o musulmanes conversos al cristianismo y descendientes de éstos. Siempre marginados, siempre perseguidos por no poseer la condición de ‘cristianos viejos’ bajo la sospecha permanente de que su conversión era por conveniencia y no por verdadera fe. Se cree que éstos, con la intención de ‘hacer méritos’, trataban de dicha forma demostrar a todos sus convecinos que eran tan cristianos como los que más. Aunque lo cierto y documentado es que la mayoría de las cofradías de nuestra tierra tuvieron un origen gremial, o bien, emanaban de asociaciones piadosas, en muchos casos hospitalarias, que daban culto a determinadas imágenes de su devoción y las sacaban en procesión en los días de la Semana Santa a fin de dar testimonio público de religiosidad. En Jerez son los casos, entre otros, las ancestrales hermandades hospitalarias de San Bartolomé, de la Misericordia, de la Sangre, de San Blas, de San José o de la Santa Caridad.

 

Estas manifestaciones en Semana Santa tenían como característica la pública penitencia y disciplina de muchos de sus penitentes hasta derramar su sangre por las calles, al igual que la derramó Cristo en su Pasión. Por ello eran frecuentes las autoflagelaciones públicas en la tarde del Jueves Santo o en la madrugada del Viernes, así como la carga sobre los hombros de los cofrades de grandes y pesados maderos y el arrastre de grilletes y cadenas atados a sus pies descalzos.

 

La mayoría de los investigadores coinciden en que las primeras procesiones en la Semana Mayor tuvieron lugar en las primeras décadas del siglo XVI. Sin embargo, casi dos siglos antes, concretamente en 1343, encontramos en la historia de Jerez una breve referencia a un cortejo procesional en Semana Santa. Fue cuando el rey Alfonso XI vino a nuestra ciudad en la primavera del citado año acompañado por el rey Enrique de Navarra para la conquista de Algeciras. Cuenta la historia que el monarca asistió en nuestra ciudad a los Santos Oficios, anduvo por las estaciones del Vía Crucis y acompañó a la procesión del Santo Entierro. Clara referencia de que al menos esta cofradía ya salía en Semana Santa en dicho tiempo, sin que tengamos más datos sobre ello. 

 

 Y ahora, a modo de ejemplo de cómo nace una Cofradía en Jerez vayamos a la historia de una de nuestras antiguas Hermandades, concretamente de Las Cinco Llagas que da culto a Nuestro Padre Jesús de la Vía Crucis y a María Santísima de la Esperanza, cuya sede actual es la iglesia del convento de San Francisco.

 

Resulta que, a mediados del siglo XVI, una vez más la sequía había dejado los campos de nuestra comarca asolados y las tierras de cultivo estériles, por lo que el hambre y las enfermedades derivadas de la falta de alimentación volvieron a diezmar a la población jerezana. Por dicho motivo eran celebradas a diario rogativas en todas las iglesias, a la vez que salían a la calle procesiones en rigurosa penitencia pidiendo al cielo la tan necesaria lluvia.

 

Las cofradías existentes entonces sacaban cada tarde a la calle a sus imágenes, precedidas éstas de largos cortejos de penitentes que dejaban el suelo manchado de sangre a causa de sus duras disciplinas. A la vista de dicha situación, hubo un grupo de jóvenes sensibilizados que construyeron un pequeño paso que portaba un crucificado al que sacaron en procesión durante nueve días consecutivos desde una casa de la calle Carpintería. Siguiendo el ejemplo de los mayores lo acompañaban flagelándose las espaldas o cargando sobre ellas pesadas cruces de madera. Mucha gente, observando con admiración el carácter piadoso de aquellos chavales se sumaba al cortejo cada día. Hubo entonces varios personajes influyentes de la vida local que admirados por el gesto de aquellos adolescentes tomaron la decisión de fomentar su devoción y hermandad. Para ello fundaron una cofradía que habría de llamarse  ‘Las Llagas de Nuestro Señor Jesucristo y María Santísima de la Esperanza’.

 

Pasó el tiempo y aquella cofradía fue tomando apogeo con el ingreso en ella de numerosos nuevos hermanos, por lo que ya la casa de la calle Carpintería dejó de ser apropiada para sus actividades piadosas. Ello hizo que decidieran buscar un templo donde tener su sede. Como en el convento de San Francisco no estaba establecida ninguna cofradía, expusieron su iniciativa al prior fray Luis Orozco, el cual inmediatamente les dio licencia, adjudicándoles la capilla de los Mártires para sus cultos. En el año 1561 fueron aprobadas sus primeras reglas y elegida su primera junta de gobierno, para la que se designó como hermano mayor a un señor llamado Francisco Palomino auxiliado por Cristóbal Díaz que era barbero-sangrador de profesión. Dato curioso es que la hermandad estaba compuesta por cofrades de uno y otro sexo, haciendo su estación de penitencial el Jueves Santo a las 7 de la tarde con unos trescientos hermanos y hermanas. Unos, los llamados de luz, portaban cirios encendidos y el resto, los denominados de disciplina, lo hacían con cruces o flagelos.

 

A finales del siglo XVIII el estado ruinoso del viejo templo de San Francisco obligó a su cierre y su posterior reedificación, por lo que la cofradía es trasladada a San Juan de los Caballeros. De ahí en 1813 pasó a la iglesia de la Compañía ya que ésta había quedado deshabitada con motivo de la Pragmática Sanción de Carlos III  en 1767 que decretaba la expulsión de los Jesuitas de todos los dominios del Reino y la incautación de todos sus bienes. Por lo que, a petición de los cofrades, el Ayuntamiento accedió a cederles la mencionada iglesia. Avanzado el siglo XIX la Hermandad de las Cinco Llagas entró en decadencia hasta su total desaparición, siendo objeto de nueva fundación en el año 1939 una vez acabada la Guerra Civil.

 

Hasta aquí uno de los ejemplos que, como raíz de una de nuestras más atávicas tradiciones, a lo largo de generaciones ha llenado cada primavera nuestras calles y plazas de fervor popular, arte, fe y sentimiento, que culminan en encendidas devociones hacia sus venerados titulares.

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