LLEGÓ tarde el premio, demasiado tarde para los merecimientos contraídos a través de un partido en el que superó de cabo a rabo al Sevilla, pero es un premio que le permite al Cádiz seguir esperanzado. Habrá que esperar al resto del campeonato para decidir las posiciones de tragedia y el partido de ayer en Nervión dejaba en claro que si el Cádiz hubiese tenido habitualmente un comportamiento similar no estaría rezando por salvarse.

¿Y del Sevilla, qué? Pues del Sevilla habrá que decir que volvió a las andadas, al equipo pusilánime que le hizo vivaquear junto al pozo, unas veces sólo en el brocal y en otras metido de lleno. Con el advenimiento de Quique, las cosas se enderezaron mediante el diseño de un equipo compacto y que encontraba en En-Nesyri el premio que buscaba. Pero ayer volvió a dar el equipo la cruz de su moneda hasta el punto de que lo mejor que le deparó el partido fue el resultado.

La razón de que lo más positivo fuese la cortedad de la derrota estuvo en que, una vez más, el más necesitado llega antes a los duelos que el rival. De esa forma, ganando pleitos individuales fue como el Cádiz se metió en un juego que terminó dominando con claridad. Y a partir de ahí, la tremenda cantidad de ocasiones desaprovechadas por los amarillos ante Nyland, especialmente clamorosa la que se le fue a Chris Ramos en el primer tiempo tras eludir la salida del noruego.

Antes ya se había estrellado un pelotazo en el larguero sevillista, pero todo iba a superarse en la segunda parte. El centro de campo blanco fue engullido por el rival, hubo un quite por parte del VAR al considerar falta el autogol de Badé. Y cuando el cadismo se desesperaba surgió Juanmi para servir a Guardiola y dejar las cuentas para el fin de semana, sin descartar que se aplacen hasta el final. Hay que congratularse por el Cádiz, que si hubiera prodigado partidos como éste...