Desde la ciudad olvidada

José Manuel Moreno Arana

Música y patrimonio

POR segundo año consecutivo el Ayuntamiento, gracias a la colaboración del Obispado, ha organizado un Ciclo de Música Sacra en diferentes iglesias históricas. Esta iniciativa me parece una de las más afortunadas a nivel cultural entre las ideadas por los actuales responsables municipales. Su acierto queda demostrado por el gran éxito de público que ha tenido cada uno de los cuatro conciertos que formaron parte del mismo, lo que prueba que la música clásica no tiene por qué ser elitista y más en una ciudad que muchas veces parece excesivamente estancada en el flamenco. Pero, al margen del aspecto meramente musical, ya de por sí importante, uno de los grandes atractivos de este ciclo ha sido poder disfrutar de él dentro de esos marcos arquitectónicos siempre por descubrir que son los templos de San Mateo, San Juan de los Caballeros, San Marcos y la Catedral. La frase es manida pero no por ello menos cierta: lo que no se conoce, no se valora. Y qué mejor manera de acercarnos a nuestros monumentos que a través de la música y, en consecuencia, a través del sutil pero enriquecedor diálogo entre ésta y las artes plásticas. Sólo hace falta dejarse llevar por los sentidos y fusionar la majestuosidad de la obra de Haendel y de la grandiosa nave de San Mateo, la elegancia de Vivaldi y de las formas arquitectónicas de San Juan, el enrevesado estilo de Bach y la talla no menos enmarañada de los retablos barrocos de San Marcos o la personalidad con frecuencia infravalorada de nuestro paisano Beigbeder y de nuestra maltratada Catedral. Una sociedad que no ama su patrimonio, que olvida su Historia, que ignora la figura de uno de sus más ilustres hijos, sólo puede ostentar su incultura. Por ello, toda acción que busque paliar algo esta situación debe ser bienvenida.

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