Desde la ciudad olvidada

José Manuel Moreno Arana

El año 2013

RECORRO esas mismas calles que hemos transitado durante estos seis últimos meses y veo la misma decadencia. Me pregunto si, al igual que con la crisis económica, de verdad se ha tocado fondo ya en materia de patrimonio y si el próximo año va ser el comienzo de la tan ansiada recuperación. El 2013 ha sido un año de anuncios de proyectos e iniciativas, de buenas intenciones de cara al futuro, del intento del Ayuntamiento de mejorar su imagen en relación a su, hasta ahora, desastrosa política de intervención en el casco antiguo. Se creó ese ente abstracto que es la Mesa del Centro Histórico, cuya funcionalidad, más allá de servir de escaparate de vanidades y estupideces varias, está aún por descubrir. Se acordó pedir opinión a estudiantes de arquitectura y de educación primaria para conseguir esas coherentes propuestas que, al parecer, son incapaces de dar los técnicos municipales ni otras personas cualificadas para ello. Se informó que se tenía el deseo de buscar una solución provisional a la destartalada Plaza Belén, de colocar parques infantiles en Juana de Dios Lacoste y de blanquear fachadas de casas ruinosas para no asustar a los turistas. El futuro inmediato tiene muy buena pinta, desde luego. Y qué decir de la inalterable situación de abandono del Convento del Espíritu Santo y del delicado estado del Sagrario de San Mateo, ambos sin vías cercanas de solución. No obstante, por no negar lo positivo y evitar caer en el desaliento o en la queja crónica, ahí están también la creación de una nueva plataforma para la restauración de Santiago, que se propone abrir el templo para 2015, el derribo de esa desarrollista torre de cemento que era el antiguo edificio de la Once o esas recientes noticias de consolidación de los palacios de Villapanés y Riquelme. Unas buenas medidas pero que no pueden ni deben ser suficientes.

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