Desde la ciudad olvidada

José Manuel / Moreno / Arana

La Virgen de La Merced

EN esta ciudad olvidada ni la Patrona se libra de verse envuelta en su ambiente marchito. La piel leprosa de la Virgen, repintada, craquelada, desconchada, abocada a daños peores, si no se interviene pronto en ella, no puede ser mejor símbolo del centro histórico y su patrimonio. Por no ir más lejos, es bien conocido el deterioro de la propia Basílica de la Merced, y muy especialmente de su portada. Esta delicada situación ha dado lugar a la creación de una plataforma para buscar recursos para su restauración e incluso a actos reivindicativos para remover las conciencias adormiladas de los jerezanos, como sacar este jueves a la imagen sin su tradicional templete de plata, aquel en el que ha procesionado, casi sin excepción, desde 1648. Una medida justificable pero discutible pues nada debería alterar una de esas pocas estampas clásicas y perennes que nos ofrece la cultura religiosa de Jerez. Templete, obra del platero jerezano Juan Díaz de Mendoza, que forma parte consustancial con la Virgen de la Merced, al igual que ocurre en el altar de su iglesia con el frontal, también de plata, que se trajo de Guatemala en 1730 y que desde entonces la acompaña. Dos legados artísticos de gran valor y dos testimonios de una veneración centenaria. Con todo, ojalá que esta ruptura con la tradición obre el milagro de una lluvia de millones, siquiera algunos de los que cayeron en el convento cuando se emprendió hace unos años la poco feliz obra de la sacristía. Eran otros tiempos y las necesidades otras… En cualquier caso, no es momento ya de lamentos ni de reproches, sino de acción; de mantener en pie otro edificio monumental en peligro y todo su cuantioso contenido de obras de arte. Una tarea de todos, que no puede ni debe enfocarse sólo a la devoción hoy decadente, y más inercial que profunda, de una sola parte de la sociedad.

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