Jerez ecuestre

Campeonas de Campeonas

Noche cerrada y oscura. Llueve tenuemente en la dehesa; la soledad y el silencio solo se ven interrumpidos por el ulular de un cárabo y los vuelos silentes de las lechuzas; está pariendo una yegua, sola, indefensa, dolorida. Después de once meses de gestación, al fin ha llegado el momento del alumbramiento. Las yeguas escogen la profundidad de la noche para parir en reminiscencia a un instinto atávico, evitar que su cría fuese devorada por las fieras.

Esta edición número cincuenta (de oro), medio siglo del Concurso Morfológico Caballar que tiene lugar en Jerez de la Frontera, ha dado un giro copernicano a sus estatutos exigiendo que los campeones de raza que opten al Trofeo Campeón de Campeones- que son los campeones de cada raza pura participantes en el Morfológico - tienen que ser vistos montados; las pruebas para seleccionarlos serán ‘Aires’, ‘Funcionalidad’ y ‘Morfología’; la primera – aires, paso trote y galope - han de juzgarse con el caballo montado, funcionalidad y morfología, a la mano. El primer tribunal que realizará estos exámenes es de primer nivel: Tte. Col. Juan Manuel López Rodríguez, jefe del Centro de Cría Caballar de Écija – una de las personas más autorizadas en temas ecuestres del sur de España – el Tte. Col Antonio Gómez Pascual, con idéntica responsabilidad en los Cortijos de Vicos y Garrapilos y Joaquín Cantos, veterinario de carrera y profesión, jinete, muy buen aficionado y empleado en la Real Escuela Andaluza del Arte Ecuestre.

Además en esta edición número cincuenta se ha fundado el premio Campeona de Campeonas, que es lo mismo que para el caballo – Campeón de Campeones - en la hembra, con la diferencia única de que las tres secciones (aires, funcionalidad y morfología) serán examinadas a la mano, porque las yeguas de piara no suelen estar montadas.

Las yeguas, según los expertos, aportan más cromosomas que los caballos, por ende su influencia en la producción equina es fundamental; además – entre otros – las yeguas durante el periodo de lactancia que dura seis meses, le transmiten algo muy importante al hijo: el carácter, el comportamiento. Si son huidizas y esquivas, lo serán sus hijos; si son mansas, nobles en el campo, se dejan coger y acariciar, así serán también sus potros.

Las yeguas soportaron por siglos la ingrata y dura tarea de las eras, donde con sus cascos y su trote, separaban la paja del grano. Pobremente alimentadas, con un hijo en el vientre y otro amamantando, pasaban largas jornadas bajo un intenso calor en las eras. Con dureza eran seleccionadas para madres las que eran más rápidas y resistentes. Se clasificaban en raberas y las de la mano. Fueron famosos los cantes de la trilla como este: “Tengo una yegua lunanca, que tiene una potrita torda con una patita blanca”.Sufridas madres a las que no se les permitía ni tan siquiera enamorarse, escoger al padre de sus hijos; el que en su vientre iba a depositar la semilla que fructificaría en una nueva vida que era escogido por su amo; fuertemente atada por sus pies era obligada a aceptarlo; sin preámbulos, sin una caricia, sin un beso, sin una muestra de cariño. Y luego, ya no lo vería nunca más.

Los árabes del desierto grandes expertos en criar caballos dicen que el vientre de la yegua es una vasija, en la cual si le pones oro te dará oro y se le pones plata te dará plata. Usaban las yeguas para montarlas, por que no relinchan, son más dóciles y hermosas.

Por todo ello y por muchas cosas más enhorabuena a todos los que han tenido la feliz idea de crear el Premio de Campeona de Campeonas - que no me arrogo – y que ha sido la Institución Ferial Ifeca, dirigida por el Sr. Limón con la eficacísima colaboración de María del Mar Arroyo de la Peña. Tampoco quiero despedirme sin recodar a los yegüerizos jerezanos – los de las corvas navajas al decir del poeta Fernando Villalón – que bravos y expertos jinetes derrotaron a las órdenes del general Castaños a los franceses que mandaba el general Dupont.

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