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Baile

La liberación en un suspiro

'Gelem', por Antonio Molina 'El Choro' / MIGUEL ÁNGEL GONZÁLEZ

'Opre Roma isi vaxt akana'. '¡Arriba gitanos! Ahora es el momento'. Así se expresa el himno gitano 'Gelem, gelem' y así arranca la última creación de Antonio Molina 'El Choro', que ayer la estrenaba en el Villamarta. Un espectáculo para el que, tras el éxito de su anterior propuesta en el Festival, había cierta expectación, no en vano estamos ante uno de los jóvenes talentos del baile masculino. Y digo esto porque sigo pensando que Antonio Molina tiene condiciones para hacerse notar dentro del ámbito dancístico.

El bailaor onubense quería romper con esa barrera, con esos muros que atrapan a la cultura gitana desde hace años y que les impide, por mor a la mala sombra, interpretar bailes como la petenera, la farruca o la guajira. Con esa idea, El Choro se atreve a retar a dicho universo. Lo hace enfrentándose a la farruca, a la que combatió de forma fría. Le costó a Antonio adquirir su máximo potencial y conectar con el púiblico y aunque por momentos dejó destellos de su valía, con esas hechuras que tiene, sí que es cierto que no fue el bailaor al que hemos visto otras veces. ¿La responsabilidad del estreno? ¿el Villamarta? ¿Jerez? La realidad es que ni por farruca ni por fandangos ni por supuesto en la petenera, El Choro fue El Choro, o al menos no tuvo esa versatilidad y ese desparpajo que ha tenido en anteriores ocasiones. Demasiado paseo innecesario, poco baile y más protagonismo de la música (con las preciosas guitarras de Juan Campallo y Manuel de la Luz, y el cante de Pepe de Pura, Jonathan Reyes, Jesús Corbacho) que otra cosa.

Fue éste último, Corbacho, el que acaparó los mayores elogios gracias a esa voz fina, dulce y muy elegante, que sube y baja con suma facilidad; sin olvidarnos de un clásico del Festival y al que ya echábamos de menos, Pepe de Pura, doliente por fandangos de Huelva y en la petenera.

En ese abanico de voces y colores dispares apenas apareció el artista invitado, Pedro 'El Granaíno', desaprovechado totalmente pues se limita únicamente a interpretar el 'Gelem, Gelem', que por cierto ejecutó maravillosamente. Una pena.

Con un montaje excesivamente lento en algunos compases aunque marcado por una iluminación sobresaliente, El Choro sólo se desquitó en el último tramo del espectáculo. Fue al escuchar los sones por soleá cuando pareció liberarse de la presión y volver a ser él mismo. Como si de un flechazo se tratase, se paró, se gustó, templó el baile y ofreció los mejores lances, a veces demostrando su maestría con los pies y otras con replantes de muchísima elegancia. Mientras, el público le jaleaba desde el patio de butacas hasta el punto de ir agigantando su figura. Fueron los mejores instantes de toda la noche.

Las letras de 'Libre como el viento' aquella obra maestra que Juan Peña 'El Lebrijano' dejó para la historia en 'Persecución', reactivó de tal manera al bailaor que mostró unas maneras completamente opuestas a todo lo visto con anterioridad. Soltó la rigidez para alcanzar la libertad, dejando destellos de primera categoría. Las bulerías al golpe, con letras alusivas al pueblo gitano, llegaron hasta lo más hondo de su corazón para recuperar su arte. El Choro había vuelto.

Baile

Gelem

Baile: Antonio Molina ‘El Choro. Cante: Jesús Corbacho, Pepe de Pura y Jonathan Reyes. Guitarra: Juan Campallo y Manuel de la Luz. Percusión: Paco Vega. Artista invitado: Pedro El Granaíno. Música original y adaptaciones musicales: Juan Campallo y Manuel de la Luz. Repertorio de cantes: Jesús Corbacho. Dirección musical: Campallo, De la Luz, Molina y Corbacho. Colaboración especial en la coreografía: Valeriano Paños en la farruca. Diseño de Iluminación: Olga García. Sonido: Félix Vázquez. Producción y distribución: Fundación Cristina Heeren. Fotografía: Nico Bustos. Día: 8 de marzo de 2018. Lugar: Teatro Villamarta. Aforo: Tres cuartos de entrada.

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