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Jerez

El casco griego regresa al Museo Arqueológico

  • La pieza en bronce batido a martillo de origen griego ha estado expuesta en Madrid en la muestra 'El poder del pasado. 150 años de Arqueología en España'

La conservadora Carmen Martín devuelve ayer la pieza a su expositor. / MIGUEL ÁNGEL GONZÁLEZ

El 'Casco griego corintio' ya luce impoluto y de una pieza desde hace unas horas en su urna correspondiente en el Museo Arqueológico de Jerez, después de participar en Madrid en una exposición con otros 150 objetos de carácter histórico.

La reliquia arribó esta mañana procedente de la capital de España tras viajar en octubre al Museo Arqueológico Nacional para participar en dicha exposición hasta el pasado día 1 de abril.

El teniente de alcaldesa de Urbanismo, Dinamización Cultural, Patrimonio y Seguridad, Francisco Camas, ya resaltó en su momento la importancia de este préstamo.

“La exposición está incluida en la programación de Acción Cultural Española y pretende mostrar la riqueza de toda la red de museos arqueológicos españoles. Se trata de una oportunidad única desde el punto de vista científico y divulgativo ya que se van a reunir por primera vez y con carácter excepcional, algunas de las piezas más significativas del patrimonio arqueológico nacional”.

El 'casco griego corintio', pieza en bronce batido a martillo, y con una altura de 22,5 centímetros, fue encontrado en el río Guadalete. Constituye uno de los testimonios griegos más antiguos recogidos en el ámbito occidental. El adjetivo corintio con el que se califica el casco, no es indicativo de su origen. Alude sólo a una forma, la que fue más popular entre los cascos griegos de época arcaica y clásica, independientemente de su centro de fabricación.

Debido a sus características formales se considera entre los más antiguos de su serie. Está elaborado a partir de un único núcleo metálico de bronce batido a martillo. Cubría toda la cara dejando libres los ojos. Debió poseer cimera, a juzgar por la anilla conservada en la zona superior. Todo el borde está rodeado por una línea de perforaciones a las que iría cosido un forro protector de cuero.

Fue hallado casualmente en 1938 a orillas del río Guadalete, en las proximidades de su antigua desembocadura. Esta relación con un curso de agua, pauta también observable en el caso del casco griego de Huelva y en otras armas del Bronce Final, como la espada de Bornos, ha sido interpretada por algunos investigadores como reflejo de actividades rituales vinculadas con los dioses de las aguas. En este sentido, el orificio que presenta en la zona lateral no parece que se haya producido en el curso de un combate, tesis defendida tradicionalmente. Más bien se trata de una inutilización intencionada que también pudo afectar a la pérdida del nasal, tal y como se conoce en los cascos ofrendados en los santuarios helénicos.

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