La relación entre la Universidad y el mundo empresarial fue el eje sobre el que giró la conferencia impartida ayer por Antonio Pascual Acosta en el Ateneo de Sevilla, dentro del ciclo Los martes de la Academia, organizado por la Real Academia Sevillana de la Ciencia. Pascual, ex consejero de Educación, catedrático de Estadística y presidente de la Academia de Ciencias Sociales, basó su intervención en una encuesta encargada por la CEA y elaborada en el curso 2022-23, sobre la formación universitaria desde la visión empresarial.

Los objetivos de dicho trabajo fueron estimar las necesidades de formación de profesionales del tejido productivo de Andalucía, evaluar el impacto en las empresas de las actividades formativas impartidas por las universidades andaluzas y contribuir a la oferta de formación de las mismas. La muestra fue de 700 empresas de la comunidad, desagregada por la dimensión de las entidades según el número de trabajadores, y el nivel de confianza fue del 95.5%.

El cuestionario contenía numerosas preguntas sobre distintos temas, como la información general de la empresa, la relación de la Universidad con ella, la percepción de dicha relación, los recursos de formación, la formación académica e inserción laboral, el compromiso de la Universidad con el desarrollo económico y la transferencia tecnológica.

Dos de cada tres empresas de la muestra no mantienen relaciones con la Universidad. Esta característica tiende a invertirse conforme aumenta el tamaño de la empresa. En los casos en los que sí hay relación, ésta se fundamenta en convenios para la incorporación de estudiantes y/o titulados en prácticas, "manifestándose un grado muy alto de satisfacción con este tipo de relación". Por otra parte, en la misma línea, un porcentaje muy bajo de empresas declaran hacer uso de los COIE (Centro de Orientación, Información y Empleo) para la incorporación de titulados universitarios.

"La imagen principal que tiene la empresa sobre la Universidad es que ésta es un recurso para la realización de proyectos de investigación y como proveedora de formación. La Universidad es también valorada en cuanto a su relación con el tejido empresarial, aunque esta apreciación no es muy alta, y baja conforme disminuye el tamaño de la empresa", añadió Pascual. "Es baja la importancia que la empresa presta a su relación con la Universidad, aunque ésta sube de forma considerable conforme aumenta el tamaño de la empresa".

Tres de cada cuatro empresas han desarrollado actividades de formación para sus trabajadores. Un porcentaje bajo de las mismas utilizan a la Universidad como proveedora de tal servicio. Aunque el porcentaje es bajo, las que lo han hecho manifiestan un aceptable grado de satisfacción con la relación. "Entre otras, las actividades formativas que fundamentalmente demandan las empresas son idiomas, uso de los TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación) en la gestión empresarial, habilidades directivas, innovación y desarrollo de emprendedores, gestión de proyectos, economía y contabilidad, gestión de la calidad, internacionalización de la gestión y comercio exterior".

La adecuación de las empresas sobre la adecuación formativa de los titulados universitarios en relación a su futuro laboral es débil. Las empresas consideran que las competencias que debe tener un titulado han de ser, fundamentalmente, trabajar en equipo, la formación práctica, la motivación y disposición para el trabajo, la capacidad para resolver problemas, la aptitud para aprender y el conocimiento de idiomas.

En general, las empresas no identifican a la Universidad como agente involucrado en el desarrollo económico, ni tampoco como motor de desarrollo. Las empresas creen que la Universidad debe favorecer la creación de empresas de base tecnológica y potenciar la estancia de profesores universitarios en empresas y de personal especializado de las empresas en las universidades.