Días de cómic

La felicidad nunca llegará a aquellos que no aprecian lo que tienen

  • Buda (1972), de Osamu Tezuka, es la interpretación que hace el considerado Dios del Manga sobre la vida y sobre las enseñanzas del asceta Siddhārtha Gautam, el fundador del Budismo

  • La Nueva Escuela Valenciana

Buda.

Buda. / M. G.

Cuando cerró la revista COM, donde se publicaba Fénix, el director de la revista Kibo no tomo, de Kodansha, propuso a Osamu Tezuka que concluyera esa historieta en sus páginas. Tezuka decidió que no, ya que se vería obligado a adaptarse al público al que se dirigía la revista, pero sugirió al editor empezar una serie similar, inspirada en la vida de Buda, y así nació una de las obras señeras del Dios del Manga.

Siddhārtha Gautam, más conocido como Buda, fue un asceta, eremita y sabio que fundó el budismo y que vivió entre los siglos VI-V a. C. Buda afirmaba que la felicidad nunca llegará a aquellos que no aprecian lo que tienen. La obra de Tezuka no se basa fielmente en la vida del sabio, sino que se inspira en sus enseñanzas para crear una historia de ficción.

Es una obra coral que comienza años antes del nacimiento de Buda, y va tejiendo historias que se enredan con otras historias, en cuyo centro está Siddartha. Es esa capacidad de Tezuka de crear innumerables personajes, de tener cada uno de ellos su pasado, sus desgracias y alegrías, sus motivaciones, y hacer que interaccionen de forma directa o indirecta y de, al final, formar un todo coherente, uno de los grandes logros de su legado, y una de las características más interesantes de este manga. Somos testigos del nacimiento, la vida y la muerte de multitud de personajes, vemos cómo Tatta el sudra conoce a Chapra el esclavo, cómo se marcan sus crueles destinos; vemos el primer amor de un joven Siddartha, un amor prohibido, y cómo Mighera termina conociendo a Tatta; sufrimos con los primeros años de formación de Siddartha junto con Depa; sentimos compasión por el rey Bimbisara y nos horrorizamos con las maquinaciones de Devadatta o la crueldad de Pasenadi y su hijo Ajase...

La intención de Tezuka no era hacer una obra muy densa, así que el humor es imprescindible para rebajar la seriedad de los acontecimientos que narra, y para ello recurre en innumerables ocasiones a anacronismos, algunos tales como la televisión o la radio, o juegos de cartas coleccionables, o simplemente nombrando a personas que por aquella época ni sabía que iban a nacer (como JFK o Nostradamus), consiguiendo de este modo en muchos momentos la carcajada del lector.

Buda tiene viñetas muy trabajadas, y las expresiones de los personajes transmiten con claridad sus sentimientos y estados de ánimo; nos podemos poner perfeccionistas y mencionar que las manos, y particularmente los dedos, en muchas ocasiones están desdibujados o que no guardan las proporciones, pero son detalles perdonables que no empañan el conjunto.

Pocas carreras comiqueras pueden esgrimir como argumentos irrefutables obras del calibre de Adolf, de Ayako, de M.W., de Oda a Kirihito, Fénix o La canción de Apolo, por no hablar de sus más populares Astro Boy, Kimba o La Princesa Caballero.

Una obra escrita entre 1972 y 1983 y en la que el mangaka se sitúa en esa zona de comodidad suya que tan bien habitaba: la del relato histórico que se va entretejiendo con una, o varias, historias humanas protagonizadas por lo que a priori parecerían personajes secundarios. En este caso es Siddhartha Gautama quien centra el foco, pero el autor plantea su génesis como una confluencia de otras varias vidas (Tatta y Mighera), que a su vez tienen su propia historia marcada por otros personajes (Naradatta, Chapra y su madre), todos ellos definidos por una apurada aproximación psicológica y moral.

El resultado es la visión de la India del siglo V a. C. en la que el autor aprovecha para insertar su propia pedagogía budista, exponiendo unos conceptos propios a la religión y contextualizándolos en el retrato sociohistórico.

El autor se muestra en pleno dominio de sus facultades narrativas. El trazo brilla lleno de expresividad, de recursos narrativos atractivos, elasticidad y movimiento. Encuadrado en su estilo cien por cien clásico y con influencias estéticas de Walt Disney, se muestra majestuoso en algunas dobles páginas dedicadas a elementos naturales.

La serie es a menudo referida como un retrato descarnado e incluso sexual de la vida de Buda. La obra recibió el Premio Eisner en 2004 y 2005. En 2006, cada volumen había vendido un promedio de 8.500 ejemplares.

La próxima semana: Chaplin, Príncipe de Hollywood, segunda parte de la trilogía biográfica realizada por Laurent Seksik y David François.

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