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Andalucía

El adiós del funambulista

  • Elegido en 1994 en plena batalla entre renovadores y guerristas, Chaves ha dirigido durante 16 años el PSOE con una especial atención a los equilibrios, de ahí sus éxitos y sus ataduras

EL equilibrio territorial, el de las provincias, y también el de los egos personales y el de las sensibilidades ideológicas. Manuel Chaves ha sido durante estos 16 años un equilibrista para el PSOE andaluz, un funambulista que se paseaba sin demasiados miedos ya por el peligroso cordel gracias a una red protectora de liderazgo que él mismo había tejido. Él, que no es precisamente una persona carismática, ni especialmente dotada para la comunicación, pero que hizo de la reflexión una forma de mandar. A veces cansina, exasperante, pero sin equivocaciones. Ganaba elecciones, incluso cuando el PSOE las perdía en España, y se rodeó de un grupo de hombres que le fueron efectivos y leales hasta el final.

Ninguno quedará ya en la dirección del socialismo andaluz. Ni Luis Pizarro, ni Gaspar Zarrías, ni Pepe Caballos (con el que se terminó enfrentando hace seis años) ni otros tantos que estuvieron en la retaguardia. Sólo José Antonio Griñán, persona clave en su último gobierno, se queda en la maquinaria.

"Chaves siempre tuvo a Luis Pizarro en el aparato, y a Gaspar Zarrías en el Gobierno, los dos muy buenos en lo suyo, pero algunas veces se creían un poco dioses; entonces entraba él y lo arreglaba, o en su tiempos, mandaba a Alfonso Perales, eso le funcionó de maravilla", explicó a este medio una persona que durante estos últimos años ha estado muy unida a todos ellos.

Sin embargo, el mérito del equilibrio de Chaves no fue el que ejerció entre Luis Pizarro, que ahora ha dejado de ser vicesecretario general, y Gaspar Zarrías, hoy secretario en el PSOE federal. De hecho, ambos no se han distanciado hasta el final. Zarrías prefería a Mar Moreno como sucesora de Chaves, y Pizarro, a Griñán, pero ambos fueron como uña y carne, aunque de vez en cuando se mirasen de reojo.

En su despedida de ayer, no obstante, Manuel Chaves sólo citó, por su nombre, a dos personas, y una de ellas fue Luis Pizarro, quizás porque de sus dos últimos colaboradores es el único que se ha quedado sin un puesto orgánico en el PSOE. Zarrías entró, recientemente, en la Ejecutiva federal de Rodríguez Zapatero y, además, ha dejado un pie puesto en Jaén, su feudo, donde será a partir de ahora su presidente provincial.

Pero no, el funambulismo de Manuel Chaves no fue el de esta última hora entre Pizarro y Zarrías, sino que comenzó mucho antes, cuando se convirtió en secretario general. Fue entonces cuando comprendió, a base de palos, la complejidad de un partido que es de su padre y de su madre, como él suele definirlo.

Manuel Chaves logró la Secretaría General del PSOE de Andalucía, en abril de 1994, en unas condiciones bien distintas a las que se ha encontrado ahora José Antonio Griñán. Digamos que radicalmente diferente. En ese congreso, que se celebró en el mes de abril en Granada, en un palacio de congresos cercado por las protestas de los trabajadores de Santana, Chaves logró arrancarle la dirección del partido a un guerrista, Carlos Sanjuán, pero las heridas siguieron abiertas varios años después.

No hubo atisbo de acuerdos entre las partes. Y él, que ocupaba la presidencia de la Junta desde hacía cuatro años, fue elegido secretario general con sólo dos tercios de los votos. Bastantes apoyos si se tratara de ambientes distintos a los políticos, pero claramente significativos del clima de tensión que se vivía por entonces. Semanas después, Chaves y quienes, entonces, se conformarían como sus hombres de confianza fueron arrancándole las provincias a los guerristas, a base de complicados acuerdos. A los partidarios de Alfonso Guerra los envió a los puertos (casi todos fueron nombrados presidentes de las autoridades portuarias), pero aún le quedaron dos años muy duros en la Junta. Desde 1994 a 1996 se forjó la alianza de oposición entre IU y PP, y el Gobierno, prácticamente, no pudo ejercer sus funciones. Los presupuestos fueron prorrogados ante la falta de mayoría parlamentaria, y él fue obligado a abandonar lo que entonces era la residencia del presidente, la Casa Sundheim, en la avenida de la Palmera de Sevilla. Sin embargo, en una entrevista que concedió a este medio en junio de 2008, Chaves admitió que ésa fue su peor época, pero no por la oposición del PP e IU, sino por las trabas que aún le siguieron colocando en su propio partido.

Quizás del aprendizaje de aquellos años guardó ese sentido de los equilibrios que han definido todos sus mandatos desde 1994. Chaves consiguió forjar un partido cohesionado. En ocasiones, se le ha criticado, por ejemplo, su modo de confeccionar los gobierno, tejidos a base de cuotas provinciales y de las de género entre hombres y mujeres que impone el PSOE. A veces hubo buenas figuras que se quedaron fuera porque, por ejemplo, necesitaba "una mujer y de Córdoba" para cerrar el Ejecutivo.

En su despedida de ayer se acordó de aquel otro cónclave de 1994, y de las palabras que pronunció entonces: "Quiero un partido ganador".

Por eso, él mismo sabía cuando ganó las últimas elecciones, las de 2008, que debían ser las últimas a las que se presentaba, porque el desgaste ya se palpaba. Y es cierto: en el último congreso del PSOE andaluz, el que se celebró en Granada hace sólo un año y medio, Manuel Chaves se dirigió a los delegados y les dijo: "Si me queréis, me presentaré en 2012". Y no levantó ningún aplauso, y no porque los citados no le admirasen, sino porque hacía ya tiempo que el PSOE denotaba cierta narcolepsia después de tantos años de poder y de gobierno.

Con Chaves, el PSOE andaluz cierra una época, y parece cerrarla del todo. Los aplausos que en varias ocasiones recibió ayer Luis Pizarro se pueden interpretar como un adiós de la vieja guardia. Pizarro tenía anoche la oportunidad de quedarse en un cargo creado para él, el de presidente del comité director, un organismo un tanto insulso, pero tenía grandes dudas. Al final, va a resultar cierto aquéllo que el hasta hoy vicesecretario general del PSOE decía hace dos años: "Cuando Manolo (por Chaves) se vaya, yo me voy detrás de él, que vengan otros".

Y así ha sido, Griñán quiere otro tipo de partido. Cada uno de los secretarios generales del PSOE andaluz (José Luis Rodríguez de la Borbolla, Carlos Sanjuán y Manuel Chaves) ha tenido sus fórmulas. Ahora llega su tiempo.

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