Desde la Castellana

alejandro Daroca

Socialdemócrata holandés

CUANDO en los años juveniles, aquellos en los que se empieza a salir de la Universidad y aún no se han afrontado responsabilidades profesionales de menor o mayor importancia, se acrecienta el desarrollo intelectual y se posiciona uno ante la vida. O al menos lo intenta. Hablo de épocas en las que la penuria laboral no era la de ahora, las zozobras se plantaban en un marco político y social muy restringido y la cabeza se te marchaba en busca de posicionamientos ideológicos acordes con tu manera de ser o de pensar. Las inquietudes necesitaban un cauce de desahogo en el que sentirte confortable y por el que poder dar rienda suelta a todo aquello que tu pensabas que llevabas dentro. Era el momento contestatario que todos llevamos dentro y mientras unos se apuntaban a la música o a los conjuntos, otros a los "porros" y muchos a políticas radicales de enfrentamientos al "régimen" dominante.

No sé muy bien la causa, pero a mi me gustaba eso de ser socialdemócrata y, a ser posible, holandés. Holanda siempre fue un país apacible, permisivo, de alta calidad de vida, ciertamente integrador y muy facilitador de las expresiones de libertad que tanto nos faltaban dentro de nuestras fronteras. Libertad de pensamiento, libertad oral, libertad de expresión, de vestimenta, de "modus vivendi". Hasta libertad sexual, consentida y aceptada socialmente. Todo lo contrario de las normas que constreñían nuestro sistema de vida. Y si encima alcanzabas el conocimiento para tildarte de socialdemócrata y trabajar por una sociedad más justa e igualitaria, pareciera como si hubieras alcanzado el equilibrio de tus aspiraciones.

Hoy, socialdemócrata ya no es lo mismo. Ya no se sabe muy bien ni lo que la palabra significa. Susana Díaz dice que lo es. Y Rubalcaba. Y hacen "pachas" con los comunistas con tal de ejercer el poder. Y hasta los socialdemócratas holandeses se ven en la necesidad de rebajar el estado del bienestar que aquel país estaba consiguiendo. La crisis les obliga -nos obliga a todos- a igualarnos, pero por abajo. El rey de aquel envidiado país ha abierto el año legislativo con un discurso que le ha escrito el gobierno, como debe ser, y ya lo ha anunciado: se ha acabado el estado del bienestar de la segunda mitad del siglo pasado y todos nos tendremos que apretar el cinturón, porque esto no da para más. La Seguridad Social, los que necesiten cuidados de larga duración, las medicinas de los más necesitados, la reducción de los militares, los subsidios para guarderías y menores de seis años y esas claves del bienestar serán los sectores más afectados.

Y eso que Holanda sigue siendo un país envidiable. Porque sólo hay un siete por ciento de paro, porque la política no está corrupta, porque el crecimiento del PIB es positivo y porque la renta per cepita sigue al alza. Y porque la sociedad civil se desarrolla en paz, libertad y crecimiento. Aquí si que estamos apretados y con escasa esperanzas de futuro. Siempre hay que recordar las estadísticas y estas nos dicen que nos fiamos poco de nuestros dirigentes y de nuestro prójimo y sin embargo los holandeses se aprestan a creer más en una sociedad participativa. Y ello supone el que "todos juntos, podemos". Y aquí aún estamos riéndonos del ridículo de Ana Botella en la consecución de los Juegos Olímpicos.

Y yo quería ser socialdemócrata. Las equivocaciones sólo se ven a toro pasado. Y a veces ya es tarde para la enmienda. Siempre pensaré que la sociedad tiene resortes propios para resurgir.

darocabruno@gmail.com

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