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Cofradías

Tres siglos de Desconsuelo

  • La dolorosa de Los Judíos celebró ayer en las calles los 300 años de su bendición con una más que extraordinaria procesión y la imposición de la Medalla de Oro de la ciudad

Los Judíos cerró ayer la celebración de los tres siglos de María Santísima del Desconsuelo en una singular y muy extraordinaria procesión que arrancó aún con el sol puesto y que culminó con el astro rey regalando toda su luz al maravilloso palio juanmanuelino que cobijó a la Virgen junto a San Juan, paso que deslumbró más que nunca con el sublime manto de la Señora por fin estrenado en la calle, tras la restauración rematada este año. Lo de ayer dejó momentos sublimes para los que no se lo quisieron perder. Muchísima gente se concentró en algunos puntos del recorrido, pero la idea de sacar la procesión antes de la amanecida, pese a obedecer al deseo de evocar el pasado de la hermandad, no consiguió enganchar al público que casi en familia se dio cita antes de las ocho en San Mateo. Por el contrario, magnífica fue la respuesta de los hermanos que llenaron el templo en la misa previa a la salida y formando posteriormente un precioso, serio y muy participado cortejo de cerca de 300 cofrades, que hasta la Merced fue en silencio rezando el Rosario dirigido por los padres Soler y Salado de la Riva. Lentísimo el corto trayecto hasta la casa de la Patrona a la que no se podía llegar antes de las 9 horas. Allí se inició el que podría llamarse como la segunda parte de la procesión que llegó hasta Santo Domingo. Dentro de la basílica se llevó el palio hasta el altar de la Merced, el comendador mercedario, Ismael Maroto, rezó la Salve, se incorporaron las 27 hermandades que se sumaron al cortejo y se formaron las presidencias, en la principal con el hermano mayor de la sevillana Amargura. También fue el momento para la música con la Sentencia abriendo y la Oliva en el palio que rompió el silencio impuesto hasta entonces con Corpus Christi, regalando desde se momento los oídos a casi una marcha por chicotá. Sensacional la formación de Salteras, como era de esperar, y sin duda que se ganó sobradamente el elevado caché que cobra. El Desconsuelo, con buen criterio, lució su antigua corona del XVII y fue rodeada de rosas blancas, un arreglo floral al que le habría sobrado la paniculata. Al principio de la Porvera hubo recepción corporativa de La Soledad, cuyo hermano mayor tocó el llamador del mismo modo que lo hizo en Cristina el hermano mayor del Nazareno. El palio entró en Santo Domingo por la puerta lateral para plantarse ante el Simpecado del Rocío, hermandad que recibió al Desconsuelo con aires rocieros: vivas en la voz del hermano mayor y la 'Salve de los Doñana' en pitos y tamboriles. Al filo del mediodía se salió a Cristina para, tras el rezo del Angelus, proceder a la entrega de la Medalla de Oro de la ciudad por parte de la alcaldesa. También acudió el subdelegado del Gobierno, Javier de Torre. El espacio que antecede a la puerta principal del templo dominico se cerró con vallas y se colocaron sillas para el momento central de la mañana que concluyó en unos 40 minutos para dejar paso a la tercera parte de la mañana que fue menos institucional. En Rivero, petalada al paso de la Virgen al ritmo de Esperanza de Triana Coronada y gran bulla en Tornería; pericia costalera, música acompasada al caminar exquisito del palio y plenitud en momentos que sólo pueden suceder en las estrecheces de calles ineludiblemente cofrades. En ese epílogo volvieron a resonar voces de mando de antaño como la de Jesús Ramírez, siete años capataz del Desconsuelo, el cual pese al tiempo transcurrido aún sigue conservando ese talento que le hizo posible imponer el estilo elegante de palios quietos y de mesas justamente mecidas. Otro que recordó su pasado en el llamador fue Manuel Oca. En San Lucas se volvió el palio mirando a la puerta abierta del templo para saludar a Los Dolores como homenaje a Paco Bazán. Por las calles de cada Martes Santo concluyó todo no sin antes entrar en la capilla de Santa Marta, adornada para tan especial ocasión. Punto y final a una mañana en la que se disfrutó y mucho del Desconsuelo en una procesión muy cofrade, totalmente entonada al estilo de Los Judíos, ordenada y cumplidora con los horarios previstos, salida que, seguramente, de haberse convocado en día y hora más al uso habría tenido una mayor repercusión en las calles. Fue al fin y al cabo lo que quiso hacer la hermandad para celebrar tres siglos del Desconsuelo de Jerez, siempre en San Mateo.

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