Jerez en el recuerdo

Los Tosantos, el Día de los Difuntos y 'the halloween'

En los últimos tiempos estamos asistiendo a un fenómeno que cada vez está calando con más fuerza en nuestro país, sobre todo entre los jóvenes. Fenómeno propiciado acaso por un claro snobismo de la juventud y por la influencia que ejerce entre ella todo lo anglosajón. La verdad es que me asombra ver cómo en la mayor parte de los colegios se promociona esa costumbre foránea del Halloween entre los pequeños, olvidando acaso las tradiciones ancestrales de nuestro pueblo en estos primeros días de noviembre. También hemos visto cómo numerosos establecimientos hosteleros organizan cenas y fiestas de Halloween, y los grandes almacenes han estado plagados de disfraces para la ocasión. Está muy claro que esta moda se está imponiendo en nuestro país, y lo hace a pasos agigantados.

Tanto en España como en la mayoría de los países de tradición católica, las fiestas profanas con disfraces quedaban encajadas exclusivamente en las de carnaval en los días que preceden a la Cuaresma. No ocurre así en los países de cultura anglosajona que en su mayoría no poseen dicha tradición.

En Andalucía y concretamente en Jerez, la festividad de Todos los Santos, popularmente conocida como 'Tosantos', fue siempre una tradición familiar en la que su principal protagonista era la fruta. Fiesta de todos, los presentes y los que se habían ido para siempre, por ello nos regalábamos con frutas, siendo las castañas, las nueces, los boniatos y los membrillos algo que nunca podía faltar en la mesa familiar. Los membrillos en compota, o bien, vaciados su corazón, rellenos de azúcar y canela y asados al rescoldo de carbón del anafe; los boniatos asados de igual manera, así como las granadas y las 'poleás' llenaban de sabor y color las humildes mesas cual cuerno de la abundancia en día tan señalado como el de Todos los Santos.

En tiempos pasados las calles y plazas de Jerez se solían llenar de puestos ambulantes con estos frutos que las familias, incluso las más humildes, compraban y lucían en sus mesas como algo extraordinario. Tanto ese día como al siguiente era obligado y lo sigue siendo para mucha gente, ahora en menor medida por aquello de las incineraciones, la visita al cementerio con la consiguiente limpieza, encalado y adorno floral de las tumbas donde descansan los restos de aquellos que un día se fueron. Pero eso sí, la misa del día de los difuntos era algo obligado, incluso para aquellas personas que no pisaban una la iglesia en todo el resto del año. Comenzaba así el llamado mes de los difuntos en los que cada día, de las grises y tristes tardes del otoño, las campanas de las iglesias comenzaban a tañer doblando a muerto para llamar así a la tradicional Novena de Ánimas.

En Cádiz, como muchos de nuestros lectores bien conocen, son tradicionales los numerosos y coloridos puestos de frutas ante su Catedral. En ellos proliferan hasta muñecos hechos de frutas y verduras colocados artísticamente, y por aquello de su tradición en el arte del disfraz, alguna vez vi hasta conejos y gallos muertos disfrazados expuestos para su venta. De esta manera todavía siguen los gaditanos conservando la bonita tradición de la fiesta de los Tosantos.

Antaño, en Arcos de la Frontera, la mayoría de sus habitantes iban al cementerio en grupos familiares a modo de insólita romería con sus cestas de comida para, allí mismo o en sus alrededores, dar cuenta de su contenido tras la visita a las tumbas de sus seres queridos. Mientras, en sus casas habían dejado ese día de los difuntos un melón que había sido vaciado y al que le habían taladrado unos ojos y una boca por los que salía la luz de una vela encendida en su interior.

También debemos recordar otra costumbre ya casi olvidada en estos días del mes de los difuntos: la representación teatral del Don Juan Tenorio de Zorrilla. Rastreando en el viejo periódico El Guadalete vemos que, en el Jerez de hace un siglo, se solía poner en escena esta obra varias veces en los primeros días del mes de noviembre, y se representaba tanto en el Teatro Principal de la calle Mesones, como en el Teatro Eslava junto al Alcázar. Como anécdota encontramos además varias representaciones de un denominado 'Tenorio Musical', suponemos que sería una versión cantada y musicalizada de dicha obra.

A este respecto contaba en cierta ocasión mi buen amigo Esteban Viaña que su padre formaba parte de un modesto grupo teatral en el que junto a él, entre otros, figuraban los hermanos Belizón. Algunos recordarán que uno de estos hermanos tenía una pequeña fábrica de caramelos frente al Carmen, el otro hacía arropías en El Arroyo y el tercero, Mariano, era el propietario de aquellas famosas 'cunitas' en las que todos nos montamos cuando niños en la Alameda Vieja. Pues bien, en cierta ocasión allá por los años treinta del pasado siglo fueron a actuar, no recuerdo bien si a Lebrija o a Bornos, para representar el Tenorio. Resulta que aquella 'extraña' función de presencias fantasmagóricas y siniestro cementerio donde los muertos cobraban vida no gustó nada al 'respetable', acostumbrado en otras ocasiones a representaciones cómicas, por lo que a falta de huevos y tomates comenzaron a lanzar al escenario las castañas y las nueces que llevaban en sus bolsillos para distraerse comiéndolas durante la actuación. Cuando ya no quedaba nada por arrojar a los actores, Juan Viaña con voz grave y su particular gracejo se dirigió a los presentes diciendo: "Creímos que veníamos a este pueblo para actuar, pero veo que a lo que hemos venido es a recoger los "tosantos", y nos vamos corriendo antes de que comience la cosecha de melones". Y al salir corriendo del escenario pegó un tropezón y se calló de bruces ante las sonoras carcajadas del público.

Costumbres ancestrales con las que la gente, no sólo de Jerez, sino de toda la geografía española conmemoraba el día de difuntos. Y ello es lo que se debería conservar, mejor que adquirir costumbres foráneas que nada tienen que ver con nuestra cultura, pues para disfraces es mucho mejor algo propio como es el Carnaval. Y que conste que me hacen mucha gracia esos simpáticos niños, entre ellos mis nietos, vestidos con esos disfraces horripilantes pidiendo caramelos.

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