Programación Guía completa del Gran Premio de Motociclismo en Jerez

Del Orgullo a la ruina

Las cicatrices de la crisis

  • El vandalismo se lleva por delante buena parte de los ‘símbolos' de los buenos años previos a la recesión. Los destrozos ponen en entredicho la eficiencia de los embargos.

Son las ruinas de la crisis. Locales que un día albergaron prósperas empresas y que con el paso del tiempo se han convertido en un fiel reflejo de los tiempos que hemos padecido. No es sólo eso. También son el espejo donde debe mirarse una Administración que haría muy bien en cambiar sus procedimientos. Un embargo debe tener un fin. El dinerario (meter la mano en la cuenta bancaria) es el más efectivo de todos. “Usted me debe dinero y como no me lo paga se lo quito amparado por la Ley”. Es doloroso, pero legal. Otro asunto bien distinto es embargar una propiedad. Quitársela al propietario y, acto seguido, dejarla a la mano de Dios. En este caso, el Dios de la crisis no vive en los cielos. Vive con los pies en la tierra y está pendiente de que algo quede sin vigilancia para, literalmente, arrasarlo con una eficacia que causa espanto.

Puede pensar que las fotografías que ilustran este reportaje han sido captadas en lejanos lugares. Ni mucho menos es así. Se trata de lo que fue una próspera nave en la Ciudad del Transporte y otra que recibe a los visitantes que llegan a Jerez por el antiguo comienzo de la carretera de Sevilla.

El primer caso es especialmente sangrante. Por llevarse, los vándalos han arrastrado hasta con las cubiertas cerámicas de la fachada. En su interior hay que esforzarse bastante para buscar un símbolo, un resto, un logotipo que te certifique que estás en el lugar correcto. Al fondo, junto a lo que fue el comedor de los empleados, en una pared se ve el anagrama de Multialquileres. Pese a la ruina, se percibe que fue hecho con ganas, con la intención de ser eficientes y efectivos. Al comedor se unen los vestuarios de hombres y mujeres, una amplia campa para la maquinaria y carteles, casi destrozados, que indicaban a los clientes que antes de retirar la maquinaria se pasaran por caja para abonar los importes.

Apenas hay paredes en pie en ninguna de las plantas. Algunos descansillos incluso han desaparecido. El edificio, como un fantasma, ha sido devorado por los amigos de lo ajeno mientras a su lado una cuidada rotonda es aprovechada por unos jóvenes para tomar el sol entre golpe y golpe de agua de aspersor. Son los jóvenes, precisamente, quienes han decidido dar un uso a esta ruina. Los restos de botellas de ginebra y algunos cubatas a medio consumir dejan bien a las claras qué se hace allí cuando hay que aprovechar el tiempo libre. “Lo han convertido en una especie de 'afterhours' los fines de semana”. Quien así se expresa es Jesús Ruiz Carmona, propietario de lo que fuera Multialquileres y principal 'doliente' a la hora de comprobar en lo que ha quedado “una inversión de más de 1,5 millones de euros”.

Ruiz Carmona confiesa que cuando la crisis le cogió no le zarandeó, ni mucho menos. La recesión supuso una mala cornada que le llevó a tener que empezar a dar pasos hacia atrás. En total, unos ocho millones de euros le quedaron a deber. Entre ellos 4 adeudados por la constructora Noriega, que acto seguido se declaró en suspensión de pagos. El imperio de Sánchez Ramade se fue al suelo y arrastró a muchos consigo. El Ayuntamiento de Jerez en la época de la socialista Pilar Sánchez también 'ayudó' a este desastre. Lo peor no quedó ahí pues hubo incluso maquinaria que jamás fue devuelta. “Cuando se percatan de que lo estás pasando mal hay muchos que piensan que, aunque iban a pagarte, ya no lo van a hacer. Es así de triste”.

Cuando recuerda lo que fue la sede de Multialquileres Ruiz Carmona se entristece. “Eran unas instalaciones modélicas. Era como el caso de esa ama de casa que ha estado toda su vida en una casa pequeña y cuando se muda a una mucho más grande dice “Esta cocina la voy a poner a todo mi gusto”... pues eso vino a ser lo que hicimos nosotros”.

El que fuera propietario sigue pasando por allí, y ve los 'afterhours' de los chavales y el estado de ruina en que se encuentra todo “y se me cae el alma a los pies”. Dice que los embargos deberían ser llevados a cabo de otra forma. “No es lógico que el Estado para recuperar un dinero te quite una propiedad y acto seguido la abandone para que acabe siendo una ruina. Ahora mismo ya no vale dinero ni para el Estado ni para mí. Lo lógico en cualquier otro país sería mantener la propiedad en manos del propietario, con el abono de un alquiler y con la obligación de mantenerla en condiciones hasta que llegase un comprador al que estaría obligado a recibir. Así no se perdería riqueza”, apunta entristecido. “Embargar es un error. Así de claro lo digo. No vale quitar algo para entregarlo por completo a una especie de Ley de la Selva que nadie entiende”.

En esta ruina llena de cascotes, en la que parece que ha caído días atrás una bomba de racimo, tuvieron su centro de trabajo o de referencia unos 700 trabajadores “que llegaron a ser mil y pico en los buenos momentos”.

¿Hasta dónde ha llegado la barbarie? “Pues hasta el punto de gente que ha golpeado las paredes para llevarse los bloques que la conforman y aprovecharlos en construcciones propias”, apunta Jesús Ruiz, quien confiesa que incluso hubo trabajadores que arrastraron con material de la compañía en los días previos a sus indemnizaciones. Lo dicho: una ruina.

El otro caso que nos ocupa es el que fuera flamante concesionario de Fiat, Lancia y Alfa Romeo en la entrada de la carretera de Sevilla. Hace apenas tres años que la compañía explotadora decidió emprender el recomendado retorno a los 'castillos de invierno' para compartir instalaciones contra conocida firma de automóviles. El local, que era un referente en Jerez, no era propio. Se trataba de un alquiler. Las inmensas instalaciones, con zona de exposición de vehículos, atención al cliente, cafetería y un garaje mecánico de enormes dimensiones quedó debidamente cerrado. Y así fue hasta que rompieron los cristales.

Un vendedor de higos chumbos que aprovecha la sombra de la construcción para vender su producto a 2 euros no tiene ya ni recuerdo de la última vez que vio el local en condiciones. Los cristales de los escaparates (de gran grosor pues son de seguridad) han sido destrozados y todo el cableado robado literalmente por esos depredadores de la crisis que son los ladrones de cobre. Hay quienes apuntan incluso que el lugar ha sido utilizado para desguazar ciclomotores y motocicletas robadas, aunque este medio no encuentra vestigio alguno en el interior. Los ventiladores que evacuaban los gases han sido desmontados y sus restos se acumulan sobre miles de cristalitos machacados. “Cuando nos percatamos de que habían roto los cristales y entraban retiramos nuestros logotipos por cuestiones de imagen. No era nuestra propiedad, aunque reconocemos que el vandalismo alcanza unas proporciones que hasta cuesta entender”, señalan fuentes de la compañía.

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