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'Caso Asesores'

Atrapado en la burbuja

  • López fue durante treinta años el gregario más fiel de Pacheco. De peón de albañil a responsable de Urbanismo, permitió que la ciudad creciera en horizontal.

En 1991 Pedro Pacheco, alcalde célebre y total de Jerez, mandó al carajo a medio Jerez y llamó carajote a uno de sus concejales, José Luis Fernández Reboul, por haber detectado unos escapes de céntimos en las recaudaciones. Céntimo a céntimo eran muchas pesetas. Impreso el exabrupto, Pacheco decidió explicarse acerca de lo coloquial de su razonamiento. Montó una rueda de prensa un sábado en el Ayuntamiento, que por entonces se encontraba en Madre de Dios, y puso a su lado a su fiel Pepe López. Le preguntó: "¿Cuántas veces te he llamado carajote?". "Todos los días, Pedro", contestó Pepe con una sonrisa. No es que aquel incidente tuviera mayor importancia, pero sí da buena muestra de cómo Pepe López era el gregario que Pacheco siempre necesitó para su andalucismo cambiante, cuando era un hombre influyente en la política andaluza.

Pepe López es hijo de albañil y de peón de albañil ejerció mientras estudiaba para maestro industrial. Pero su verdadera profesión fue la de fontanero, fontanero político. Él era el que arreglaba las tuberías del entramado político que sostenía a Pacheco como alcalde y que desafiaba el nacionalismo del sur sevillano.

Ese trabajo le aupó a tareas de mayor altura, el de sustituir al frente de Urbanismo a un urbanista, Manuel Ángel González Fustegueras, en el año 95. No es un año cualquiera. López tomaría las riendas del diseño de un Jerez que salía asfixiado de la crisis bodeguera y que encontró otro material que vender: suelo. Y Jerez tenía mucho suelo. Durante los años en que López estuvo al frente de Urbanismo se sentaron las bases para que la ciudad se ensanchara hasta lo impensable. Lo que se quería que fuera una ciudad vivible y manejable se convirtió, a base de "bloques tumbaítos", como los bautizó el propio López, en una ciudad inabarcable. No es que estuviera en su filosofía ni en la de su mentor Pacheco, pero se justificaban con que era lo que el mercado demandaba: la gente no quería vivir en pisos sino en adosados o pequeños unifamiliares con un pequeño patio.

El diseño de la ciudad cambió porque ese suelo inyectaba oxígeno a un Ayuntamiento mastodóntico y, al final de la jeringa, bombeando, estaba el fiel López, que había llegado a la Gerencia de Urbanismo en vaqueros y salió de ella con gusto por los zapatos caros y pasión por el golf.

Compró junto a Pacheco una segunda vivienda en Costa Ballena. Era su sombra.

Mientras todo esto pasaba se sucedían algunos hechos insólitos. Promotoras que jamás se habían interesado por Jerez, que tenía unos precios de vivienda más que asequibles, instalaron sus oficinas en las mejores avenidas. Entidades bancarias de las que ni se había escuchado hablar alquilaron oficinas en el centro pagando precios de oro. Se hablaba de la recuperación económica, pero era el espejismo de la burbuja en sus inicios. Y López quiso dejarlo, quiso montar una cooperativa de consrucción. Pacheco le dejó hacerlo y en las elecciones de 2003, cuando su jefe pierde la alcaldía, él va el último en la lista andalucista. Eso no impide que sea uno de los negociadores del pacto que lleva a García Pelayo a la alcaldía, que luego se incumple y entroniza, a mitad de legislatura, a Pilar Sánchez. Es entonces cuando se produce el hecho que acabará con jefe de filas y gregario compartiendo un destino que a muchos puede parecer exagerado: la cárcel. La burbuja se está desinflando, los negocios de Pepe López no acaban de ir bien y Pacheco acude en socorro del que había sido su fontanero buscándole un trabajo como asesor. Todo se hace mal y el enconado odio de Pilar Sánchez hacia Pedro Pacheco hace el resto.

Durante todos estos años, casi una década, Pepe López ha seguido siendo fiel a la figura de su líder político. Cuando todos decían a Pacheco que lo dejara, que tirara la toalla, incluso a veces el propio López, Pacheco seguía y creaba nuevas fórmulas. Y allí estaba López, a su lado.

Sólo el proceso judicial acabó por distanciarlos. Pepe López entendió que seguir la rueda de su jefe en la estrategia judicial sobre el caso de los asesores era suicida y decidió ir por otra vía. Era la primera vez que López contradecía a Pacheco y eso le decepcionó, les alejó. Sin embargo, López no abandonó lo que ya era un minipartido local simplemente porque Pacheco estaba detrás e incluso peleó que fuera su hombre, Raúl Ramírez, quien liderara el último descalabro electoral. Su tiempo político había pasado. Empezaba, también de la mano de Pacheco, treinta años después, su tiempo judicial.

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