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Congreso científico

Todo comenzó con el fraude

  • El historiador Alberto Ramos analiza la génesis de la denominación de origen del jerez.

La causa del origen. Esta es la premisa de la aportación del doctor de Historia Contemporánea por la Universidad de Cádiz, Alberto Ramos Santana, en el congreso científico celebrado ayer en el Consejo Regulador del vino, ‘La génesis de las denominaciones de origen’. 

“Hablar de denominación de origen es hablar de clasificar e individualizar lo que producimos”, comenzó. Una de las suposiciones más extendida es hablar de que se produce cuando los vinos se nombran por el lugar de procedencia. Otra, que en las tabernas de toda la provincia los caldos se distinguían perfectamente por su procedencia, siendo los referentes los de Jerez Sanlúcar y El Puerto.

Sin embargo, durante su exposición, el doctor de Historia Contemporánea hizo hincapié en dos aspectos esenciales. En primer lugar, que con la llegada de la filoxera a Europa en 1863 los pequeños vitivinicultores  quebraron y las grandes bodegas fueron las que aguantaron el chaparrón. Y, por otro, que en lugares como Francia y Jerez comenzaron los fraudes y la imitación de los vinos ya que la producción en 1866 había descendido prácticamente a la mitad y no había excedentes para la exportación. En el caso de la ciudad, se mezclaban con alcohol  no vínico procedente de Alemania.

 

A través del Congreso de Propiedad Intelectual de París en 1878 se comenzó a hablar sobre quién tiene la propiedad de cada producto. En este sentido, el Arreglo de Madrid de 1891, que no suscribieron la mayoría de países, diferencia entre la indicación de procedencia, la denominación genérica y la denominación de origen, que no se terminó de definir. No es hasta 1902 cuando, según Alberto Ramos, se empieza a ver “un claro precedente de la denominación de origen” a través de una ley propulsada en mayo que regulaba “la utilización de marcas colectivas con el nombre geográfico del lugar de fabricación, elaboración o extracción”.  En la ciudad surgieron dos grandes impulsadores que se propusieron restaurar la cultura vitivinícola, el ex alcalde de Jerez Juan F. Lassaletta y Marqués Casa-Domecq quienes, a pesar de sus buenas intenciones, se toparon con la riña entre cosecheros y exportadores para que la denominación jerez no acogiera a los vinos de otras localidades o, por contra, fuera una marca colectiva para las distintas industrias.

 

La marca ‘vino de Jerez’, así como el territorio que se debía incluir en la denominación de origen, pasaron por casi tantas fases como cambios políticos. Especialmente memorable es la fecha de enero de 1935, cuando se aprueban los estatutos del Consejo Regulador, cuyo reglamento establece la zona de producción en Jerez, El Puerto, Chipiona, Rota, Puerto Real, Sanlúcar y Chiclana. Un año después, el diputado Juan José Palomino suspendió esta cláusula y estableció que la zona de producción abarcaba todos los pueblos vitícolas de las provincias de Cádiz, Córdoba, Sevilla y Huelva, limitando la zona de crianza a Jerez y El Puerto, y legalizando las prácticas de adulteración y fraude en la producción y comercialización de los caldos jerezanos, asentando así el objetivo de los exportadores.

 

Este escenario duró tan solo hasta el año siguiente, cuando los jerezanos “castigaron” al diputado al no votarlo en las elecciones de 1936. A partir de entonces, la demarcación devolvía la zona de producción a las localidades de Cádiz, extendiéndola a pagos de Lebrija. Desde ese momento, la tarea del Consejo Regulador fue evitar las limitaciones y fraudes de los falsos sherries por todo el mundo. Toda una lección de historia. 

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