En las vísperas de la Navidad pasada reuní a un grupo de fotógrafos y les propuse fotografiar en el cementerio, de noche, con la única iluminación que nos proporciona la luna llena. Tras reaccionar de diversas maneras, todos dijeron que sí, y cuando digo todos me estoy refiriendo a Adrián Fatou, Juan Pedro Fiz, Víctor M. Herrero, Patri Díaz, Juan Carlos Toro, Dani Sánchez, Juan Salido, Manu Ruhe, Antonio Herrera, Lola Maró, Tato Cirera, Javi Domínguez, Pako Reguera y yo.

De manera que, movidos por el entusiasmo y el respeto -o el miedo- que produce el lugar, decidimos finalmente hace unos meses aprovechar una luna llena. Tras el permiso pertinente, entramos en el cementerio. Con toda la consideración que el lugar exige hicimos nuestro trabajo. La experiencia fue estupenda. Y profesionalmente supuso un reto, ya que las condiciones eran muy complicadas: poca luz o casi ninguna, un paisaje que no entendemos precisamente como ideal de belleza, el esfuerzo por no hacer la misma foto que el compañero, mucho frío y no diré nada de los ruidos que se oyen en el silencio de la noche.

Salimos antes de lo previsto, quizás cuando mejor nos sentíamos fotografiando.

La lluvia fina que comenzaba a caer ponía en peligro nuestras equipos fotográficos y eso nos obligó a dar por terminado el trabajo. Aún así nos fuimos contentos con la experiencia, algo impresionados con el espacio y helados con la temperatura.

En la edición de hoy de DIARIO DE JEREZ muestra una pequeña parte del resultado de ese trabajo. Creo que pronto tendremos la ocasión de exponerlo de una manera más completa.