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Jerez

"Ya no puedo más, no puedo más"

  • Los conflictos laborales de las concesionarias Acasa y Limasa han dejado paso a estremecedores dramas humanos · Algunos empleados no tienen qué poner de comer en su casa por los impagos

"Desde hace tres meses estoy durmiendo con mi pareja en el coche". Así empieza la historia de María Moreno, una trabajadora de Acasa que se ha visto obligada a pasar las noches en su vehículo al no poder hacer frente al pago de su vivienda. Esta empleada, que lleva cinco años trabajando en la concesionaria, recibió una llamada una tarde de octubre en la que la avisaban de que tenía que dejar su casa al día siguiente. No pudo recoger sus pertenencias, sólo algo de ropa para emprender una etapa más que dolorosa. "Apenas nos dio tiempo a pensar, no sabíamos a dónde ir hasta que al final llegamos a la conclusión de que sólo el coche era nuestra solución", comentó ayer María. Si ya estas líneas estremecen a cualquiera, la cosa empeora cuando esta jerezana cuenta que tiene cinco hijos, tres de ella y dos de su pareja. "Los tengo repartidos en casa de los familiares. Gracias a nuestras familias estamos comiendo porque mi pareja está en el paro", señaló.

Esta Navidad ha sido la más amarga para María y no sólo por no poder llenar la mesa con un menú especial sino porque sus hijos (que van de los 18 años al año y medio) han tenido que sufrir las consecuencias de los impagos de las nóminas. La jerezana rememoró con desgarro los momentos en los que los pequeños de la casa le preguntaban "¿cuándo vamos a dormir todos juntos de nuevo?". "No lo entienden, sólo hablan de regalos, de fiesta... Pero este año ni los Reyes Magos han venido, sólo han dejado algunas cosillas en los domicilios de la familia. Los pequeños decían que cómo iban a venir Sus Majestades si no teníamos ni árbol para que pusieran los regalos", declaró.

María cobra unos 500 euros al mes, un salario que a todas luces no llega para tener una vida digna. "Los ánimos están por los suelos, esto no es vida. Las primeras noches en el coche no podíamos dormir, a pesar de que echábamos los asientos para atrás para estar algo más cómodos, pero el sólo hecho de abrir los ojos y ver dónde estaba te quitaba el sueño. Ahora, creo que es el cansancio por el que al final caemos rendidos, pero en ningún momento te acostumbras a esto", apuntó María.

Si el conflicto de Acasa (concesionaria de ayuda a domicilio) y Limasa (limpieza de edificios públicos) se tuviera que calificar con una sola palabra ésta sería desesperación. Desde hace meses se ha pasado del mero conflicto laboral a vivir auténticos dramas humanos. La crisis, la mala organización de las entidades, la pésima situación municipal y la decisión de esperar hasta que llegue del cielo una solución han provocado que trabajadores como María vivan en situaciones extremas.

Entre ellas está también la historia de Cecilia del Águila. Durante la concentración de ayer en Recursos Humanos todos los presentes aguantaron la respiración al conocer que la joven peruana se había desplomado tras una crisis de ansiedad. El rostro de la incertidumbre y la necesidad con mayúscula es el de Cecilia. "Cobro 440 euros y pago 400 por el alquiler del piso. Me han reducido las horas no sé por qué y no hay nada más donde trabajar, porque también coso, pero no hay nada libre", comentó la joven, quien no dejaba de decir "no puedo más, no puedo más".

A pesar de que intentó no emocionarse al principio, las lágrimas comenzaron a brotar sin control. No es para menos, nadie conocía hasta ese momento que sus dos hijos llevaban un tiempos comiendo sólo una vez al día, y desde hace dos "no se han llevado nada a la boca". Cuando los compañeros que secundaron la protesta se enteraron de la situación extrema de Cecilia decidieron en el acto hacer una colecta para que pudiera comprar algo de comida.

"Vine a Jerez porque tuve la suerte de que me hicieron un contrato. Estuve trabajando mucho tiempo, pero al separarme de mi pareja se me cerraron muchas puertas. Yo me traje a mis niños porque estaba bien aquí, si llego a saber lo que me ocurriría, no los hubiera traído para hacerles sufrir", declaró Cecilia. En estos momentos debe tres meses de alquiler y ya le han cortado la luz, aunque reconoce tener algo de suerte con la propietaria del inmueble, pues le dice que la "entiende, aunque a mí ya me da vergüenza no pagarle, pero es que no tengo".

Ahora Cecilia se está planteando volver a su país con su familia, "allí por lo menos no le faltará nada a mis hijos, porque no puedo más, no puedo más", repetía una y otra vez. Escoltada por empleados y representantes del comité, la empleada salió de Recursos Humanos cabizbaja mientras que sus compañeros le daban ánimos a gritos y un aplauso que removió la sensibilidad de muchos.

Las caras de las protestas ante el Ayuntamiento también tienen otros nombres. Pilar es uno de ellos, una empleada de ayuda a domicilio que lleva 13 años trabajando en la concesionaria. En su caso la depresión de su marido pone otra piedra en el camino para salir de esta situación. De nuevo se repite la historia de que el suyo es el único ingreso que entra en casa, teniendo bajo el mismo techo hasta seis personas, todos los adultos en paro. La casa ya la tiene embargada, los bancos no dejan de llamarle para que pague y los intereses crecen día a día. "Aquí no nos movilizamos porque se retrase dos o tres días. Señores, estamos a día 11 y yo ya tengo que pagar 150 euros de más en mis recibos", declaró Pilar, quien recriminó además que "no estamos valoradas, empezando desde el que está más alto. A Pilar [por la alcaldesa] o a quien sea que gane las elecciones le diría que desde una silla no se sabe el trabajo que realizamos".

La solidaridad en momentos de necesidad también se ha echo patente en la vida de Pilar. "En Navidad en lugar de comer cordero hay que conformarse con unos huevos fritos con patatas, eso no me importa. Lo que me duele es no tener para el día a día, y sí, me he visto en momentos en los que no tenía nada que poner en la mesa, hasta el punto de que una vecina me ha tenido que bajar la comida. No me da vergüenza decirlo", recordó.

La caída de la construcción dejó en paro al marido de Ana Jaén hace dos años. El declive comenzó con la falta de trabajo del padre de familia, provocando que el peso fuerte recayera en esta trabajadora de Limasa desde hace 7 años. Su nómina, como todas las de las concesionarias citadas, se enmarcan dentro del grupo de 'ojalá fuera mileurista', ya que llega a los 758 euros. "¿Por dónde tiramos? Pues al final pago una cosa y la otra la dejo a deber, la hipoteca la tengo atrasada y si el día 15 no pago la luz me la cortan", comentó. Tiene que reírse entre sus cuatro paredes aunque no tenga ganas, es la fuerte de la casa y "no puedo dejar que los demás se hundan, debo sacar fuerzas de donde no las tengo".

Al lado de Ana está Inmaculada López. Apoyada en la fachada de Recursos Humanos atiende a su compañera mientras ésta relata su día a día. Asiente cuando comenta que "esto no es vida" y decide contar su historia para poner otra cara al conflicto. Inmaculada es madre soltera y está sola a la hora de hacer frente a los gastos. "Al final me quedo con unos 200 euros para pasar todo el mes. No puedo pagar la luz cuando me viene la factura, yo lo ingreso cuando me viene el corte, y el agua igual, el teléfono móvil me lo cortan cada dos por tres... Así estoy mes a mes", relató. En los 17 años que lleva en la empresa nunca ha visto nada parecido, siempre habían cobrado más o menos en tiempo y forma, "pero ya estamos que nos subimos por las paredes".

Éstos son algunos de los muchos rostros que dan vida a los servicios municipales. Son aquellas personas que cuidan de los mayores y los que ponen a punto los colegios públicos. A pesar de que no han cobrado siguen levantándose día a día para desarrollar su trabajo "con la mejor de las sonrisas", pero al llegar a casa la cara cambia, las mangas se remangan hasta el codo para levantar unos hogares que viven auténticos dramas.

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