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Jerez

Padres que buscan hijos; hijos que buscan padres

  • Denuncian que al menos cinco bebés ‘se perdieron’ en el hospital en los setenta

- “Antonia vio a la niña nacida viva, pero nunca llegó a verla muerta; Patricio vio a la niña nacida muerta, pero nunca pudo verla viva”. (David, un jerezano).

    Este era el patrón por el que, supuestamente, un niño era arrebatado de las manos de sus madres y, horas después, dados por muertos. Ocurría en el hospital de Jerez, la antigua residencia, y los casos que han aflorado en otros muchos hospitales públicos y privados de la provincia coinciden en sus ‘modus operandis’.

    Ana María Barranco es una lágrima; no las contiene. No hay día que no recuerde a su hija. Su hija tendría ahora 38 años. Nunca tuvo nombre. En abril de 1973 ingresó de parto en el hospital. Alumbró el día 29, cerca de la medianoche. Una niña sana y “bien viva”, como le dijo la matrona antes de entrar en quirófano tras palparle el vientre. La niña pesó cuatro kilos al nacer. Era grande, con gran pelo negro. El bebé nunca estuvo sobre el pecho de su madre. No lloró ni se quejó, pero su madre Antonia recuerda que, nada más ver la luz, fue llevada por alguien a otro lugar, posiblemente a Pediatría. Pasada media hora, alguien llega a la habitación y le comunica a Ana que su hija había muerto. Las siguientes seis horas, sin poder comunicar con los suyos, fueron seis horas sola de llanto. Alrededor de las seis de la mañana aparece en el área materno-infantil del hospital su marido José Rebollo, ahora ya con 65 años, y vecino de Icovesa, que casó con Ana en 1971, un trabajador de toda la vida:lo hizo en ‘Jerez Industrial’, donde se prejubiló,también en la ‘fábrica de juguetes’ de Las Cocheras. O  en la finca ‘Romanito’, junto a su padre, haciendo labores de carpintero. Era su primer hijo. Sube a la habitación y Ana le  cuenta lo ocurrido. José, Pepe, exige ver a la niña. Un enfermero le conduce a la morgue y le muestra una bebé muerta. “Y ya no supimos más. Le velamos y, un día después, vi el coche de la funeraria con un pequeño ataúd en su interior”.

   “Tomamos camino del cementerio y la niña fue enterrada”. Pepe cogió la caja entre sus brazos. Recuerda que era muy ligera de peso, hasta el punto de cogerla ayudándose de un solo brazo para arrancar el crucifijo que llevaba. Ese crucifijo aún lo lleva Ana. La pequeña fue enterrada en la fosa común y no en un nicho, cuando la familia estaba al corriente de las cuotas de ‘Santa Lucía’.

Pasaron los años y aquello se olvidó. Bueno, lo olvidaron todos menos Ana, que tuvo tres hijos más: Noelia, Alicia y Juan José. Las noticias en prensa y televisión sobre los casos de ‘niños perdidos’ le hizo pensar a Pepe. Cabría esa posibilidad, se dijo: Le resultó extraño  el buen comentario de la matrona cuando palpó el vientre de Ana o el hecho de que fuera enterrada en la fosa común. Ana y Pepe han decidido remover papeles; de aquí para allá, sin descanso. Pepe dice que ahora siente una enorme curiosidad; Ana afirma que la tristeza le hunde. Y se echa a llorar una y otra vez.

El 22 de mayo de 1971 Antonia ingresó en el hospital de Jerez. A las 22,30 horas, da a luz a una niña, a la que oye llorar y se la llevan para lavarla. Dos horas después, a Antonia le comunican que la niña ha muerto. Patricio, su marido, llega al hospital unas dos horas después del parto, pregunta por su mujer y le dicen que está en la sala de partos. Patricio no lo sabe, pero Antonia ya había parido dos horas antes. Dos horas más tarde, Patricio vuelve a preguntar: Le contestan lo mismo, que su mujer sigue en la sala de partos.

Cuatro horas después, cuando Patricio vuelve, impaciente, a preguntar, una enfermera le dice sorprendida: ‘¡Oh!, ¿pero a usted no le han dicho nada de que hija ha muerto?’.

A las cinco de la tarde, hora de visita, es sólo entonces cuando a Patricio le permiten entrar y ver a su mujer Antonia, que lleva toda la noche del postparto sola y con la losa de saber que su hija ha muerto. Patricio solicita ver a la niña. Baja a la sala y le enseñan un cuerpecito envuelto en vendas, “muy limpita”. Por eso, Antonia vio a la niña nacida viva, pero nunca la llegó a ver muerta; Patricio vio a la niña nacida muerta, pero nunca viva... Visualmente, ni Antonia ni Patricio pudieron verificar que la niña nacida fuera la misma que la mostrada como muerta”. Un día después, Patricio y su padre acudieron al cementerio para presenciar el enterramiento de la niña, sin poder ver el interior del pequeño féretro, que ya llegó cerrado. Patricio cobró tan sólo unas 2.500 pesetas por la Seguridad Social por el nacimiento de su hija. Cobró el dinero por “asignación por hijo”,por  una hija que nunca llegó  ser registrada en el libro de familia, al haber fallecido transcurridas las primeras veinticuatro horas.

Los días volvieron a pasar. En 1973 nació David, el joven que ha  asumido la iniciativa de buscar a su hermana. Luego, cuatro años después, nació su hermana Mercedes. Dice David -protagonista de este asunto- en su ‘blog’ de internet que iniciaron esta búsqueda “porque tuvimos conocimiento de que no somos un caso aislado. Al parecer, hay indicios en los años sesenta y principios de los setenta  para sospechar que en nuestra provincia funcionó una trama organizada de robos de recién nacidos, que eran arrebatados a sus padres y dados a familias adineradas previo pago de importantes cantidades”.

(La asociación nacional de afectados por adopciones irregulares (Anadir) ha registrado en Jerez , al menos cinco casos. Estudian ahora si pueden llevarse a la Fiscalía General del Estado. De estar en la misma situación,  lo mejor es darse de alta en Anadir, que es gratuito y sin cuotas).

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