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Cultura

El arte de seducir cantando

  • Marina Heredia llena de matices el Patio de San Fernando del Alcázar con un recital de más de hora y media de duración y en el que aglutina con éxito clasicismo y contemporaneidad

Cante: Marina Heredia. Guitarras: José Quevedo 'Bolita' y Manuel Parrilla. Percusión: Paquito González. Coros y palmas: Jara Heredia y Anabel Rivera. Fecha: 19 de julio. Lugar: Alcázar de Jerez. Aforo: Unas quinientas personas.

No es fácil encontrar en el panorama flamenco actual una especie tan distinta como la que representa Marina Heredia, una cantaora sublime y una artista mayúscula, desde que se sube al escenario enfundada en un vestuario selecto hasta que cierra cualquiera de sus cantes. Atrevida, voraz, valiente, seductora, comunicativa y exigente consigo misma, no hay nada más que ver cómo se arriesga en el frente al frente con el público, sin miedo al qué dirán y con un grado de autoconfianza excelso. En el escenario es como un torero que recibe a la muerte a puerta gayola, sin más.

¿Y cómo se traduce todo esto en una actuación? Bastante simple, con un recital de más de hora y media de duración y sin bajar nunca el nivel, casi ná. Pocos artistas son capaces de subirse al escenario y mantener la linealidad y atención del público durante tanto tiempo, todo ello dando toda una lección de cantaora larga, de estudiosa, de conocedora del cante y sobre todo de profesionalidad, lo que les falta a muchos.

Marina es capaz de 'desestresar' con una milonga, de recordar a La Moreno o el Gloria al arrancarse por bulería por soleá, de levantar el vello con el macho de cierre de Manuel Molina o de remarcar el cante con esos fandangos chocolateros incorruptibles con el paso de los años, y que siguen teniendo esa enjundia que irradiaba el maestro.

Sabe rescatar sin perder la esencia, pero lo más importante, sabe otorgar a cada cante un sello personal que lo despega de la versión robótica de muchos cantaores actuales.

Si durante toda la noche, el corte clásico prevaleció por encima de todo, no es menos cierto que los apuntes más novedosos que incluye Marina en su repertorio enriquecen al mismo. Yo diría que en muchos casos, como la pequeña parodia que intercambia con el gaditano Coro de Luis Rivero, sirve para recuperar la atención del público. Lo hace, como no podía ser de otra manera hablando de Cádiz, a través de los tanguillos y en clave de humor, dos detalles que los más quinientos espectadores que asistieron al concierto agradecieron y de qué manera.

No fue su única incursión por terrenos distintos, pues acto seguido, se metió en el papel del mismísimo Bambino para 'rumbear' con desparpajo y hechuras por encima del escenario.

Su metal sinfónico de voz siguió desprendiendo destellos en una caña y un polo espectaculares, cargados de matices de Bolita y Parrilla, sensacionales durante toda la noche igual que la percusión de Paquito González, aquí magnífico, y los coros de Jara Heredia y Anabel Rivera.

No es habitual escuchar este tipo de palos cuando no hay baile por medio, y vaya si se agradece, porque la caña y el polo, ambos con tintes morentianos, dejaron una sensación de grandeza que recorrió todo el patio de San Fernando.

Todavía hubo tiempo de escuchar su angelical garganta por malagueñas, haciendo un guiño a Chacón y a Gayarrito, y rematando la faena con fandangos del Albaicín (a los que llegó algo extenuada), y por bulerías, con ese tema que cierra el disco, 'De leyenda' y donde rinde un homenaje exquisito a Camarón. Entregada y a gusto sobre el escenario, Marina regaló a Jerez varias letras de 'Se nos rompió el amor', y varios remates camaroneros que pusieron colofón a una noche completa y de enorme talento artístico.

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