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Arquitectura La belleza intangible

Lucca, paraíso peatonal

"Lo más importante es que no pierdas tu deseo de caminar. Todos los días me llevo caminando hacia un estado de bienestar y del mismo modo, caminando, me alejo de la enfermedad. He andado hasta mis mejores pensamientos y jamás he encontrado un pensamiento tan pesado que el caminar no pudiera ahuyentar". Kierkegaard, 1847.

Una vez, hojeando un libro maravilloso: 'Monumenti D'Italia. Le Piazze', descubrí una ciudad en la que existía una plaza que era el resultado de haber construido un grupo de casas sobre un antiguo anfiteatro romano. Se sabe que son muchos los lugares donde las construcciones romanas han quedado sepultadas bajo las calles y edificios de épocas posteriores. Sin ir muy lejos, en Cádiz tenemos el ejemplo del barrio del Pópulo, donde apareció el teatro romano bajo los cimientos, o mejor dicho, como cimientos de las casas que posteriormente se construyeron. Algo parecido ocurrió en Lucca, la ciudad italiana a la que me refería, aunque con una diferencia: en Lucca, la cota de nivel de la ciudad no subió con el tiempo, por lo que el anfiteatro quedó erecto a ras de calle. Pero sí que fue troceado y reutilizado como parte de las estructuras de las casas que se construyeron en y sobre sus graderíos. También tuvieron la idea maravillosa de respetar el espacio central ovalado, llamado Arena, como plaza pública, con lo que la convirtieron en un lugar singular y posiblemente único en el mundo.

Parecía imposible que una ciudad que había gestionado tan bien un asunto como el del anfiteatro no tuviera otros atractivos para el viajero interesado por la arquitectura. Efectivamente, visitar Lucca fue, y de hecho sigue siendo, un deleite para los sentidos. Fundada entre Pisa y Florencia por los romanos por su posición territorial privilegiada respecto de las rutas comerciales, Lucca es una ciudad que presenta al visitante perspectivas nuevas e inesperadas: la imponente muralla renacentista que rodea la ciudad se ha conservado intacta hasta nuestros días, al igual que la totalidad del centro histórico medieval que éstas han encerrado desde hace más de 500 años. Las murallas, construidas con diez bastiones defensivos, presentaban los lienzos verticales de piedra hacia el exterior mientras que fueron aterradas hacia el interior, y ese espacio con el tiempo fue convertido en un parque elevado que envuelve la ciudad histórica en todo su perímetro. Es fantástica la visión que se tiene de la ciudad caminando bajo los árboles del singular parque.

Y claro, con la misma inteligencia que actuaron en el pasado, han seguido decidiendo sus ciudadanos, sus administradores, hasta el presente. Todo en el recinto histórico es coherente: fue peatonalizado en su totalidad años atrás. Tan sólo es accesible para los vehículos de los servicios públicos y los de los residentes. Como consecuencia de la escasa presencia de los automóviles la vida en el interior amurallado transcurre plácida y tiene un gran atractivo para los ciudadanos y también para los visitantes ocasionales. En algunas calles se desarrollan mercadillos al aire libre, con el buen tiempo las tiendas sacan sus productos al exterior y la ciudad se muestra con toda su espléndida urbanidad. A las puertas de la ciudad se encuentran negocios de alquiler de bicicletas que permiten a los visitantes llegar a cada rincón de su aseado centro histórico.

Muchas ciudades italianas se consolidaron durante las llamadas Guerras Italianas, una serie de conflictos sucedidos entre 1494 y 1559 que implicaron a los principales Estados de la Europa Occidental: Francia, España, Sacro Imperio Romano-Germánico, Inglaterra, la República de Venecia, los Estados Pontificios y la mayoría de las ciudades-estado italianas, así como también al Imperio Otomano. Inicialmente se trató de una disputa dinástica acerca de los derechos hereditarios de Francia sobre el Ducado de Milán y el Reino de Nápoles, pero las guerras se convirtieron rápidamente en luchas territoriales y de poder entre los distintos participantes, que estuvieron marcadas por juegos de alianzas, contra-alianzas y frecuentes traiciones. Esto dio lugar a ciudades amuralladas y palacios fortificados, que hoy despiertan la admiración de los viajeros y turistas que acuden a ellas. Una de las características más singulares de estos palacios es la presencia de una torre de vigilancia y defensa que emerge varias plantas respecto de las paredes de los edificios.

Como en otras muchas ciudades toscanas, Lucca conserva muchas de estas casas fortificadas con torre y entre ellas destaca particularmente la del Palazzo Guinigi, una de las familias más poderosas de la ciudad, que quisieron embellecer la torre con la plantación de varios robles en su coronación y la convirtieron en uno de los símbolos del Renacimiento. El lugar es un imán cuando se observa desde la distancia y un espacio del que uno no se quiere marchar cuando se asciende hasta él.

Las ciudades son el producto del uso inteligente y contradictorio del espacio público. Frente a la imposición por la fuerza por parte del poder económico de las acciones que afectan al devenir de la ciudad, está la lógica de su preservación en favor de sus habitantes, que son quienes deben estar en el primer lugar de la lista de los beneficiarios de la ciudad que habitan. La ciudad peatonalizada contribuye a la vida organizada desde el pulso, desde el latir del corazón, desde el ritmo que corresponde a los seres humanos. La lógica urbana consolidada a lo largo del tiempo ha dado lugar a ciudades como Lucca, donde la vida florece en las calles y también en las alturas.

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