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La crítica

Entremeses de Cervantes aderezados en la mesa del Teatro Villamarta

  • Baile clásico corral, teatro sin trampa ni cartón bajo la dirección de José Luis Gómez

Cuando se asiste a una propuesta de teatro clásico siempre hay dudas sobre lo que se espera. Cuando quien se espera es al grupo de la Abadía, las expectativas se tornan ilusionantes. Cuando el Villamarta apuesta por ellos, es porque seguro que merece la pena. La presentación de personajes ya comienza con originalidad: entran desde el patio de butacas con música de cancioneros y de zarabandas, música instrumental que impregna el ambiente y hechizo iniciático para realizar una declaración de intenciones sensoriales. El escenario, a su vez, un corral de comedias a la nueva usanza, con atrezzo y utilería rural, con sillas de neas, bancos de madera y un fondo blanco nacarado en tres dioramas utilizados como calles perfectamente aforadas y como refugios de personajes. El momento del despertar del texto es una bocanada de aire. Lo plausible es conseguir adaptar un clásico al lenguaje mediático de nuestros días. Darle su sitio al absurdo pero, a la vez, impregnar el escenario de realismo picaresco, de ritmo bien medido y de ganas de transmitir emociones. Historias de entremeses clásicos presentados a modo de fiesta rural y donde la sombra de un árbol permanente de raíces invisibles, grueso tronco y ramas voladoras cobija a todos los personajes de época que desarrollan sus tramas de dramaturgia pastoral y bucólica y que a su vez, acogen perfectamente las historias de mentira, la lujuria y la picardía; todas ellas unidas por el nexo de la existencia humana y la supervivencia en tiempos de crisis de valores sobre todo. La concentración de acciones y de personajes es un objetivo en sí mismo, la movilidad de los figurines engrandece los aspectos corales y las incrustaciones de efectos especiales y de notas musicales redondean un ambiente bucólico y rural.

Con una intencionalidad que se antoja muy trabajada, la frescura y la verdad de los personajes en su unión con el texto, aparecen nítidas y sin alteraciones. En todo momento se deja sentir la fuerza dramática de un director acostumbrado a lidiar con textos clásicos pero, a veces, la idiosincrasia del autor del Quijote se hace presente con la complicidad de los diálogos en aras de conseguir embaucar, al mismo tiempo, a personajes y espectadores, a hacerlos protagonistas inmediatos de un juego escénico y mediatos de la verdadera esencia cenagosa de los nudos de las tramas que se plantean: la burla, el juego, la esperanza, la necedad, la infidelidad, la celotipia, la inteligencia emocional y la capacidad de adaptación a los entuertos del Siglo de Oro presentados al público en tres dimensiones y con los cinco sentidos.

Una propuesta que empieza de menos a más, que va embaucando al espectador con la profesionalidad de los actores y actrices, con el perfecto engranaje de mutis, de cambios de vestuario a vista y de efectos especiales visuales y sonoros. Puertas que se abren, cerrojos que chirrían, gotas de lluvia y hasta truenos que agrandan el espacio y crean ambiente. Un espectáculo que conforme avanza aumenta su nivel, que define muy bien el espacio narrado pero sobre todo el espacio evocado, y que en el retablo de las maravillas alcanza cotas de dramaturgia narrativa y figurada dignas de las mejores tablas de los escenarios castellanos de los tiempos cervantinos. Una iluminación seria y sin maniobras exageradas, un vestuario en tonos ocres y terrenales y unos personajes perfectamente definidos, conseguidos en lo no verbal, en el figurín, en una comedia del arte de las de calidad, pero sobre todo en lo vocal, donde la dicción y la impostación están en todo momento a gran nivel, y donde la danza y la música acompañan sobre manera.

Las canciones bien integradas como interludios en los tres entremeses presentados acaban haciendo sentir emociones encontradas en el espectador, sobre todo en un muy plástico final tan bucólico como intrigante y donde la presencia del tronco de árbol cobra personalidad para poder albergar las almas de quienes durante dos horas de función se han entregado al maravilloso juego de ser feliz mientras haya vida para contarlas. Una forma de hacer teatro sin trampas ni cartón. Con mucho trabajo detrás, con unas ganas tremendas de transmitir y consiguiendo ir creando el ambiente perseguido. Un reto pero a la vez mucha facilidad para hacernos ver que los clásicos bien tratados tienen alma de juglares y comediantes por los siglos de los siglos.

La crítica

Entremeses

Autor: Cervantes. Fecha: Viernes 10 de abril a las 20,30 horas. Reparto: Julio Cortázar. Miguel Cubero. Palmira Ferrer. Eduardo Aguirre. Javier Lara. Inma Nieto. Luis Moreno. José Luis Torrijo. Elisabeth Gelabert. Diana Bernedo. Dirección y adaptación: José Luis Gómez.Entremeses: 'La cueva de Salamanca', 'El viejo celoso', 'El retablo de las maravillas'. 


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