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La otra orilla

andrés / garcía

4 minutos

Cuando una persona cae al agua, si ésta empieza a entrar en sus pulmones puede morir por hipoxia. Sólo se necesitan 4 minutos para que pueda aparecer una lesión cerebral, a veces alguno más; y antes de eso la angustia, la desesperación, la búsqueda de ayuda... Pues así ha ocurrido hasta 700 veces este fin de semana: el miedo, el agua, el frío, el sufrimiento inmenso. Han muerto en sólo dos días, según estimaciones de la Organización Internacional de las Migraciones, más de 700 personas en el mediterráneo. Puede ser el fin de semana más mortal de los últimos meses, subiendo la estimación de fallecidos en este mar hasta las 3.000 personas en este año 2014. Sirios, palestinos, egipcios y sudaneses serían las víctimas, expulsados de sus tierras por las guerras que otros alentaron, y engañados por las mafias que se sirven de su sangre para enriquecerse. ¿Han oído crujir algo en el mundo ante tan bestial mortandad? ¿ha habido una gran coalición internacional condenando la barbarie?

Nuestro Mare Nostrum se está convirtiendo en un enorme cementerio. La gente huye en estampidas y nada, absolutamente nada, cambia en la política internacional. Ucrania, Escocia o el nuevo grupo terrorista Estado Islámico son frentes más importantes en la medida en que ponen en jaque la hegemonía de los estados del norte, la obtención de suministros para mantener nuestras economías. Pero África sigue sin ser prioritario. Es un continente maravilloso zarandeado de forma continua para que en su inestabilidad los intereses foráneos se vean lo menos afectados posible. Y así, ante un estruendoso silencio cómplice, la desamortización del continente africano, la pobreza encarnizada, la desesperación va creando esos monstruos de los que después nos arrepentimos.

Sólo 4 minutos son suficientes para sentir el dolor de nuestros vecinos del sur, para comprender por qué huyen y por qué se la juegan en medio del mar. En sólo 4 minutos podríamos comprender que la solución pasa por acabar con la deuda externa, por desterrar el secreto bancario para criminales de guerra y políticos, por paralizar la venta de armas. No deberíamos necesitar más que unos segundos para afirmar que es una obligación moral de toda la humanidad, un ejercicio político elemental, garantizar que todos bebamos agua potable y podamos comer tres veces al día. Es fácil, las soluciones están ya más que proclamadas, pero sigue sin haber interés, nos estamos acostumbrando a mirar a otro lado, y así, en pocos minutos, se nos va la esperanza.

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