QUÉ curiosos son los puntos finales. Cuando se comienza a escribir una historia es evidente que los personajes caminan en su propia dirección, aunque haya una trama que les relacione a todos y un argumento que les une al lector. Pues bien, igualmente, cuando comienza una novela hasta que no pase la página no sabe con lo que se va a encontrar. Quizá esa sea la apasionante causalidad que engancha a la lectura. Pero, ¿qué pasa cuando el punto final es próximo? Hay dos posturas: o bien le es insignificante porque la historia no le gustó, o bien llega ese vacío legal en el alma. Como cuando alguien se despierta de un sueño maravilloso en el que se cumplen todas sus metas. El choque al despertar duele. El tortazo al llegar a ese punto final de una novela que fue hermosa, desgarra. Sin embargo, como todo en la vida no es más que actitud y compostura, olvidamos que por muy buena que fuese ese libro, justo a su lado en la estantería encontramos otro de la misma calidad, incluso mejor. Y es eso mismo lo que sucede con las relaciones y el amor.