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Ascenso y caída del 'padre pepe'

Los Obreros de la Cruz RUEGAN POR Ti

  • Decenas de nombres de personas abandonadas y sin familia no tienen lápida ni explicación de su fin en El Santísimo

Andrés Gaitero nació tonto. Tonto si atendemos a su capacidad intelectual. Nació listo si se entiende como vivo, como superviviente. Lo seguro es que Andrés Gaitero nació y eso fue lo último que su madre hizo por él. Andrés nació en Jerez sobre 1960 y se crió en la casa cuna de Cádiz, con sus monjitas. Cuando se abrió el complejo de El Madrugador, un manicomio y un colegio de educación especial, Andrés se trasladó allí, acomodó su ancho cuerpo y decidió que se sentía como en casa, él que nunca había tenido una. Arrimado a sus monjitas, autoritario con los que más 'tontos' que él y sumiso con todo aquel que tuviera poder, Andrés el listo -"tengo 65 de coeficiente", repetía orgulloso a sus iguales- construyó un imperio en su cabeza. Una bienintencionada ley, la reforma psiquiátrica, destruyó su imperio. Acabemos con los manicomios, decía la ley. Y los muros se derrumbaron.

En 1994 Diputación cerró El Madrugador. Andrés se encontró con una escoba. Había sido contratado por Diputación como muchos otros acogidos, como muchos otros niños de la casa cuna, ya mayores, con una deficiencia intelectual leve, para barrer calles. Pero Andrés no servía para la escoba. Andrés sólo estaba bien con sus monjitas.

"Cuando cerró El Madrugador Diputación se encontró con un problema. Estaban por un lado los enfermos del psiquiátrico que tenían familias que podían hacerse cargo de ellos, otros para los que se crearon dispositivos... ¿pero qué hacían con los deficientes psíquicos de los que no se hacía cargo nadie?". Luis Benvenuty, dirigente histórico de Afanas, fue uno de los hombres que colaboró para buscar una salida. Concertaron plazas, generaron recursos. Tuvieron suerte quienes cayeron en aquellas manos. Granjas, actividades, centros ajardinados, zonas amplias... Luz y espacio.

Afanas no podía hacerse cargo de todos. Pequeñas organizaciones caritativas se presentaron al 'concurso'. Entre ellos, despertaron la atención unos frailes con aspecto franciscano. Los Obreros de la Cruz, se hacían llamar. Estaban comandados por José Herrera y presentaban como instalación una vieja finca, El Santísimo, situada a la salida de Medina. Una benefactora, Pilar Vela, viuda y sin hijos, les legó a su muerte sus bienes en 1993, incluidos 20.000 metros cuadrados de finca.

¿Quién era este hombre que luego se haría célebre como el Padre Pepe y que fue detenido hace quince días en la discoteca Passion de Torremolinos acusado de 'limpiar' las cartillas de los ancianos de El Santísimo? José Herrera, natural de Benalup, descubrió su 'vocación' en Ceuta mirándose en la figura de Isidoro Lezcano, un ex cuidador de manicomios que había fundado la orden de los hermanos franciscanos de la Cruz Blanca, dedicada a recoger a los necesitados. Herrera se separó de la Cruz Blanca a principios de los 90. Los hermanos de la Cruz Blanca tienen expresamente prohibido hablar de él. Por eso, un miembro de la orden preguntado sobre el Padre Pepe suspira y simplemente dice "amén, si yo le contara...".

El Padre Pepe montó su propia orden, que el obispado de Cádiz nunca reconoció. Tuvo que ir a Venezuela para lograr ese reconocimiento, con lo que inició una fluida relación al otro lado del charco, donde nació su 'vocación' paralela, la empresarial. En España, Herrera, que hace votos de castidad, pobreza, atención al necesitado y obediencia, se conforma con vestirse el hábito de San Martín de Porres, sin uso en la Iglesia católica. Con ese hábito, el cura que no es cura negocia con las administraciones. Durante este tiempo Herrera se jactará de sus relaciones con el poder.

Un alto cargo de Diputación en los años posteriores reconoce una buena relación "porque quitaban muchos problemas de encima. Si no había sitio para un enfermo, se llamaba a los obreros. Ellos siempre decían que sí, tuvieran o no tuvieran sitio, ya se las arreglarían. Asumían lo inasumible".

En la puja por quedarse con los enfermos mentales de El Madrugador, los Obreros de la Cruz se llevaron a más de 60. Entre ellos no estaba Andrés. Andrés llegaría después.

Todas las navidades Andrés tenía una cita. Era una cita importante. Por eso se ponía una corbata y un traje, sacaba sus perrillas y compraba chucherías para los niños. Las navidades las pasaba Andrés con la familia de uno de los educadores del Madrugador. El educador cuenta su degradación: "Era diabético y tenía episodios epilépticos leves. Eso lo había tenido siempre, pero lo llevaba bien. En Navidad venía a casa con su muda, muy aseado, con los regalitos para los niños. Le gustaba coger el micrófono y cantar, ser un poco el protagonista. Desde que ingresó en El Santísimo, la ropa iba siendo cada vez más andrajosa, venía sin mudas, con una higiene que dejaba mucho que desear y, sobre todo, sin una perra en el bolsillo. Ya no podía ni traer regalos a los niños, y eso le daba vergüenza. No estaba tan alegre como las anteriores nochebuenas. El siempre había presumido de sus buenas relaciones con quienes le cuidaban. Cualquier atención que se le ofreciera era para él un signo de su influencia. Pero jamás habló de esa gente. Me extrañó y lo interpreté como que, simplemente, no tenía apenas contacto con ellos. En mis visitas al Santísimo tuve un encuentro con José Herrera. Fue frío, muy frío. Intenté sacarle temas relacionados con la religión, pero él era esquivo. Dejé mi número para que se comunicaran conmigo para cualquier cosa que sucediera. Un día, por la calle, me encontré con un viejo compañero de El Madrugador y fue él el que me dio la noticia: ¿Sabes que se ha muerto Andrés? Había muerto hace meses. No me dijeron nada".

En algún momento de 2000 falleció Andrés Gaitero, tan solo como había nacido. Al educador no le informaron tampoco de las causas de la muerte, sólo que estaba enterrado en el cementerio de Medina. Ninguna lápida recuerda a Andrés Gaitero, ni su nacimiento ni su muerte. "Debe estar en una fosa común", informan en el cementerio. En realidad, su nombre aparece en el registro del cementerio mancomundado de Chiclana como incinerado. No se sabe dónde fueron a parar sus cenizas.

El regreso del tío Luis fue una sorpresa para la familia Soriano (nombre supuesto). Era un 'desaparecido'. Se sabía que estuvo en la Legión y ahora, tanto tiempo después, aparecía en Jerez casi como un mendigo. La familia arregló los papeles de su pensión, una pequeña pensión, y El Santísimo se ofreció a acogerle. Reconoce uno de sus familiares que le visitaban poco, pero no esperaban que el día que fueron a verle les dijeran "¿que cómo está? Murió hace tres meses".

Paco y Boby eran dos hermanos de Arcos que pasaron directamente de El Madrugador a El Santísimo. Paco, "un loco muy loco, a veces, muy divertido", era una leyenda en el psiquiátrico. Era un fuguista, pero no un fuguista cualquiera. Estaba especializado en el turismo manicomial. "Se escapaba del loquero y aparecía dos meses después en el loquero de Zamora", explica Antonio, enfermero de El Madrugador. En El Santísimo no se escapó más.

A Paco lo descubrió el educador de Andrés cuando, en su visita a las instalaciones del Santísimo, Gaitero le enseñó el lugar "de los profundos". En una entreplanta, casi un sótano, estaba Paco con todos los demás acogidos por los Obreros de la Cruz. El cierre de los manicomios le había llevado a otro manicomio. "Esa gente no estaba bien", explica el educador con un gesto triste, "estaban demasiado hacinados". Y Paco ya sólo daba vueltas sobre sí mismo.

Todo el pueblo conoce al enterrador de Medina como Francisco 'el viudo'. "Los obreros tenían en la parte de abajo un manicomio al que se accedía por un montacargas". Francisco estuvo allí cuando era empleado de la empresa de aguas. "Habría treinta y tantos metidos en dos habitaciones, amplias, pero sólo dos. Llevaban batas blancas sin nada debajo y olía a encerramiento. Me quitaron el paquete de tabaco entero. Pedían y pedían con las manos extendidas. Imponía mucho".

El 'manicomio' del sótano era insostenible y los Obreros de la Cruz se decidieron por el traslado. Más espacio, más abuelos, más enfermos mentales. La empresa crecía. Se hicieron con un antiguo hotel a la entrada de Conil y llevaron allí a todos los internos jóvenes, mientras los enfermos mentales más ancianos se quedaron en Medina. "No lo acondicionaron. Tenía claramente la estructura de un hotel y no era lugar para ese tipo de personas", explica un miembro de Afanas que conoció el lugar. De hecho, el establecimiento se abrió con una licencia provisional y la Junta reconoció que no era el adecuado para estas personas, por lo que pidió que se realizaran reformas.

El 15 de julio de 2002 había 65 enfermos mentales en la Casa Familiar San Vicente de Paúl de Conil. La habitación 206 estaba ocupada por dos hermanos de La Línea, Ignacio y Antonio, ambos fumadores compulsivos. Ignacio sacó de su escondite un cigarro, lo prendió, se durmió y la brasa quemó el colchón. En pocos momentos el fuego se extendió por el antiguo edificio. Fue una noche de locura. Los enfermos mentales perdían los estribos, gritaban paralizados, el pánico mental como madre de todos los espantos ante ese humo espeso, encerrados en sus habitaciones de hotel... Antonio murió y con él la confianza de la Junta en seguir contando con la orden para el cuidado de los enfermos mentales. Habían pasado ocho años desde el cierre del psiquiátrico y lugares como éste eran los 'nuevos' psiquiátricos.

Estanislao Mena, que fue subdirector médico del psiquiátrico deEl Madrugador, resume lo sucedido: "Vaciaron el manicomio gracias a esta gente de Medina. Fueron muy útiles para decir al mundo que aquí ya no había manicomios, pero la verdad es que lo único que se consiguió fue trasladar a enfermos manicomiales de un manicomio conocido a un manicomio desconocido".

Los Obreros de la Cruz se concentraron en su residencia de ancianos, pero los negocios paralelos que habían creado, todo un holding que iba desde sus dulces de Medina a una ganadería pasando por una fracasada granja de pollos, empezaban a no funcionar bien. Las plazas concertadas seguían siendo un seguro, pero las instalaciones no se modernizaban. Pese a ello, pasaban las inspecciones. "La ratio era la adecuada y cumplían los niveles de asistencia tanto de atención diaria como de asistencia médica", dicen fuentes de la Junta que no se extienden más, ya que está pendiente la comparecencia de la consejera de Asuntos Sociales, Micaela Navarro, para explicar qué es lo que ha pasado en el Santísimo. Entre 1998 y 2003, la cifra que oficialmente se conoce, los Obreros de la Cruz han recibido de la Junta unos 300.000 euros por sus plazas concertadas.

La diputada popular Carmen Pedemonte relaciona el caso de El Santísimo con la escasez de plazas residenciales, que obliga a la Junta a concertar con asilos anticuados. "El déficit de residencias para mayores y la dejación de funciones de la Consejería han llevado a derivar la construcción de estos centros a los ayuntamientos, cosa que no es de su competencia, y a la iniciativa privada, de forma sistemática".

Un funcionario que ha tenido que acudir en tiempos de lo los obreros a esta residencia la describe así: "Las instalaciones son como de los años 50. Los dormitorios son algo más que espartanos. El olor es una concentración de orín y comida... hay que acostumbrarse a ese olor. Los ancianos están con los mismos dodotis todo el día".

Un miembro del comité de empresa de la residencia se escandaliza ante todo lo que se está contando. "Se están diciendo tonterías inmensas, falsedades. He escuchado decir en un medio de comunicación que a los ancianos se les lavaba con mangueras a todos juntos. Por Dios... le puedo jurar que a los ancianos se les baña en la intimidad y que los empleados tratan con dignidad a los residentes".

María ha trabajado en geriátricos y conoce "la dureza de este trabajo. Es vocacional, sino es imposible, Puede ser agotador tratar con ancianos. Y a estos cuidadores, encima, no les pagaban". Hace un año María sacó a su padre de la residencia El Santísimo. "Mi padre sufría ictus, lo que le hacía caerse continuamente. Cada vez que íbamos a visitarle lo encontrábamos con hematomas por todo el cuerpo. Sin embargo, en la residencia nos decían que no, que no se caía, que todo iba bien. ¡Pero cómo iba a ir bien si su cuerpo decía todo lo contrario!. El se desplaza con un tacataca y para tener acceso a zonas principales tenía que subir unas escaleras con el tacataca de hierro. Si no se caía del ictus, se caía del tacataca... No pudimos aguantar la situación. Con los empleados la relación parecía cordial, pero llegó a tener un econtronazo con uno de esos 'curas'. Mi padre sufre demencia y es posible que en una discusión gritara, lo que no tiene lógica es que este hombre contestara a gritos".

La residencia de El Santísimo está en manos desde el pasado mes de mayo de la ONG Mensajeros de la Paz. El joven director del centro nos explica que no podemos visitar la residencia. "Más adelante lo enseñaremos, pero ahora vamos a esperar a que pase todo este revuelo". Desde fuera se ven unos pocos ancianos paseando, otro que deshace como puede un mendrugo con su boca desdentada, otro que calza babuchas de cuadros de invierno y sostiene una bolsa de supermercado... Desde un lateral observamos los ventanucos que daban luz al viejo manicomio. En la Junta se deshacen en elogios con los nuevos gestores. "Son gente muy seria. Están dando un giro radical a la gestión del centro". ¿Desde hace cuánto tiempo hacía falta este giro?

El cementerio de Medina tiene decenas de lápidas en los que se puede leer "los Obreros de la Cruz ruegan por ti", todas iguales. Los enterradores hablan de ellos como "clientes habituales. Cuando estaban ellos, los del padre Pepe, teníamos dos entierros por semana. Venía el hermano Guillermo con el cuerpo, se realizaba una pequeña ceremonia y punto. Desde que ha cambiado de dueño El Santísimo, hace cuatro meses, no hemos tenido ninguno. Se lo digo en serio, puede mirar el registro. De dos semanales a ninguno".

El nicho 88 no tiene lápida, está cegado. "¿Ahí no hay cuerpo?". "Sí, lo hay. Puede mirar ese nicho y ese otro, y ese...". Giramos la mirada y vemos el cementerio salpicado de nichos ciegos, de tumbas sin nombre. "Sí, muchas veces venían, los metían dentro y se iban. Sería porque el viejecito no tenía dinero para la lápida..." Es en este pequeño cementerio donde reposan los restos de personas que han ido pasando en estos veinte años por El Santísimo. Muchos otros descansan en la fosa común. Ancianos abandonados, dementes cuyas familias buscaban la incapacitación y quitárselos de en medio, habitantes del antiguo manicomio... mucha gente. Mucha gente sin nombre. En este cementerio hierve el olvido.

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