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La Liga muda el foco de interés

  • Las sensaciones, más que los siete puntos de distancia, hacen pensar en el fin momentáneo de la gran dualidad · Villarreal o Athletic animan un torneo que ya tiene al Madrid más cerca del tercero que del líder

Dejándose llevar más por las sensaciones que por la diferencia de puntos, qué se puede decir que no esté dicho ya del título de Liga. En esta carrera, el Real Madrid traga saliva cada domingo y el Barcelona organiza fiestas todos los fines de semana. La jornada ha dejado un rejón de muerte para los de Mourinho, un técnico que se muere de ganas ya de darle uso a su pasaporte. Ha caído en un club -algo más que un club- que no va con su estilo. Y cuando no hay sintonía entre despacho y banquillo se nota en el campo. Ocurrió en el Reyno de Navarra, pero pudo ser en cualquier otro estadio. Ya había dado en el poste con el empate en Almería y la polémica semifinal de Copa en Sevilla lo que hizo fue tapar vergüenzas que amenazaban con asomar.

Y a partir de ahora, ¿qué? ¿Le queda aire al Real Madrid? Su fútbol basado en el físico da síntomas de debilidad y el banquillo, la verdad, se mueve poco con el portugués. El Barça golea y no se cansa porque su fútbol no requiere grandes galopadas y llamadas a la épica. Las carreras de Cristiano y Sergio Ramos no se ven en el Camp Nou, donde el preparador físico ha tenido que tragar aceptando el rondo como ejercicio de carga diaria. Sus jugadores son bajitos y enclenques y no valen para anunciar ropa interior. Los del Madrid sí y en el campo lo pagan.

aire fresco

Y con siete puntos bailando entre primero y segundo clasificados, alguien en el Bernabéu debería haber caído en advertir que ya hay menos (seis en concreto) entre el segundo y el tercero. Comienza desde hoy una nueva Liga, con otra dimensión, con entrenadores que aportan frescura y en la que en un momento dado el Villarreal ha podido pasar de ser el primero en la Liga de los otros a estar el segundo. Una Liga con entrenadores que aportan frescura al campeonato. Un tal Garrido ha batido todos los récords de puntuación de un club que incluso llegó a ser subcampeón con Pellegrini. Su apuesta guerreó con la de Pochettino para brindar un espectáculo futbolístico de los que hace tiempo que no se viven en este torneo. El Espanyol-Villarreal divirtió, emocionó y recuperó el espíritu del fútbol patrio, anestesiado por una dualidad que, por lo visto, va camino de pasar a mejor vida y convertirse en monólogo, al menos en este ejercicio.

El Espanyol fue digno perdedor porque es un dignísimo rival. Es otro equipo que quiere animar esta nuevo torneo, la Liga en la que también quiere decir sus cositas el Athletic, con un Caparrós "hasta el gorro" de que le pregunten si Fernando Llorente va a fichar por el Real Madrid. Su triunfo en la capital del reino, en esa otra acera igualmente convertida de forma constante en fruta escarchada por la prensa que sale del entorno, eleva la moral de los viejos socios de San Mamés. El Athletic ha llegado a su cénit de los últimos años. Final de Copa y Supercopa apartes, con Caparrós en plena exhibición de sus mejores números en sus cuatro temporadas como Jokin, el conjunto bilbaíno frecuenta puestos clasificatorios prohibidos desde la marcha de Valverde.

Y en este nuevo escenario os perdedores tienen nombres propios y sus laureles recientes parecen secarse. Atlético y Sevilla no dan con la fórmula para parecerse a esos equipos que levantaban UEFAS no hace mucho. Y aún menos se encuentra a sí mismo el Real Madrid. Aunque para encontrarse antes sería bueno que se definiera.

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