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josé antonio marina | filósofo

"Estamos inmersos en una diálisis mental colectiva"

José Antonio Marina. José Antonio Marina.

José Antonio Marina. / Ariel

Escrito por

· Pilar Vera

Redactora

LA PARÁLISIS DEL ANIMAL DE CIUDAD. Con 68 ensayos publicados, numerosos libros de texto y un compromiso personal con los modos y maneras de la educación, José Antonio Marina (Toledo, 1939) ha escrito ‘Historia universal de las soluciones’ (Ariel) movido por dos cuestiones: la primera, por qué, si somos tan inteligentes, hacemos tantas barbaridades. La segunda, la incongruencia de ser de la 'polis' sin formar parte de ella:“Todos deberíamos considerarnos políticos y hacemos poco uso de nuestro poder –afirma–. Si únicamente se lo entregamos a los políticos, hacemos concesión de nuestras capacidades”.

–Propone en ‘Historia universal de las soluciones’ crear la Academia del Talento Político. Dios sabe que hace falta.

–Sí, un espacio para desarrollar el talento del gobernante y de los ciudadanos. Hemos de partir del hecho de que, en la vida social, los enfrentamientos son inevitables, pero han de gestionarse con éxito: si el otro es mi enemigo absoluto, lo que quiero es acabar con él. Ahí la política se hace muy implacable, pero hay otra forma de pensar en los enfrentamientos, en formato problema: tú y yo tenemos un enemigo, que es el problema, y hemos de resolverlo, no echarnos a degüello el uno contra el otro. Y lo peor es que el comportamiento absolutamente irracional que hemos estado viendo en política se ha contagiado a los ciudadanos. Y el ciudadano lo único que ve es una pelea de boxeo que a veces le divierte y, a veces, le aburre.

–Bueno, yo no sé a qué juegan, pero desde luego no están en el mismo tablero.

–Y es que no están en mismo tablero, pero creo que es fundamental reivindicar la grandeza de la política, a la que deberían dedicarse aquellos con un especial talento para identificar problemas y buscar soluciones. Porque tenemos problemas muy graves y estamos afrontándolos como una ruleta rusa, con soluciones precipitadas.

–¿Por ejemplo?

–Por ejemplo, el problema del agua: desde cuándo estamos quejándonos del asunto sin emprender una enorme y racional solución a medio y largo plazo. En la educación, tenemos que resolver problemas desde hace 20 años.

–El “todo para ya” viene estupendo para poner parches.

–Es la enorme excusa. Yo me he dedicado toda mi vida a resolver temas muy complejos, pero todos se pueden explicar, a distintos niveles, y si tienes la suficiente paciencia, los puedes comprender, pero tienes que hacer un esfuerzo para comprenderlo. Lo mismo no te lo puedo decir en un tuit. ¿Sabes por qué puse fin a la Universidad de Padres?

–Pues ni idea.

–Surgió ante la preocupación de la gran disonancia que había entre el sistema educativo y las familias, con programas de estudio, ejercicios y lecturas para que los padres fueran acompañando. ¿Qué pasó? Que los padres querían una solución en 140 caracteres, y en general esto no puede ser así: puedes llegar a una conclusión, pero necesitas los ingredientes. Estamos inmersos en una diálisis mental colectiva: nos hemos acostumbrado a que una aplicación nos dé las soluciones y, sin ella, nos desplomamos. Hemos perdido el mapa de nuestra situación pero estamos contentos.

"En cinco años como máximo, deberíamos replantear todo el sistema educativo para prepararlo para la IA"

–Y estamos en el umbral de esto, teniendo en cuenta el salto que ha pegado la Inteligencia Artificial.

–Fíjate, la primera vez que yo escuché hablar del concepto tenía 17 años. Pero luego se paralizó el tema durante veinte años, por límites tecnológicos. Y deberíamos tomarnos en serio el asunto porque en un plazo no mayor a cinco años deberíamos reformular todo el sistema educativo para prepararlo ante esta realidad, porque si no, nos va a inundar. Las grandes investigaciones sobre aprendizaje no se están haciendo desde la psicología, sino en las grandes tecnológicas: saben dónde está su industria.

–Ya, el problema no es la máquina: es la mano tras la máquina.

–A mí me fascina cómo el hombre puede ser tan inteligente y tan estúpido. Tenemos problemas que nos pueden destruir, probablemente sabemos cómo resolverlos pero decidimos no hacerlo. En el próximo libro, de hecho, pretendo desarrollar una vacuna contra la estupidez.

–Ojalá fuera posible.

–Los seres humanos, igual que tenemos un sistema inmunitario biológico, deberíamos tenerlo mental: detectar los antígenos y ser capaces de producir anticuerpos para controlarlos, porque sufrimos un síndrome de inmunodeficiencia social.

–¿Cuáles son los síntomas?

–Pues uno de ellos sería el auge del autoritarismo. Y no ajeno a esto ha sido que el clásico de la izquierda, la lucha contra la desigualdad, ha virado hasta convertirse en un blindaje de la desigualdades identitarias: pero el problema es de conjunto, y se traduce en todo tipo de patologías sociales.

–Nos hemos pasado de frenada con el relativismo absoluto.

–Y con el concepto de irremediable, que también es un virus. Si haces una revisión histórica de todas las cosas irremediables: la esclavitud, el sufragio universal, el voto femenino, el trabajo infantil...

–¿Hemos de tratarnos como adictos para recuperar nuestra capacidad de reacción?

–La idea que tengo es que, por debajo de los grandes cambios históricos, lo que hay es una suma de reacciones individuales. Mira, cuando una persona está deprimida, entre o no medicación, no puedes decirle que tiene que animarse. Tienes que convencerle de que tiene capacidad de cambiar, que lo mismo mañana puede levantarse 10 minutos antes... Así se va luchando poco a poco contra la indefensión aprendida, este mecanismo que nos dice que no podemos hacer nada por cambiar la situación. Eso mismo se aplica a la idea de recuperar nuestro poder político.

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