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Por la Laguna de las Quinientas (y II)

  • Un antiguo humedal en vías de recuperación

El domingo pasado, con motivo del Dia Mundial de los Humedales, iniciamos un recorrido por la Laguna de las Quinientas y su historia. En nuestro paseo de hoy recordaremos las curiosas referencias que esta laguna ha dejado en la cartografía y las fuentes documentales de los últimos siglos y nos ocuparemos de las "décadas negras", en las que fue balsa de vertidos de la azucarera, destruyéndose como espacio natural que, en los últimos años ha iniciado recuperación.

A diferencia de otros humedales que fueron desapareciendo a lo largo de los siglos XIX y XX, la Laguna de las Quinientas sobrevivió mal que bien hasta bien entrado el pasado siglo a las corrientes higienistas y desarrollistas que con desecaciones, drenajes y roturaciones acabaron con buena parte de nuestras pequeñas lagunas.

Eso es el menos lo que se desprende de la cartografía de la zona en la que aparece recogida con diferentes nombres. A modo de ejemplo y sin ser exhaustivos, en un curioso mapa francés de 1842 figura con la curiosa denominación de Laguna de las Monjas, nombre con el que también era conocida, ya que como se ha dicho las tierras de las Monjas del Espíritu Santo, con las que lindaba este humedal, pasaron a formar parte de la Dehesa de las Quinientas. En este mismo mapa aparece junto a ella, perfectamente reconocible la laguna de la Isla, en las Pachecas, que figura aquí con el extraño nombre de "Laguna del Curitango", mostrando en el centro su "isla" o "toruño", peculiaridad geográfica que "bautizaba" a este humedal (8). Con la misma forma se recogen también ambas lagunas en el primer mapa provincial de Cádiz, obra de F. Coello en 1868, donde aparece junto al cortijo de Róa la Bota (9).

En el plano de Lechuga y Florido (1897) o en el Parcelario de L. Cepero (1904) figura ya junto a la casa del Cortijo de Las Quinientas, edificada en aquellas fechas. En ese último plano se pone de manifiesto que la laguna se alimenta de las aguas del arroyo de Bocanegra y rebosa a través de otro pequeño arroyo, el de Las Quinientas, que vierte sus sobrantes al Guadalete. Más cerca de nuestros días, en el mapa provincial de 1935, figura también junto a las lagunas de la Isla y Rajamancera que desaparecerían apenas unas décadas después al ser drenados sus vasos para aprovechamientos agrícolas (10).

La primera imagen aérea que conocemos de Las Quinientas es la proporcionada por el Vuelo de 1945-46 en la que se muestra con la actual forma de "pera" y en la que el arado ha afectado ya a un sector de la laguna disminuyendo su superficie, a juzgar por lo que unos años antes, en 1940, nos informa el geógrafo Juan Dantín quien al visitar la zona escribe: "En las terrazas de la izquierda del río Guadalete… se disponen hasta once lagunas endorreicas, unas temporales, como la laguna de las Quinientas (500 m. de diámetro) a que afluye el arroyo de Bocanegra, seco con el rigor de los calores estivales; otra, a 24 m. de altura, llamada de la Isla (750 m. de diámetro); dos lagunas pequeñas sin nombre…" (11). Pocos años después, el hidrobiólogo Luis Pardo en su monumental Catálogo de los Lagos de España nos ofrece una escueta descripción de Las Quinientas (1948) que se corresponde con la imagen proporcionada por el citado "Vuelo" y con la que en la actualidad presenta: "Localización al S. de Jerez, a la izquierda del río Guadalete y 750 m. de la Cañada Ancha, 1.00 m. al O. de la Laguna de la Isla". Respecto a sus características la califica de y sobre su morfometría apunta que es de, siendo de 450 y 400 m. sus máximas longitud y anchura, respectivamente; con aguas temporales" (12). Como vemos, sus dimensiones han disminuido en apenas una década por efecto de la roturación de sus orillas.

Si en los cuarenta y los cincuenta del siglo pasado, la laguna vería reducido parcialmente su vaso siendo utilizado como tierra de cultivo, sería de finales de los sesenta en adelante cuando recibiría, como veremos, su "golpe de gracia" al ser adquirida por la sociedad propietaria de la Azucarera del Guadalete para utilizarla a través de un emisario, como balsa de vertidos industriales, lo que supondría en la práctica su destrucción como espacio natural. Pese a que su estado de deterioro avanzado, a mediados de los 80 la Laguna de las Quinientas aparece en el primer(13), en el que de los 45 espacios naturales que se mencionan, 14 pertenecen al término municipal de Jerez. Se reconocían así, implícitamente, sus potenciales valores naturales en espera de que en un futuro pudiera regenerarse como ya habían empezado a reclamar los colectivos ecologistas.

Apenas unos años más tarde (1995), los investigadores S. Casado y C. Montes lamentan las amenazas de este humedal y la desaparición de nuestras lagunas señalando, en pasado, que "…sobre sedimentos modernos de origen fluvial… pueden citarse las lagunas de , de la Isla o de las Pachecas, y de Rajamancera, que en el borde meridional de las terrazas del Guadalete, al pie de lomas margosas entre las que discurre la llanura aluvial. La intensa transformación agraria que han sufrido los fértiles terrenos de vega ha desfigurado casi por completo las características naturales de estos enclaves palustres" (14).

A finales de la década de los 60 del siglo pasado, se instalaron en Jerez las fábricas azucareras que, junto a la creación de puestos de trabajo, trajeron también de la mano el grave impacto ambiental de sus vertidos. Una de ellas, la denominada en aquellos años Azucarera del Guadalete, se levantó en el recién creado Polígono Industrial El Portal. La empresa construyó, en terrenos cercanos al río junto a los que se instalaría después la actual Depuradora, balsas de decantación y evaporación para sus vertidos más contaminantes. De la misma manera adquirió los terrenos de la Laguna de las Quinientas para utilizarla como balsa de decantación del agua utilizada en el lavado de la remolacha. Aunque en la actualidad nos escandalice, en plena época del desarrollismo industrial la protección ambiental de los humedales era obviada por los planificadores, por lo que estas actuaciones que hoy resultarían inadmisibles, acabaron en la práctica con la laguna.

Para su adecuación como balsa de vertidos, se construyó un muro que alteró su topografía natural y redujo casi a la mitad la superficie del vaso lagunar, ampliándose también su profundidad hasta casi tres metros. El agua a través de una tubería subterránea que cruzaba el río Guadalete adosada al puente de La Herradura, donde aún pueden verse los restos de aquella conducción.

Como era de suponer, el uso industrial de Las Quinientas y su normal funcionamiento como espacio natural resultaron incompatibles. Desde su transformación en balsa de vertidos se comportó "como una laguna endorreica conteniendo sólo el agua recogida tras las precipitaciones y el aporte de la fábrica, con lo que apenas existía renovación y los contaminantes y nutrientes se iban concentrando" (15). Estas aguas del lavado de la remolacha poseían una alta concentración de materia orgánica, lo que favoreció la proliferación de algas y bacterias. Todo ello, unido a las altas temperaturas veraniegas, coincidiendo con el periodo de vertidos, provocaron desde los primeros momentos "fenómenos de y episodios de , con mortandades en la comunidad de aves acuáticas" (16).

La contaminación de las aguas y de los suelos del vaso de la laguna, donde se iban acumulando lodos tóxicos, afectaron a la vegetación que crecía en el cinturón perilagunar ocasionando la muerte de numerosas aves. Si con anterioridad a los vertidos llegaron a contabilizarse unas 200 parejas reproductoras de 17 especies diferentes, en 2015, cuatro años después de que cesaran, apenas lo hicieron unas 20 parejas de 7 especies, cuando ya la laguna había iniciado su lento proceso de recuperación (17). Especies tan emblemáticas y en peligro de extinción como malvasía, cerceta pardilla o focha cornuda se reproducían en Las Quinientas antes de que la contaminación originara graves episodios de mortandad de aves que llegaron a superan los 2.000 individuos tan sólo en el periodo 2005-2011 (18).

Como es de suponer, esta situación fue denunciada desde el primer momento por colectivos ecologistas, quienes en numerosas ocasiones solicitaron el cese de los vertidos industriales y la regeneración del humedal. Una de las primeras muestras de alarma la encontramos ya en 1984 en una nota de prensa del delegado de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Jerez, Manuel Flores, en la que denunciaba el "atentado ecológico" que suponían los vertidos del emisario de la azucarera (19).

Durante 1988 la Federación Ecologista Pacifista Gaditana (FEPG, que luego se transformaría en Ecologistas en Acción) solicitó a la Agencia del Medio Ambiente la declaración como reserva integral de Las Quinientas pidiendo la paralización de los vertidos y la urgente regeneración del humedal que ese verano mostraba signos de recuperación, ya que en la campaña de 1987 la azucarera apenas había derivado caudales. Ese mismo año llegaron a reproducirse malvasías, produciéndose "el misterios" de esta especie en dos nidos, tal como denunciaban los medios de comunicación. Los ecologistas mencionaban en su informe la capacidad regenerativa de la laguna: "la vegetación es abundante y su riqueza ornitológica es tan obvia que en la primavera pasada llegaron a criar varias parejas de malvasías. Desafortunadamente la falta total de vigilancia propició que unos desconocidos robasen los huevos de esta especie en peligro de extinción" (20).

En los años siguientes, la lucha ecologista por la recuperación de la laguna no cesó. En 1989 AGADEN denunciaba la pasividad del responsable provincial de la AMA, Francisco Blanco, ante los vertidos y la FEPG hacía lo propio con la autorización para que el agua de la laguna pudiese ser utilizada por los agricultores para el riego ante las sospechas de que se mezclaran en Las Quinientas las aguas procedentes del lavado de la remolacha con las más tóxicas procedentes del quentín (21). Con todo, los episodios más críticos se vivieron en 1990. En junio, la FEPG remitía un escrito a la AMA solicitando la "prohibición definitiva de los vertidos". Ante la pasividad de todos, los ecologistas llegaron a cortar el colector de la azucarera y a taponar el conducto por el que los vertidos llegaban a la laguna reclamando la regeneración de la laguna y su calificación como reserva natural. Miembros de AGADEN hicieron una ocupación simbólica de la azucarera pidiendo la clausura del emisario y denunciando que "la combinación de vertidos y de la acción del sol sobre el agua contaminada genera una concentración de sales y sustancias tóxicas letal para la vida". Ese mismo verano se sucedieron los episodios de mortandad de aves y los ecologistas recogieron en la laguna numerosos ejemplares de focha, porrón común, ánade real, cigüeñuela, polla de agua…, denunciándose que la dirección provincial del AMA había excluido esta laguna de los itinerarios de vigilancia de su guardería, así como que los vigilantes de la azucarera retiraban y eliminaban las aves muertas para ocultarlas. A raíz de las denuncias, la CE abrió expediente por esta mortandad (15/8/1990). Ante la falta de respuesta, desde el movimiento ecologista se acusó a la AMA de plegarse a los intereses de la empresa (22).

En 1991 la FEPG, en escrito dirigido al presidente de la C. H. del G., reclama de nuevo la declaración de Reserva Natural para esta laguna y el cese de los vertidos llegando a presentar, en julio de ese mismo año denuncia en los juzgados de Jerez ante un nuevo episodio de mortandad de aves y galápagos. A través de Manuel Gómez de la Torre, parlamentario de IU, la FEPG formuló pregunta sobre la situación de la laguna en la que el entonces consejero de Medio Ambiente, J.M. Suárez Japón informó de las medidas correctoras que la azucarera había empezado a adoptar para reducir la carga contaminante de sus vertidos (feb.1992). El colectivo Albariza solicitaba también en esos años (1993-94) la intervención del alcalde y del delegado de urbanismo de Jerez para el cese de los vertidos toda vez que ya había entrado en funcionamiento la E. Depuradora de A. R. de Jerez que podría asumirlos (23).

Por no hacer interminable este relato, las dos décadas siguientes se repitieron las denuncias si bien, las medidas adoptadas por la azucarera redujeron en parte los impactos. Sin embargo, desde un tiempo a esta parte, las cosas han cambiado para bien, hasta el punto de que puede afirmarse que la recuperación de la Laguna de las Quinientas como espacio natural es sólo cuestión de tiempo. Tras los acuerdos hace unos años entre la entonces Azucarera Ebro y la Consejería de Medio Ambiente, se cambiaron los protocolos de actuación en materia de vertidos reduciendo drásticamente la carga contaminante. Sin embargo, esas medidas no eran suficientes y en el año 2012 se firmó un nuevo convenio de colaboración, por el que la empresa solicitó y recibió de la administración andaluza un fondo de 42.035 euros a través de las Ayudas a la Biodiversidad. Las obras de restauración ambiental que se llevaron a cabo permitieron eliminar el emisario, el vaciado del humedal, la retirada de fangos del vaso lagunar, el cese de los vertidos y la progresiva naturalización de este espacio, lo que ha traído como consecuencia el cese de la mortandad de aves (25).

En la actualidad, con una superficie de 12 has., su cubeta presenta hasta 3 m de profundidad, poseyendo en sus orillas una incipiente orla de vegetación en la que predominan los tarajes, carrizos y juncos. La recuperación de este enclave natural requerirá un largo periodo de tiempo, sin embargo, resulta esperanzador que ya en 2015, en el último censo de aves acuáticas realizado en la laguna de las Quinientas, se hayan contabilizado 20 parejas de 7 especies distintas que han conseguido reproducirse: avoceta, chorlitejos chico y patinegro, ánades azulón y friso, cigüeñuela y pagaza piconegra (26). Ahora que esta laguna ha empezado a funcionar como un enclave natural, libre ya de las aguas y los fangos contaminantes, esperamos que, si las lluvias acompañan, vuelva la vida a sus aguas y como sucedía con anterioridad a 1969, muchas especies de aves saquen adelante a sus pollos en este paraje cercano al Guadalete y a la Bahía de Cádiz. Esperamos eso y que pueda ser visitada por la ciudadanía a través de visitas concertadas o de "jornadas de puertas abiertas".

En 2015, cuando se presentaron oficialmente las actuaciones realizadas, los medios de comunicación reconocieron como en la recuperación de la laguna, junto a la Consejería de Medio Ambiente y la empresa azucarera, habían jugado un papel fundamental los ecologistas. Juan Clavero, portavoz de Ecologistas en Acción resumía en aquella visita la lucha de tantos años: "es una alegría celebrar el Día Mundial de los Humedales con la recuperación de uno de ellos, porque en los años 80, cuando se convierte en una balsa de decantación, la fauna no desaparecía, sino que moría sistemáticamente. Gracias a las denuncias y a la colaboración de la Azucarera podemos ver esta imagen, una laguna nueva, con aguas limpias, con poca vegetación porque tendrá una regeneración natural pero que tarde o temprano se convertirá en una zona de enorme importancia ecológica. Creo que lo que hay que aprender de estos conflictos es (27).

José y Agustín García Lázaro

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