El camino siguió ayer por la senda de la normalidad excepto por la anécdota protagonizada por dos romeras que se extraviaron a las tres menos diez de la tarde en Marismilla y fueron localizadas casi dos horas después con síntomas de deshidratación y un cuadro de histeria una de ellas. Las dos fueron trasladadas en helicóptero hasta el hospital de campaña de la aldea almonteña y precisaron que se encontraban “bastante lejos” del lugar donde se perdieron, por lo que si hubiera llegado la noche su búsqueda se hubiera complicado. Durante todo el tiempo que ha duró el dispositivo de búsqueda la Benemérita pudo mantener contacto telefónico con ellas después de que se desviaran del camino que sigue la hermandad. En su búsqueda trabajó un helicóptero de la Guardia Civil, cuatro ‘quads’, diez agentes en vehículo todoterreno y otros seis en motos todoterreno.

Por lo demás, los romeros disfrutaron de una jornada en la que las altas temperaturas, gracias o por culpa del levante, volvieron a ser protagonistas. El tema más recurrente sigue siendo si hay menos gente este año, algo que es una realidad sobre todo en las hermandades que preceden a la de Jerez, donde la disminución de vehículos se está haciendo notar. La parte positiva de esto es la comodidad a la hora de circular por las rodás. Y ayer fue éste el signo más explícito en la jornada en la que habitualmente hay muchos parones para que las comitivas rocieras que van por delante dejen espacio suficiente para avanzar. El campamento se levantó de forma relajada y sin prisas. Fue el habitual día de tránsito entre una jornada larga, duro y hasta cierto punto tediosa, la del miércoles, y la de hoy mismo que también se caracteriza por el largo trayecto a cumplimentar. Cada año es más claro que la idea de la actual junta de gobierno de adecuar cada etapa para hacerlas más racionales en sus distancias, es algo que en cierto modo respondería a la lógica más aplastante, aunque en esto intervienen otros factores como la coordinación con las hermandades que Jerez tiene por delante, junto a otro factor como es el de la tradición. Desde Marismilla hasta la Casa del Guarda, al lado de Carboneras, donde se paró para pasar la noche. Atrás volvieron a quedar el Cerro de la Raya o del Trigo, el paraje más atractivo del día.

También se echó el largo rato del rengue de almuerzo donde la gastronomía del camino, Cada año que transcurre, pone de manifiesto que venir de romería al Coto no es incompatible con disfrutar de la buena cocina aunque venga a medio preparar desde Jerez. Curiosamente, el plato estrella y el más elegido fue la cola de toro en cualquiera de sus versiones. Antes de llegar al Cerro, hubo que superar la llamada Cuesta de la Leche, cuya denominación no se sabe muy bien a qué obedece pero seguro que proviene de la jerga rociera, porque la loma de arena es ‘la leche’ para superarla. Su inclinación pone a prueba a las mulas y a los conductores de los todoterrenos que tuvieron que pasarla no sin dificultades para algunos con los vehículos más pesados como los tractores. Las Carboneras fue el lugar de pernocta, un espacio que realmente no es cómodo y que se caracteriza por una arena o tierra oscurecida, dicen que por el picón que antaño se preparaba. Este es el motivo del nombre del entorno, las Carboneras, aunque ese paraje queda un poco más adentro. Se tuvo que descartar por indicaciòn del propio Doñana, al estar rodeado de un denso bosque que en el caso de incendio daría muy pocas vías de escape a la gente. Los dispositivos sanitarios y contra incendios se volvieron a ver en el tránsito de las hermandades sobre todo ante la meteorología tan propicia a la propagación del fuego con el viento de levante y el calor. Un viento que estuvo muy presente en la Marismilla pero conforme la comitiva avanzò hacia el interior, éste fue desapareciendo para dejar el protagonismo más absoluto a las altas temperaturas.