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Cultura

"Ojalá le quede al flamenco un cuarto de hora"

  • El cantaor jerezano habla del rodaje del filme 'Calzoncillos de chocolate' y del nuevo montaje de la compañía de María del Mar Moreno, mientras reflexiona sobre las "injusticias" que hacen que el arte jondo se desangreANTONIO MALENACANTAOR

Cuando momá Malena entró en la habitación de sus cuatro hijos, que dormían en sus camas con sólo unos calzoncillitos para escapar del pegajoso calor veraniego, estaban pringados de un espeso chocolate que les cubría buena parte del cuerpo. El mayor de los hermanos trincó dos o tres duros de la cartera de la madre y compró a hurtadillas el manjar para comerlo entre todos a la salida del colegio. Pero la cosa se alargó. Y los churretes se apoderaron de las caras y los torsos de los cuatro hermanos, que acabaron finalmente siendo delatados. Hubo tal riña que se oyó en toda Picadueñas Alta. Varios años más tarde llegaría el concurso en la mítica -e irrepetible- serie Rito y geografía del cante, doliéndose por seguiriyas, con sólo nueve primaveras, junto al toque ya por aquel entonces inconfundible de Moraíto Chico.

De la humilde anécdota infantil que cuenta Antonio Malena surge Calzoncillos de chocolate, el proyecto cinematográfico que coproduce el propio cantaor de Santiago junto a la californiana Eva Ma, a quien conoció en unas clases de cante que impartió en San Francisco. En ese encuentro didáctico en Norteamérica surgió una amistad que ha desembocado en un aventura fílmica que parte, como se ha dicho, de esa anécdota y va directa al meollo del misterio jondo, retratando desde el nomadismo calé (con la escena del desembarco de una familia de gitanos rumanos) hasta las reflexiones, como en una especie de flashback, sobre el flamenco y la vida de la abuela de Antonio, emparentada con la familia de 'los negros de Ronda', nacida en Arcos aunque ligada posteriormente a las grandes ramas flamencas de la vecina localidad de Lebrija.

"No nos importa demasiado el tiempo, pero nos gustaría que se hiciese realidad cuanto antes", comenta Antonio Malena en alusión al parón actual que sufre el largometraje por motivos económicos. "Hemos solicitado todo tipo de ayudas, pero sin esperanzas de recibir nada, el que no tiene padrino aquí no se bautiza", deja caer en una mezcla de rabia y resignación. Paladeando el oloroso, el cantaor habla con entusiasmo de la película y cuenta que "la banda sonora está compuesta íntegramente por cantes de Antonio Malena: soleá, alboreá, malagueñas, bulerías, martinetes... La queremos llevar a festivales de Japón, Francia, EEUU, y distribuirla en cines y DVD". Ejecutado el 50% del proyecto, Malena y Eva Ma buscan ahora ayudas para financiar el resto del metraje de una historia ambiciosa, que no se limita sólo al documental jondo clásico sino que quiere presentar y escenificar, además, los entresijos del universo de los flamencos como etnia y su sensibilidad y arte ancestral.

Entretanto, el artista jerezano ya prepara un nuevo espectáculo con su compañía, que es también la de la bailaora María del Mar Moreno, "a quien tengo en un altar, es muy especial". "La idea es estrenarlo el año que viene en el Festival y el espectáculo tiene eso que pide Villamarta y que piden el resto de teatros y festivales: un poquito más, algo que no se quede sólo en el baile, cante y toque", abunda Malena desenvolviendo el alma del proyecto lentamente. Y revela: "Creo que María quiere volver a cantar algo de copla, que lo hace fantástico, y a lo mejor metemos una orquesta y montamos la escena de Morena clara, cuando están en la reja, ¿te acuerdas de aquello?"

Hablando de 'Jerez Puro', el cantaor echa la vista atrás y rememora las recientes actuaciones que han llevado a la compañía a Oriente. "Mira que llevamos cosas vividas y que he estado yendo tres veces al año a Japón durante diez años, pero lo de hace un par de meses en Kuala Lumpur... Fuu, eso ha sido maravilloso, inolvidable; lo del Cristiano se queda en pañales, te lo digo de corazón". Malena saca de su mochila de Los Simpson un carné del Hotel Hilton de Malasia donde se hospedaron en la última escala de Jerez puro, lo muestra, sonríe y sostiene: "No veas los niños (se refiere al resto de integrantes de la compañía, como su hijo, el guitarrista Antonio Malena; el también tocaor Santiago Moreno; el cantaor Manuel Malena; y las hijas del Mono (la Mibe y Rocío), cuando se enteraron de que con el carné podíamos beber y comer gratis... durante cuatro días no pararon". "Fue inolvidable. María y yo, al final de la actuación, firmamos autógrafos en colas y colas de aficionados... Bueno, en la rueda de prensa teníamos lo menos 30 periodistas y 20 fotógrafos, todo fue impresionante". "Es increíble que allí tengan tal devoción por el flamenco y que aquí nos cueste tantas fatiguitas que nos reconozcan por lo menos los poderes públicos", se queja en voz alta.

Antonio Malena tiene al pronto más pinta de extravagante estrella del rock que de cantaor cabal por derecho. Una vez más, las apariencias engañan. La jondura de este hombre no se queda exclusivamente en su portentoso metal. Ese poso está en su voz, en su eco, pero también en su pensamiento, en su forma de entender el arte y, por ende, el flamenco. Como merodea los 50 tacos, aunque está claro que no quiere saber nada de la edad, y 30 de esos años los lleva sumergido en el cante, dice estar legitimado para opinar "lo que me dé la gana". "He vivido -relata atropellado- Los cuatro muleros, cantado junto a Tío Borrico, Tía Juana, Terremoto, la Fernanda, Sordera, Camarón... A estas alturas, no quiero saber ya nada del flamenco; sólo me interesa el cante, el baile y el toque a palo seco. Pero hoy en día no se le da el sitio a cada cosa, se mezcla todo". "Soy un gran alumno de Antonio Mairena, me ha enseñado todos los cantes, pero los jóvenes de hoy, salvo excepciones, no escuchan, no respetan", lamenta. ¿Se muere el cante, se desangra? Antonio Malena es tajante: "Ojalá al flamenco le quede un cuarto de hora más, pero se lo están cargando; ojalá la esencia de Jerez nos dure un ratito más, pero nadie se está preocupando por el cante, sólo por los dineros, por el cochazo, por la hipoteca... Lo veo bien pero es una injusticia que el flamenco ya no se respete". Las modas no preocupan al hijo de la Malena, lo que le fastidia soberanamente es eso de llegar y pegar: "Que no le den el sitio que merecen a gente que lleva partiéndose el lomo por esto durante años". Él lo sabe bien. Prueba de lo anterior es el hecho, como botón de muestra, que "nunca he estado en la Fiesta de la Bulería en solitario, ¿es eso posible?", pregunta. Pues sí. Tan posible como que flamencos canten con coros de gospel y mujeres que se saben bailaoras se deslicen semidesnudas por sábanas y videoproyecciones con sabor a trasnochada vanguardia. Malena, con su mochila de proyectos y su ilusión intacta, ya lo sabe: en el burdel de la industria de la cultura, como pensaba Baudelaire, vale casi todo, pero sólo la esencia permanece en el tiempo. "Ojalá al flamenco le quede un cuarto de hora". Aunque sea en su soleá.

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