Programación Guía completa del Gran Premio de Motociclismo en Jerez

Cultura

En las entrañas de la creación

  • Joaquín Grilo estrena esta noche en Villamarta 'Leyenda personal', una nueva vuelta de tuerca en sus 26 años de trayectoria y un espectáculo autobiográfico donde, además, se permite homenajes y reflexiones particulares

La respiración entrecortada de José Valencia inunda el ensombrecido patio de butacas del Teatro Juan Bernabé de la vecina Lebrija. "No te salgas de la luz Carmen..." , demanda con urgencia Sebastián Haro, encargado de la dirección escénica. "Lo hago como si estuviera cansao de verdá...", bromea el cantaor lebrijano. "Cállate José, por favor. Chicos, haced el favor, vamos a estar concentrados", espeta Haro, entregado, implicado e impidiendo cualquier atisbo de relajación en el equipo. En ese justo momento, apenas restan horas para el estreno de Leyenda personal, la nueva producción de Joaquín Grilo. Su nueva aventura imposible, trufada de múltiples vicisitudes, desemboca esta noche, a partir de las nueve en punto, en la áspera madera del Villamarta, "donde me siento como en mi casa", reconoce sin dudarlo el bailaor de La Asunción.

De repente, su hermana Carmen emerge como del tronco de un árbol para cantar por seguiriyas, bajo la cadencia que ofrecen las notas de Juan Requena, joven y brillante guitarrista que se ha hecho cargo de la ambiciosa composición musical del espectáculo. "Seba, ya sé que hay que ensayar, pero esto -se señala a la garganta- se agota, ya no puedo más", lamenta Carmen antes de mirar a su hermano Joaquín con gesto de complicidad, como implorando de una vez por todas que le ofrezca un respiro. Y el hermano mayor, raudo, le responde: "Vamos a hacerlo de arriba a abajo, otra vez, y mañana descansamos... Si es que todo va bien".

Caras de póker entre el equipo, se 'masca' la tragedia por momentos. Paquito González improvisa a la percusión junto a Valencia y Martín Leiton, un bajista canario cuyo nombre conviene recordar para el futuro. Primero, malestar general tras una larga sesión de ensayos. Minutos más tarde, resignación. Vuelta al escenario. Una vez más. Que todo esté a punto. "Cuando te encuentras con un artista con el que te compenetras te casas con él. Hay otra gente que me gusta muchísimo, pero con este equipo tengo feeling especial, y eso lógicamente es muy importante a la hora de crear", explica Grilo, que se deshace en elogios hacia el pequeño pero bien avenido grupo de integrantes de su compañía.

Pero no oculta que su centro de gravedad es Nuria Figueroa, la gran mujer que trabaja a la sombra del bailaor jerezano, su mujer y también bailaora. En el escenario, en visible avanzado estado de gestación, su embarazo es doble: vital y artístico. Junto a Haro, anota en una pequeña libreta todo el material pendiente, cualquier detalle de la producción, para que no se escape y llegue a tiempo al gran estreno de esta noche. Incansable, Grilo ha querido con Leyenda personal rendirle tributo. A ella, y a otras tantas mujeres que, como ella, se desviven por sus familias, por hacer emerger los sueños, los propios y los ajenos.

"¡Odio el flamenco!", bromea con voz apesadumbrada Joselito de Lebrija. Pero no lo piensa más y sube al escenario rápidamente. Y repite todo desde el principio. "Venga, vamos, de arriba a abajo, los cantaores no os esforcéis esta vez tanto...", recomienda Haro, tras probar afanosamente luces y sonido con los técnicos. Suenan los compases iniciales, surge en las tablas una proyección de imágenes de infancia.

"Mi mujer me dice muchas veces que me voy a volver loco, muchas veces me acuesto y no duermo, estoy bailando y haciendo ritmos…". Grilo regresa al escenario, tras unas diez horas de trabajo, fresco como una rosa, con una asombrosa capacidad para entrar y salir del papel que interpreta: el suyo propio. De pronto mete los pies como un ciclón que, al instante, se interrumpe para preguntar si la luz es correcta o su posición es la adecuada. Que no falle absolutamente nada. Es casi su única obsesión ante el que será el quinto espectáculo que estrena en su Jerez natal.

No obstante, Grilo es como un espejo y su ímpetu creador rápidamente se manifiesta: "Hay muchas ideas ya en los cajones para invitar y tener contacto con más gente. Uno ya piensa en el próximo hijo. ¡Ojo! Que no quiere decir que no disfrute con esto, disfrutas plenamente de este proceso creativo, pero en el cajón hay cosas almacenadas". Su grupo de artistas le sigue sin resuello sobre el escenario. Ya habrá tiempo para descansar, hay que seguir limando el espectáculo.

Valencia cantiñea, masculla la seguiriya para no forzar sus cuerdas vocales. Bromista como siempre, se deja algunos tercios por el camino. "Estoy agotado, se me ha acabado la batería", nos ha comentado unos momentos antes. Joaquín ya lo considera imprescindible en sus montajes. "José, por ejemplo, es un tío al que le encanta el teatro, la poesía, la literatura, que puede interpretar lo que le eches, tiene una capacidad espontánea increíble… Son personas que no puedes obviar en tus propuestas". Y mira a su hermana Carmen. Y decide quedarse a bailar con los dos.

"Cuando me cantan, de verdad que llegan a un punto de mí ser en el que hay una compenetración, amistad, armonía, bienestar... Es lo que realmente se busca de un equipo, que salgamos al escenario y vayamos a una y toda esa energía fluya, creo que es cuando surge realmente eso que se llama duende. Éste se basa en la concentración y no hay más". De nuevo, Grilo se concentra, en simbiosis con su gente, para ofrecer lo mejor de sí mismo, el único modo de forjar las leyendas más auténticas y memorables.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios