La revolución, eso tan romántico que tantos muertos y hambrientos deja a su paso, ha visto cómo uno de sus máximos adalides, el comandante Fidel, ha dejado este mundo. Pocos símiles tan acertados hay como el de la muerte y su guadaña. Una vez que pasa sobre la hierba, es decir sobre nuestras cabezas, a todo el mundo iguala y rasa. De nada vale ser el más rico del cementerio porque los gusanos, ya se sabe, sólo entienden de materia orgánica, esa rica proteína vegetal o animal de la que se alimentan. Se nos va Fidel como antes lo hicieron con finales más honrosos personajes como el 'Che' Guevara, que de forma acertada o errónea, murió defendiendo los ideales en los que creía a tiro limpio. Fidel Castro dicen que se nos va al otro mundo con una serie de hijos que ni le dirigían la palabra y con un patrimonio de 900 millones de dólares en el banco. La revolución bien entendida empieza por uno mismo. Hay que reconocer que esto de las revoluciones tiene su encanto, sobre todo si eres tú quien las lidera.