Programación Guía de la Feria de Jerez 2024

Alberto Núñez / Seoane

Hablando de hablar

Utilizamos la palabra desde que comenzamos a ser conscientes. Avanzamos por el camino que el lenguaje nos ofrece, a medida que nuestra madurez se conforma. Podemos empezar a darnos cuenta de la insustituible función de las palabras, cuando la vida nos ha permitido existir lo suficiente como para sabernos necesitados de saber. Al fin, supongo, cuando La Parca ronde nuestro lecho confundiendo el alba con el atardecer, cuando las manetas del reloj marchen en sentido contrario al de las manetas del reloj, cuando los segundos sean más largos que las horas, cuando no haya más tiempo para perderlo; entonces será, una vez más, la palabra la despedida, como fue el saludo cuando el aire mancilló nuestros vírgenes pulmones, como fue nuestra inseparable compañera en el tiempo en el que se nos regaló vivir, como fue nuestro consuelo y desconsuelo a la vez, en los momentos felices y en las interminables lunas de no ansiada soledad.

Nuestro entorno está hecho de palabras, sin ellas seríamos incapaces de realizarnos como seres humanos. Todo pasa por la palabra. La usamos para hacernos sentir, para transmitir nuestros sentimientos, para mostrar nuestra pena o alegría, para manifestar nuestro criterio, para comunicar nuestros deseos. La utilizamos, incluso, para sabernos vivos.

Cuando meditamos, cuando tomamos decisiones, cuando lloramos o reímos; no hacemos sino hablarnos a nosotros mismos. Nada del mundo en el que somos sería posible sin ella, sin la palabra.

La desidia, la obsesión, la compulsión o el automatismo comportamental, modifican la función para la que la palabra es. Las humanas carencias -heredadas, adquiridas o aprendidas- pueden, en ocasiones bastantes frecuentes, servirse del lenguaje para provocar daño. De igual modo que la palabra nos es, no sólo útil sino imprescindible para nuestro desarrollo como seres inteligentes, "la circunstancia" puede, de hecho así es, trastocar esa finalidad de modo radical.

Sin profundizar en la cuestión -merecería todo un tratado de psicología-, el uso de la palabra es un referente, bastante preciso, de la inteligencia efectiva de una persona. Hablar parece gratis, pero no lo es, ni mucho menos. El manejo del lenguaje es un claro indicativo del modo con el que la persona que lo utiliza construye su "sistema inteligente".

De los dos tipos de inteligencia con los que contamos, el consciente y el inconsciente, tan sólo podemos interactuar con el primero de ellos. De la capacidad con la que podamos establecer las reglas para que su funcionamiento se amolde a la consecución de nuestro deseo de felicidad, dependerá el éxito de nuestra inteligencia y, el modo más directo de intuir por donde pueden ir las cosas, es calibrando el uso que las personas hacen de la palabra.

Cuando hablen, piensen que lo que en realidad están haciendo es decidir qué es lo que quieren decir y que lo que prefieren callar. Todo importa porque nada queda para nosotros solos. Nuestro mundo está hecho así y es así como hay que aceptarlo-

No hablen por hablar, además de una estúpida pérdida de tiempo, ni se imaginan las consecuencias que ello les puede acarrear.

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