'Me Too'

Hace falta mucho coraje para contarlo por el riesgo que conlleva: quedarse marcada para toda la vida

La mayoría de mujeres violadas, víctimas de abusos sexuales o acosadas en el trabajo en España no se atreven a denunciarlo. La cuestión es ¿por qué? Tal y como están discurriendo los hechos podemos adivinar que no vayan a seguir haciéndose públicas valientes revelaciones como las de Belén Rueda, Aitana Sánchez-Gijón, Leticia Dólera, Carla Hidalgo, Ana Gracia, Luisa Martin, Maru Valdivieso y, poco más, en proporción de lo que los despachos esconden. Hace falta mucho coraje para contarlo por el riesgo que conlleva: quedarse marcada para toda la vida, sucia, ganándose la enemistad de la profesión con el riesgo de no ser contratada y tener dificultades para ejercer tu carrera.

Se ha recurrido a recuperar una entrevista, de 1981, en la que Pilar Miró denunció que los señores querían ligar con ella permanentemente. Contaba que, además de molestarle mucho, todo se lo hacían más complicado. Pasaban a no hablarle o hacerle directamente la guerra. Y no pasó nada. No se produjo ningún movimiento solidario. Igual que ahora. Se escucha a quienes confiesan haber sido víctimas de acoso tragando saliva con el presunto deseo de que, pronto, el tema pase página.

Para lograr acabar con la cosificación de la mujer estábamos esperanzadas en un contagio masivo de la campaña americana Me Too. Numerosas actrices estadounidenses que están haciendo publicas sus trágicas experiencias son admiradas. La diferencia estriba en que allí denuncian lo sufrido delatando al acosador que lo confirma públicamente y la justicia actúa. Contaron cómo, cuándo, dónde y quién: Harvey Weinstein, James Toback, Oliver Stone, Kevin Spacey y Dustin Hoffman, Bill Cosby, Polanski, Bill O'Reilly, y otros.

Aquí, no se dan nombres. Sólo he leído dos casos: el catedrático de la Universidad de Sevilla Santiago Romero y el ex secretario general de Radio Televisión Valenciana Vicente Sanz. ¿Por qué? Porque ante el escándalo nadie las apoyaría. Porque habrá quienes pongan en duda si pudo evitarlo. Porque hay cobardes que le restan importancia. Porque las deja tocadas psicológicamente toda la vida. Como la joven violada supuestamente por la manada, quien disimulaba llevar una vida normal evitando ser la chica violada en San Fermín. Porque en España son víctimas y en América, heroínas. Hay algo terrible aún: una machista cultura ancestral sostenida en el poder que continúa en manos del hombre y éste mantiene, en muchos casos, el sentido de la superioridad. La mujer requiere del firme apoyo de compañeros, empresas, prensa y la sociedad española para poder publicar nombres y poner fin al acoso.

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