Programación Guía completa del Gran Premio de Motociclismo en Jerez

Provincia de Cádiz

"Sentí un gran alivio al ver que había salvado a la pequeña"

  • "Mi sensación fue de trabajo realizado", relata el policía que auxilió a la menor en San Fernando

"Sentí un gran alivio al ver que había conseguido salvar a la pequeña", dice Santiago al rememorar el susto del pasado miércoles 19 de julio. "Estaba en el Burguer King de San Fernando con mi familia. Cuando ya me iba, observé en la mesa de al lado que algo pasaba", relata el policía. "Dos señoras se levantaron alteradas y gritaban pidiendo auxilio mientras zarandeaban a una niña de aproximadamente tres años que se había atragantado. Se apreciaba que le faltaba oxígeno. Incluso se le notaba ya la cara lánguida".

Al ver que la madre y la abuela no lograban socorrer a la niña, el agente decidió actuar. "Le practiqué a la pequeña la maniobra de Heimlich", explica. Se colocó detrás de la menor, la abrazó haciendo fuerza con la mano y el nudillo en la zona abdominal y practicó así un semi gancho de arriba a abajo para que el aire del estómago subiese. Si hay un tapón que obstruye las vías aéreas, esa operación sirve para intentar desatascarlo.

"Al principio", continúa Santiago, "por miedo a ocasionar daño a la niña, no apreté y la táctica no funcionó. Pero entonces aumenté la fuerza y la niña volvió en sí. En ese momento sentí una especie de subida adrenalina y más tarde, el alivio de haber conseguido salvarla. Porque aunque en el vídeo parece que todo sucedió muy rápido, a mí se me hizo largo".

Salvada la niña, el agente y los familiares de la menor intentaron averiguar con qué se había atragantado. "Normalmente suele ser la propia comida que se ingiere lo que ocasiona que alguien se atragante. Quizá la niña la expulsó durante la maniobra o bien la tragó ya de manera correcta".

El recuerdo que Santiago tiene del momento anterior a salvar a la niña es el de verla "lánguida y pasando a estar inerte". Aunque no recuerda "con firmeza si era la sensación correcta".

"Luego ya la niña braceó, se movió y lloró", dice, "pero hasta entonces yo tenía en mis brazos un muñeco. No me tranquilicé hasta que vi que volvió en sí. Uno lo intenta pero no siempre salen bien las cosas. Esta vez sí".

"Intenté calmar a la madre", prosigue Santiago, "pero estaba muy nerviosa. El padre se quedó en un estado de shock, no reaccionaba, no era consciente. Salieron los empleados del burguer y lo atendieron y le ofrecieron una tila. La que creo que era la abuela de la niña estaba con las ideas más claras y se quedó a cargo de todo. Mi sensación fue de trabajo realizado. En ningún momento me identifiqué, no caí en hacerlo en ese momento porque lo prioritario era la niña. Yo no quería incordiarlos más".

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios