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Provincia de Cádiz

El largo viaje desde el dolor

  • Familiares y amigos de Rocío fueron trasladados desde Pruna a Cádiz en autobús

Poco antes de las ocho de la tarde un autobús cargado de dolor se detiene ante el tanatorio de Cádiz que alberga el Instituto Anatómico Forense. Permanece así unos largos instantes, sin que nadie salga de su interior. Los ocupantes no se mueven de sus asientos. Hasta que lo hace el padre de Rocío. Es un hombre enjuto pero fuerte, con la piel de agricultor quemada por el sol. Según toca tierra, le fallan las rodillas y le sujeta uno de sus familiares. Se recupera y, con el aplomo que puede, lidera una comitiva de jóvenes que los abuelos de la víctima cierran. Es una procesión angustiosa, venciendo la escasa distancia que les separa del tanatorio abrazados y muy lentamente. Más de dos horas dentro de un autobús para enfrentarse al hecho inevitable. Al cruzar las puertas del tanatorio, esa desolación concentrada estalla. Se escuchan gritos y preguntas, o solo una pregunta, que es por qué.

En el interior les espera Alberto, el novio de Rocío, y su hermano y sus padres. Poco antes Alberto ha intentado decirnos algo de Rocío y el llanto le ha ahogado. Alberto, con sus dieciocho años, estudiante de Biología en Sevilla, ha buscado el consuelo en los brazos de su madre. "No puede... figuraos el golpe que ha sido para él. Rocío era una chica estupenda, muy buena estudiante", dice su hermano. Lo de Alberto, vecino de Olvera, y Rocío, de la cercana Pruna, fue un amor del último verano. "Llevaban seis o siete meses", dice el padre de Alberto, que mira a su hijo con una pena infinita.

Rocío tenía las ideas claras. Terminar este año el bachillerato y marcharse a estudiar a Sevilla, con Alberto. Lo cuenta uno de sus primos, aproximadamente de la misma edad, que llora en la calle mientras da caladas compulsivamente a un cigarro. "Nos hemos criado con ella. Pruna es muy pequeño, es como si casi todos fuéramos familia. Y este golpe... ahora pensar en esa ausencia que nos queda". Y se desahoga maldiciendo repetidamente. "Estaba sentada con su prima, también se la podría haber llevado a ella, pero no... no quiero pensar en eso". Dentro, el suelo está agujereado de miradas. Hay silencio. El silencio de un mundo, el de todos los pasajeros de este autobús, que ha cambiado para siempre.

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