Martes Santo

Serenidad ante las dificultades

  • Las hermandades del Martes Santo decidieron permanecer en sus templos ante los inciertos pronósticos. Elogios cofrades a la madurez de la decisión

La Semana Santa es como la vida. El hecho de que los jóvenes (los más proclives a ello) lloren porque su hermandad no sale porque afuera llueve está directamente relacionado con nuestra existencia. “Esa decisión, a veces incomprendida, de que la cofradía no sale nos viene a demostrar que no todo en esta vida es satisfacción inmediata. La espera y la renuncia, muchas veces, nos hacen adultos y nos suponen un mayor disfrute del futuro, aunque para ello por desgracia haya que llorar”.

La teoría no es propia. Ojalá. Procede de una charla impartida por el que fuera primer obispo diocesano, monseñor Rafael Bellido Caro, a alumnos de La Salle en los primeros ochenta.

No son palabras dignas de ser olvidadas visto que esta Semana Santa está abocada al agua. Hace ya diez años que, de una u otra forma, la celebración de la Pasión según Jerez se ve afectada por el mal tiempo. Un año más se cumplió aquella superstición popular que señala que si la ceniza del miércoles que marca el inicio de la Cuaresma se moja el cielo llorará sobre la Semana Santa. Así fue.

Durante buena parte del día cofrades y no cofrades buscaron pronósticos meteorológicos, tanto llamando a La Parra como por Internet, para ir asumiendo poco a poco que realizar estación de penitencia a la Catedral era, simplemente, tener ganas de mojarse.

En la red de redes el mayor consuelo se erigía en el servicio meteorológico del Nemoc (más conocido como los ‘meteorólogos de la Base de Rota’), que señalaban una mañana lluviosa y una tarde nublada. Frente a esta posibilidad se  alzaba la radicalmente distinta de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) que cifraba poco antes del mediodía en un 95% las posibilidades de que lloviera sobre la ciudad. Otra página web meteorológica muy consultada fue www.eltiempo.es, que dirige el que fuera hombre del tiempo televisivo José Antonio Maldonado. Los pronósticos que reportaba apuntaban a lluvia fuerte hasta las cinco de la tarde y, a partir de ahí, la más absoluta inestabilidad, el peor de los pronósticos, el de esas terribles dudas que se plasman en el siguiente grafismo: un sol, con nubes grises por delante y, bajo éstas, unas cuentas gotas de lluvia. Resumiendo, podía pasar de todo.

Para los más optimistas, el peor de los datos llegaba desde las vecinas localidades costeras. A las dos de la tarde diluviaba literalmente. Toda nube que pasa por allí acaba indefectiblemente en Jerez. Y así fue.

Decidieron las cofradías no salir. Ninguna. Algo que no sucedía desde hace cuatro décadas, desde los años setenta. Y lo hicieron con la entereza y la firmeza de quien se sabe poseedor de un legado que mantener. “El mayor patrimonio de una hermandad son sus hermanos. Después viene el artístico”, se les escuchó proclamar a un hermano del Cristo del Amor ayer una vez que  dieron a conocer que no saldrían.

Las decisiones valientes rozan, en muchas ocasiones, la inconsciencia. Pequeños penitentes  perdidos, carreras a paso de tambor y desbandada s generalizadas no hacen ningún favor a las cofradías, a la Semana Mayor ni a todo lo que representan.

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