"El cine de destape me perjudicó; acepté los papeles y me equivoqué"
-¿Cómo empieza en el cine?
-Me fui a Madrid para torear y había que buscarse la vida. Trabajé en los albañiles, descargando fruta y pescado en el mercado de Legazpi y de extra de cine.
-¿Aprovechó esa puerta?
-Yo tenía 24 años. Hice de extra en Fortunata y Jacinta. Debe ser la única vez en la historia del cine que alguien empieza de extra y acaba de protagonista. Juan Luis Galiardo tuvo un problema con Emma Penella y lo quitaron de la película, que producía Emiliano Piedra, marido de Emma. Hubo un casting y me dieron el papel de Juanito Santacruz, el marido de Jacinta y amante de Fortunata. Me dieron el premio del Sindicato del Espectáculo, los Goya de la época, al mejor actor revelación.
-¿Y los toros?
-Poco dinero y mucho sacrificio. El cine era todo lo contrario: éxito, dinero, popularidad.
-¿Nunca hizo de torero en una película?
-Es algo que nunca entendí. Son papeles para toreros. Hay muchas películas taurinas, todas fracasos. Anthony Quinn es un actor muy versátil, pero en Santos el Magnífico estaba para matarlo.
-¿Y el torero se hizo galán?
-No tenía ninguna experiencia cinematográfica. Al principio me doblaban la voz porque tenía un acento andaluz muy marcado, pero retrataba muy bien, y eso cinematográficamente se valora.
-Vivió el boom del cine del destape: mucha cama, poca ropa...
-A mí me perjudicó el cine del destape. Era un dinero fácil, las películas no tenían ninguna complicación, y en lugar de renunciar a esos papeles, los acepté. Me equivoqué. Las protagonistas de esas películas no eran los actores o las actrices, eran los cuerpos de éstas. Después de años de represión y censura, querían verlas desnudas y a la gente le daba igual el guión. Fueron ríos de dinero. Juan Luis Galiardo también era galán, pero emigró a México y volvió convertido en un actor de carácter.
-¿Quiénes sobrevivieron?
-Los cómicos. Alfredo Landa hizo muchas de esas películas, pero lo bordó en Los Santos Inocentes. José Sacristán es un actor inconmensurable; o Paco Rabal, que se convierte en un gran actor cuando se quita el peluquín.
-¿Usted fue a Perpiñán?
-Como todos. Y también a París a rodar Españolas en París con Ana Belén. He hecho 53 películas, algunas tan buenas como Triángulo, con Nuria Espert, que en España no se entendió mucho, o Clara es el precio, de Vicente Aranda, el debut cinematográfico de la Miss Universo Amparo Muñoz.
-Hoy sería impensable, por políticamente incorrecta, una película como Las Ibéricas...
-Fue un invento de Masó, que hizo Las colocadas y dirigió esta historia de once famosas jugando al fútbol que tenían once novios famosos. Mi novia era La Contrahecha, una bailarina guapísima.
-¿Cine, teatro o televisión?
-El cine te da dinero y prestigio; la televisión, popularidad; y el teatro, el placer de ser actor.
-¿Le tocaron los buenos años de la televisión?
-No hice ningún Estudio 1porque en esa época creé mi propia compañía de teatro con la actriz Mari Paz Pondal y con su marido, Fernando Pereira.
-¿Por qué tardó tanto tiempo en volver a su tierra?
-He ido por toda Andalucía, pero a Sevilla hace treinta años que no venía. Con Un inglés de Gibraltar, que hicimos en un teatro que ahora es un bingo. Y un año antes, en 1982, vine con Isabel Pantoja, que era actriz, cantante y empresaria de Tengo 22 abriles, un éxito apoteósico en el que traía a Martes y Trece y Chiquetete.
-Actor, empresario. ¿Y dramaturgo?
-Escribí un drama, La corrida, pero no está el país para dramas. Ganas de reír es mía. He escrito guiones de películas y poesía.
-Casi nunca falla en la salida de Triana al Rocío...
-Sólo dejé de ir cuando estaba en la Universidad y me coincidía con los exámenes.
-¿Qué carrera hizo?
-Derecho, pero sólo hasta cuarto. Yo quería ser torero, no abogado. De mi curso eran Ana María Ruiz Tagle, Amparo Rubiales, uno de los Pérez Royo. Veía a Felipe jugando al dominó en un cafetín.
-¿Dónde le cogió la muerte de Franco, detonante del destape?
-En Italia, rodando El taxista de señoras, españolada a la italiana.
-¿Cómo se presenta el verano?
-No es buena época para el teatro en Andalucía. La gente se va a la playa. Nos vamos al Norte. Es una obra muy andaluza, pero gusta muchísimo en el norte. Llevamos cuatro años seguidos yendo a Noja, un pueblo de Cantabria.
-¿La crisis es la nueva censura?
-Ahora vas a taquilla y te la juegas. Además habían acostumbrado a la gente a ir gratis al teatro.
-¿Volverán los cómicos de la legua que reflejaba Fernán Gómez en El viaje a ninguna parte?
-Un retrato maravilloso del año catapún, pero esta época es parecida. Ahora ni llenando el teatro ganas dinero.
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