Paco Cepero

"Ahora busco riqueza espiritual, no ganar dinero con canciones facilonas"

—El otro día le concedieron un nuevo galardón, esta vez el Premio Demófilo. ¿Para qué sirven tantos reconocimientos?

—Para motivarme, me hacen sentir vivo. Que me reconozcan significa que sigo estando de actualidad y mi música, y forma de entender el toque, sigue interesando. Cuando vea que no intereso, me retiraré y soñaré con lo que he hecho. Mientras Dios me lo permita, y mis manos, seguiré. Mi ilusión sería morirme con la guitarra. No tengo otra escapatoria, mi vida está unida a ella.

—Los médicos le han prohibido el tabaco, el alcohol, le han impuesto una dieta estricta... Eso sí, la guitarra ni tocarla, ¿no?

—(Risas) Me pueden quitar de lo que quieran menos de ella. Los años te dan tendinitis, hepicondinitis... Te dan sobrecargas de tantos años encima, pero mientras tenga la mente como ahora mismo no me hace falta correr, que es de cobardes. Cuando compongo algo y lo siento dentro, ya tengo bastante. Si encima lo que creo transmite a los demás, pues gloria...

—50 años de carrera artística dan para mucho, pero parece estar en su mejor momento.

—Es que lo estoy. Nunca he tocado con la sensibilidad que toco ahora. Estoy ilusionado conmigo mismo. Me veo que tengo más tiempo, otra forma de pensar, más madurez, más quietud... Por un lado, la edad te quita fuerza a nivel físico, pero te da mucha fuerza interior y mental. Ahora no estoy al 100%, pero doy más que antes.

—Tres años después vuelve al Villamarta, ¿qué siente? ¿qué veremos en estos 50 años de leyenda?

—Es como un sueño. Quiero tratar de reflejar todo lo que ha sido mi trayectoria artística. El público verá lo que Paco Cepero lleva dentro. Voy a tocar temas de Abolengo, temas clásicos y ‘sorpresillas’ que quiero dar. Además voy a tener en el escenario a artistas invitados como Mercedes Ruiz, Elu y Juan Antonio Tejero. Según me vaya encontrando...

—¿Con qué se queda de ese medio siglo de trayectoria?

—Con todo. Mi primera vida de acompañante me sirvió para poner los cimientos;la época de composición también me dio mucho éxito;y al volver hace doce años a Jerez y reencontrarme con mis raíces fue reencontrarme con el tiempo que de algún modo perdí componiendo canciones.

—Entonces, ¿considera esa etapa un tiempo perdido?

—Hombre, cuando me dediqué a la composición dejé a un lado la guitarra; y me ha costado la propia vida recuperar el sitio que tenía. Estaba olvidado. Hace siete u ocho años, Paco Cepero como guitarrista estaba olvidado. Tenía mucha fama como compositor y productor pero como guitarrista, sin darme cuenta, había dado de lado a la guitarra, que era mi vida. Dejé de ir a festivales, me aparté del flamenco y eso me ha pasado factura.

—¿Yya ha recuperado su sitio?

—Lo sigo recuperando. Estoy en el buen camino pero me faltan escalones para llegar al ático.

—Medio siglo después, ¿ha llegado ya la obra cumbre?

—No. Estoy luchando para conseguir una gran obra musical, que tenga el sabor Cepero, el sabor andaluz, pero que sea sinfónica. La quiero dejar como legado que muestre todas las etapas por las que he pasado:acompañante, compositor y solista. Dejar una obra que muestre todo aquello de lo que me he enriquecido durante mi carrera.

—¿Abolengo ha sido su disco más redondo?

—Nunca le preguntes a un padre cuál de sus hijos es más guapo. De pura cepa, por ejemplo, me abrió las puertas en esta última etapa como concertista;y Corazón y bordón también sonaba muy jerezano...

—Pero cada vez es más exigente cuando entra en un estudio.

—Quiero que la guitarra suene natural, olvidarme de las redes que envuelven el sonido y que hacen que pierda naturalidad. Como llevo toda la vida metido en la mina, ya sé de quién rodearme.

—¿Qué le queda por aprender?

—Cada día descubro cosas nuevas. Morirás aprendiendo porque esto es algo infinito. Puedes aprender detalles incluso de alguien que empieza.

—¿Ya no quiere saber nada de componer canciones?

—Ahora sólo guitarra. Cuando me piden canciones... Ya no estoy yo... Ahora quiero centrarme en sentirme a gusto conmigo mismo y buscar la riqueza espiritual, no ganar mucho dinero con canciones facilonas. Nunca me paré a pensar, y ahora me preocupan otros temas: el ser humano, la sociedad que nos rodea y cómo podemos, cada uno desde nuestra parcela, ayudar para acabar con esta deshumanización.

—¿No se plantea impartir clases?

—Estoy en ello. Me encantaría compartir toda la experiencia acumulada durante tantos años con gente ya experimentada. Aquí hay muy buenos maestros y tampoco quiero quitar el sitio a nadie.

—¿Echa de menos trabajar de noche y dormir de día?

—La noche me ha enriquecido en vivencias, pero vivir el día a día como una persona normal te da un equilibrio que no tenía antes.

—En su dilatada etapa de acompañante, ¿con qué artista se ha sentido más a gusto?

—Siempre me he sentido bien con quien tenía al lado, aunque unos me llegasen más que otros. Me tachaban de que yo iba al lucimiento, pero jamás he molestado a un cantaor. En el momento en que él tenía que respirar yo metía una falseta, y alguna vez me aplaudían, pero sin molestar. Si de algo he presumido en mi carrera es de haber dejado huella como acompañante.

—¿No cree que los jóvenes guitarristas quieren ir directamente al concierto sin pasar por la etapa que curte al tocaor, como es la del acompañamiento?

—Eso sí es verdad. En la vida hay que tener paciencia. Hoy se aprende con más rapidez, se tienen más medios, pero esto es una carrera y hace falta un aprendizaje y un bagaje. En la guitarra hay que partirse las uñas acompañando desde el principio.Yahora todo el mundo quiere empezar con conciertos. Yo eso lo estoy haciendo al final de mi vida. Hay que enriquecerse, aprender y crear tu propio lenguaje, tu propio estilo.

—Lo que no se le puede negar a Paco Cepero es un lenguaje guitarrístico propio e inconfundible.

—Sí hombre. Nunca he perdido el sabor. Hoy se toca la guitarra mejor que nunca. Hay un abanico de guitarristas jóvenes extraordinarios, con una técnica perfecta, con todo el conocimiento de armonías..., pero creo que el sabor flamenco se está perdiendo y es una auténtica pena. Todos rinden pleitesía al flamenco y nosotros nos estamos yendo con el enemigo. Siento envidia sana viendo a la juventud tocar, pero les diría que pusieran mayor atención y no perdiesen el sabor flamenco.

—En todo caso, hace cuarenta años Diego del Gastor ya decía que la guitarra había que sentirla, no simplemente ejecutarla. ¿No cree que el debate de lo viejo y lo nuevo es una polémica eterna?

—Es verdad, es verdad... Eso sí, nosotros corríamos mucho pero seguíamos preservando el sabor flamenco. Los guitarristas de nuestra generación hemos marcado una pauta:había técnica pero con sabor. Ahí están Paco (De Lucía), Sanlúcar, los Habichuela, Enrique de Melchor... Se me olvidarán tantos...

—¿Le quedó algo por decirle a La Paquera, en cierto modo su madrina artística?

—ALa Paquera le sigo agradeciendo que me echara una mano, como a todos los que me la echaron, aunque ella fuese realmente la primera. Me quería mucho y yo a ella también, le tenía mucho respeto.Todo lo que tenía de fuerza y carácter lo tenía de bondad. Es un ser irrepetible, como tantos que ha dado Jerez.

—La gente está acostumbrada a ver a Cepero como una persona de a pie, lejos de esos artistas endiosados. ¿Ha aprendido a convivir con el éxito en este tiempo?

—El éxito es una nube y éstas pasan. La clave es tener los pies en el suelo, pues lo mismo que existe el éxito existe el fracaso. Lo importante es saber perder, y en la calle uno tiene que quitarse el traje de artista y no creerse el rey del mundo. Me siento una persona muy normal.

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