Festival de Jerez

Ana Morales, de cuerpo presente

Ana Morales, bailando al son del arpa de Ana Crismán en el Villamarta.

Ana Morales, bailando al son del arpa de Ana Crismán en el Villamarta. / Miguel Ángel González

Ana Morales no ha dudado en hacer spoiler con el título de su último espectáculo: Peculiar. El encuentro artístico que ha convocado para este aquelarre estaba compuesto por una nómina de artistas singulares y nada sospechosos de juntarse en un mismo escenario, como son el músico contemporáneo Miguel Marín, la arpista flamenca Ana Crismán, el cantaor utrerano Tomás Perrate y los bailaores Julia Acosta y Antonio Molina ‘El Choro’.

Peculiar ha sido un ejercicio de confianza entre los artistas presentes, de hecho, la propia bailaora explicaba que el 70% del espectáculo estaba compuesto por una improvisación pactada. Peculiar se desarrolla sin hilo argumental y sin una estructura muy definida, más bien pequeñas piezas o rituales que sirven para distintos encuentros entre este elenco. Los artistas se entrelazan entre ellos pero no terminan de ir al unísono, más bien es como si se juntaran en un mismo espacio temporal y decidieran compartirse entre ellos, pero manteniendo cada uno sus propios límites. Dice Ana Morales como cierre de la primera pieza: “El que se queme que se sople”, quizás una declaración de intenciones de lo que está por venir. Ella va a hacer uso de su total libertad sobre las tablas.

Peculiar es un espectáculo imponente en varios sentidos, y el mayor de ellos reside en el estado de concentración y éxtasis en el que observamos a Ana Morales. La bailarina catalana ha recurrido en los últimos años a su propia experiencia para contar sus espectáculos, pero esta autobiografía ha pasado de ser un ejercicio de memoria a convertirse en una búsqueda más corporal e intelectual. En Peculiar hemos visto conciencia en cada pieza y un cuerpo, el de Ana, que a ratos se hacía transparente, y podíamos ver a una artista en meditación profunda con ella misma y con sus compañeros de escena.

Tomás Perrate tiene un cante telúrico que ha acompañado bien al espectáculo, en especial en esa saeta por martinete que regala al comienzo. Ana Morales aprovecha este tránsito místico para recrear una especie de piedad de Miguel Ángel y un descendimiento de Caravaggio. Ana Morales ha querido realizar un espectáculo con muchas texturas musicales, que se han escuchado en la guitarra de Rycardo Moreno (presente a través de música en off), percusiones que recordaban a África, el arpa flamenca de Crismán y cantes en varios idiomas, incluido el idioma gutural. La pieza de danza proyectada tenía música del compositor Raul Refree, productor de artistas como Silvia Pérez Cruz, Rosalía o la banda sonora de La Mesías.

Peculiar es sumamente sutil en la búsqueda de la emoción, huye del efectismo y de los artificios y sus anclajes hay que buscarlos en otros lugares al que tradicionalmente nos proponen los espectáculos de flamenco. Es cierto que para los que vimos a Ana Morales en Sin permiso, canciones para el silencio (2019) o En la cuerda floja (2022), se puede llegar a anhelar el hallazgo de una artista que había encontrado un lugar sublime desde el que contar su propia verdad. Ese derroche emocional ha cambiado en Peculiar y ahora Ana Morales se encuentra inmersa en otro tipo de creación artística, más colectiva y experimental. Antes el público era capaz de entrar en el proceso de sanación de la artista, en su búsqueda de equilibrios entre opuestos; ahora asistimos a un nuevo proceso de crecimiento. Y para este crecimiento, Ana Morales mantiene la fuerza interna de un árbol en un huracán.

Ana Morales, que también es una amante de la palabra y una gran lectora, ha dado mucha presencia a las letras, que a veces eran un recital in crescendo hasta llegar al cante. Un amor que es más fuerte que la vida y más fuerte que Dios. Reflexiones sobre la muerte y los cuerpos han llenado también de contenido textual al espectáculo. “Cuando bailo me olvido de la muerte”. Así ha bailado Ana, de cuerpo presente y matando a la muerte.

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