XXIV Festival de Jerez

Cantes como puñales

David Carpio, durante su actuación.

David Carpio, durante su actuación. / Manuel Aranda

Era la una y cuarto de la madrugada del sábado y David Carpio comenzó a acordarse de los cantes por bulerías de Alfonso de Gaspar y Gaspar de Utrera, un registro poco habitual en él hasta ahora. El compás de Chicharito, Javier Peña y Carlos Grilo marcaban el tempo con las palmas, y Carlos Merino controlaba la discreta percusión.

Manuel Valencia y Diego del Morao capitaneaban el escuadrón con las guitarras, y qué dos guitarras. Sube al escenario el admirado Manuel Liñán, el público vibra y David, a pecho descubierto, interpreta la copla ‘Tres Puñales’ para entre todos dibujar una estampa impagable haciendo soñar al respetable con las entrañas más ricas de lo jondo.

Antes, el de La Plazuela había realizado un recital en el que tocó más de diez estilos de cantes. Completo y conocedor, David consiguió en su esperada cita en González Byass el propósito de dar un paso contundente en su carrera en solitario. Este polifacético artista ha mostrado en la última década sus distintos perfiles en el escenario, acompañando el baile de nombres como Mercedes Ruiz o Andrés Peña, en el formato recital clásico con el acompañamiento aquella vez en 2011 de Moraíto, o presentando su último trabajo discográfico titulado ‘Con la voz en la tierra’ en una versión contemporánea de la pureza.

Pero la actuación de la pasada noche tuvo una carga especial porque David mostró su propio ser sin barreras, llegando a conmover su autenticidad. Tal como es, así quiso presentarse en una noche esperada por muchos y que se fueron de González Byass tocando palmas por bulerías. Más de una hora y media de recital cargado de matices sonoros muy sabrosos que hacen del cantaor un ser inquieto y dinámico que no pierde sus raíces pero que lucha por conocer los rincones del flamenco. Abrió plaza por cantes primitivos, sin acompañamiento de ningún tipo. Su metal de bronce conquistó pronto en esa ronda de tonás, romances (versión flamenca de Zaide) y alboreás.

Continuó, ya sí con el acompañamiento musical, por serrana , coronada con la cabal de María Borrico y con el baile de Liñán. Salió más pronto de los esperado dejando destellos de genialidad sin igual. David, camaleónico, concedió espacio a su invitado para que recogiera los aplausos del público. Por malagueñas, dedicadas a su madre, acudió a los tonos bajos de su poderosa garganta mostrando su lado más íntimo, susurrando prácticamente el cante. Seguidamente interpretó la asturiana flamenca o montañesa para dar paso a las frescas alegrías. No se puede dudar del grado de responsabilidad del artista con los suyos y con él mismo, pues en su repertorio busca y rebusca en los tesoros escondidos. Taranto y jaberas, para seguir con la guitarra de su “compare” Manuel Valencia, un guitarrista de enormes cualidades y firmes sonidos.

Valencia invitó a Diego del Morao para que éste, con ese halo de genialidad que lo caracteriza se entonara por tangos con miradas a Triana. Entonces llegó la seguiriya, en la que Diego rememora la mejor versión de la guitarra de Jerez, esa que guarda todo el misterio de la transmisión. “Viva tú y tu pare”, dijo David, antes de gustarse en el macho ‘Dolorosa mía’ con el que hirió y levantó el vello. Había tiempo aún para las bulerías para escuchar, cortitas y con peso, y para las bulerías del final donde ocurrió lo que contábamos al principio de estas líneas. Público en pie y dos fandangos valientes para despedirse. Bueno, bailó Chicharito para poner la guinda al pastel.

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