Jerez

Crónicas de un hospital

  • Un recorrido por los primeros años de lo que fue la residencia sanitaria 'General Primo de Rivera' de la mano de algunos de los profesionales que vivieron aquellos emocionantes y complicados inicios

Jerez tenía hace 50 años una población de 150.124 habitantes y un hospital público, el de Santa Isabel de Hungría, que hoy en día muchos de los que lo conocieron lo describen como "un hospital de campaña", totalmente obsoleto. Nada que ver con la entonces flamante residencia 'General Primo de Rivera', que abriría sus puertas en mayo de 1968, una efemérides que el hospital de Jerez celebrará durante el próximo mes. Nos acompañan en esta mirada atrás a cinco décadas de existencia ex trabajadores que estuvieron en aquellos inicios como Andrés del Castillo Cárdenas (personal de mantenimiento), Lina Martínez González (auxiliar de Enfermería), José Rubio Marín (enfermero), otros que se reincorporaron unos años más tarde como Ángel León Lara (hematólogo) y ya también jubilado y algunos que aún forman parte de la plantilla como Juan José Pirla (médico) y Eloísa Robert (administrativa). Todos ellos son miembros de la comisión que se ha creado para organizar los actos del aniversario, bajo la coordinación de Patricia Niebla, jefa del Servicio de Atención Ciudadana.

La historia comienza con la primera guardia que se hizo en la residencia el día 29 de mayo, estando como médico residente el doctor Joaquín del Molino Fernández, quien en la conferencia que ofreció con motivo del 30 aniversario del hospital, recordaba cómo la primera paciente ingresó a las doce de la noche con una amenaza de aborto. La segunda paciente fue también una mujer embarazada, procedente de Setenil, y cuyo parto, en este caso, sí se llevó a término. El tercer ingreso de aquella primera noche fue asimismo por una amenaza de aborto.

El hospital había abierto con 168 camas y muy pocas especialidades, apenas Tocología y Pediatría pero en el mes de julio ya se incorporó Cirugía, Ginecología, y posteriormente Traumatología, Medicina Interna, Otorrinolaringología, y Oftalmología. En los primeros meses ni tan siquiera existía un área de Urgencias, el paciente entraba directamente al servicio que le correspondiese. Cuenta Andrés del Castillo que incluso en los despachos de los jefes de servicio se habilitaron camas, porque allí entraban los enfermos cuando llegaban. Pero a pesar de las limitaciones, Andrés recuerda que "cuando vimos las instalaciones nos parecieron una maravilla, con esas habitaciones compartidas sólo por dos personas, que no existían en el de Santa Isabel".

Andrés entró a trabajar en el hospital antes de que abriese sus puertas, en febrero de 1968, en esos meses previos en los que el personal de mantenimiento se ocupaba de los últimos preparativos. En aquellos primeros años la comunidad religiosa de las Hijas de la Caridad se encargaba de la gobernanza del centro hospitalario, sobre todo de la coordinación de Enfermería. Las hermanas tenían su residencia dentro del hospital, con la superiora sor Teodora Rojas al frente.

José Rubio, que había estudiado Enfermería, se acuerda de que había entonces un condicionante y es que en esta categoría sólo podía entrar personal femenino y él tuvo que esperar a 1971 para poder incorporarse a la plantilla. "Yo hacía prácticas en el hospital de Santa Isabel y allí conocí a la que sería mi mujer. Ella se colocó antes en este hospital y la destinaron en Medicina Interna. Total, cuando entro yo me llevan también al mismo servicio. Llevaría unos dos meses y llega a oídos de sor Teodora que éramos novios, ¿cómo?, dijo y me mandó para Pediatría, nos separó lo más lejos posible".

La plantilla de la residencia, como fue conocida durante mucho tiempo, era entonces limitada. "Éramos como una familia, íbamos a las bodas, los bautizos, se invitaba a todo el personal". El doctor José Luis Ucha fue su primer director. "Su mujer era enfermera aquí, se casaron y todo el mundo fue a la boda", relatan.

El accidente de El Cuervo

El trágico accidente ferroviario en El Cuervo, el 21 de julio de 1972, puso a prueba la capacidad de respuesta de un hospital que estaba dando sus primeros pasos, y en el que ya empezaban a hacerse patente las necesidades. El ferrobús Cádiz-Sevilla, a la salida de la estación de El Cuervo, en dirección a Lebrija, chocó violentamente con el tren expreso procedente de Madrid. Murieron 79 viajeros y resultaron heridas 103 personas. A todos los que en aquel momento formaban parte de la plantilla del hospital se les quedó grababa aquella jornada. "Eso fue la guerra -relata Andrés- Estábamos muy poca gente y con las carencias que había, todo el personal, hasta el de mantenimiento, atendíamos a los heridos, muchos en el suelo. Los traían en camiones y tractores. Vinieron a ayudar los soldados y la Guardia Civil y muchísima gente que quería donar sangre, con unas colas enormes que se formaron. Me acuerdo que un regimiento de Artillería trajo mantas y como no había ambulancias, el transporte público se llevaba gente". La auxiliar de Enfermería Lina resalta, no obstante, que todos se volcaron en la ayuda. "El personal que estaba librando o de vacaciones se vino para aquí".

Lina se acuerda especialmente de que en aquella época nadie quería que su familiar muriese en el hospital y cuando médicamente no quedaba nada por hacer se lo llevaban a su casa. Sin casi ambulancias, prácticamente sólo las de Cruz Roja, "al enfermo moribundo se lo llevaban en un taxi", subraya Andrés.

"Yo recuerdo un abuelo que murió aquí y el médico llamó a sus hijos y cuando les comunicó que su padre había fallecido, decían: ¿qué? Mi padre no está muerto. Nos echaron a todo el mundo de la sala donde estaba, lo vistieron, lo montaron en un taxi, sentado, un hijo a cada lado. Claro, lo denunciamos, se llamó a la Policía y cogieron al taxi a medio camino de Sanlúcar porque eran de allí", explica Lina. "En Urgencias es que han pasado muchas cosas, las auxiliares hacíamos de todo. Yo pasé por cuatro Urgencias y los primeros años las funciones se repartían entre las auxiliares cuando no estaban las administrativas, que tenían horario de mañana".

El doctor Ángel León se incorporó a la plantilla del hospital en 1974, coincidiendo con la apertura de nuevos servicios y vivió en primera persona las movilizaciones y la presión que desde el año 1976 los propios médicos ejercieron para que el centro se ampliase, hasta que en los años ochenta se abrió el edificio del actual hospital general, unido al Materno Infantil por un interminable pasillo que el personal bautizó como la M-30. "Estábamos absolutamente necesitados de camas para el área que atendíamos y eso significó un movimiento de los adjuntos, de los jefes de servicio, de los jefes de sección, reuniones, ir a Madrid. Se creó una comisión y se tocó a los sindicatos, a las cajas de ahorros, a la Alcaldía haciéndoles ver que la ampliación era una necesidad imperiosa", rememora el doctor Ángel León, que fue jefe del prestigiosos servicio de Hematología, convencido de que Cádiz supuso siempre un freno para las aspiraciones de Jerez. "Aunque el ámbito que atendía este hospital era muy superior al de Cádiz, siempre nos relativizaban: Es que Cádiz, no tiene esto, Cádiz no tiene lo otro, y no lo va tener Jerez". Coincide en esta consideración el doctor Juan José Pirla. "La excusa era: si no lo hay en Cádiz, cómo lo va a tener Jerez y en ese sentido Ángel fue una punta de lanza en el hospital de Jerez consiguiendo un servicio de prestigio".

Ángel León se muestra taxativo en este aspecto. "Yo decía: tengo que ofrecerles a mis pacientes lo mejor que exista en este momento y punto, al margen de lo que me digan los superiores y esa fue la actitud que tomamos. Hubo una serie de servicios que decidimos ir por delante. Aquí en la provincia de Cádiz no hacía nadie Hematología Clínica. Los pacientes con leucemia se tenían que ir a Sevilla y nosotros acabamos recibiendo a todos los enfermos de la provincia". Consecuencia de ese empeño y esa forma de ejercer la medicina fueron muchos de los avances que se consiguieron para el hospital. Ángel León, uno de sus protagonistas, lo cuenta como una anécdota pero fue mucho más que eso, el inicio de los trasplantes de médula ósea en el hospital de Jerez. "En el año 1999 teníamos una paciente con 52 años, y habíamos propuesto su traslado a otros hospitales, entre ellos el Virgen del Rocío, pero nos la rechazaron porque tenía un determinado tipo de leucemia que no querían hacerse cargo. Entonces había una médico de Hematología, la doctora Caballero, que me dijo: Ángel esta mujer se nos muere como no se le haga un trasplante. Teníamos toda la infraestructura que necesitábamos y se le hizo el trasplante. Y ahora pensaba yo: cómo le digo al gerente y a Sevilla que yo he hecho un trasplante en Jerez, cuando nosotros no podemos saltarnos Cádiz. En aquellos años estaba Diego Suárez de gerente y yo entré muy calladito al despacho: Tengo que comunicarte que hemos hecho un trasplante de médula ósea, la mujer ya se ha ido a su casa y está perfectamente. Me contesta: pero qué dices, estás loco, si eso hay que comunicarlo a los Servicios Centrales. Y a partir de ahí ya conseguimos la acreditación para los trasplantes. Quiero decir con esto que se hacían las cosas a base de impulsos, sin que hubiese una coordinación, una planificación, se avanzó gracias los profesionales", afirma no sin agradecer que él tuvo la suerte de "elegir siempre a mi personal cosa que hoy en día no es fácil y he tenido un equipo maravilloso, de todas las categorías".

El doctor Pirla cuenta que los dos primeros ordenadores que entraron en el hospital fueron dos olivetti 286, que llegaron para el servicio de Admisión. Él era entonces médico de admisión y se había incorporado a la plantilla en 1989. "Hubo que reorganizar todo el servicio y cuando vinieron aquellos ordenadores, nosotros mirábamos el ordenador y el ordenador a nosotros, y nos quedábamos igual. Entre mi hermano, que es informático, y yo hicimos el primer programa de admisión y por fin pudimos empezar a saber las camas que había, las listas de espera, todo se fue informatizando a partir de ahí".

Ángel León no quiere pasar por alto la importancia que tuvo para el hospital la creación de la Hermandad de Donantes de Sangre en 1975. El, con otras personas ajenas al mundo sanitario, fue uno de los miembros fundadores. "Antes la donación de sangre era retribuida y eso llevaba un riesgo muy importante de transmisión de enfermedades. Había cantidad de operaciones que no se podían hacer porque no había sangre suficiente. Entonces se creó la Hermandad de Donantes de Sangre para el hospital, pero desde aquí, desde Jerez surtíamos a toda la provincia, porque entonces no había más hermandades. Todo fue posible gracias a una serie de personas que se implicaron en la búsqueda de donantes". La creación de la Hermandad -asegura- permitió que "la actividad quirúrgica del hospital funcionara, que pudiésemos acometer más operaciones y en concreto para nuestro servicio, el de Hematología, fue muy importante. Fuimos además el primer banco de sangre que mandó plasma para su fraccionamiento". Después vendrían los Centros Regionales de Transfusión Sanguínea, y el que correspondía a la provincia instaló su sede en el hospital de Jerez. Desde este centro, que se creó en 1989, se surte de sangre a todos los hospitales provinciales, públicos y privados, y también de Ceuta. Hasta entonces habían sido las hermandades de donantes de sangre las que gestionaban la donación, con recursos evidentemente más limitados. La puesta en marcha del nuevo modelo dejó en manos de los centros regionales (uno por cada provincia andaluza) no sólo la extracción de sangre, sino también su procesamiento, análisis, distribución y también la promoción de la donación, una tarea en la que las hermandades siguen colaborando activamente.

A lo largo de todos estos años, los cambios han sido evidentes, incluidos los organizativos. Los servicios dejaron de llamarse así, para denominarse unidades de gestión clínica. La diferencias van más allá del nombre, explica Ángel León. "El jefe de servicio en aquella época llegaba a través de unas oposiciones, le decíamos a la gerencia lo que teníamos que decirle o pedirle, pero no para nosotros sino para las necesidades que había. Ahora se nombran a dedo. Yo sigo pensando que se debe exigir lo que necesita el paciente. Me cuestiono lo de la falta de medios. Politizar la sanidad no es bueno, la sanidad tienen que tener un presupuesto y ese presupuesto tiene que ir dirigido a que el pariente reciba lo mejor que hay en ese momento. Primero, el paciente, luego los objetivos económicos". El descontento que se observa en la calle no pasa desapercibido para los que en su día trabajaron en el centro hospitalario. "Antes decías que trabajabas en el hospital y era un orgullo", mantiene Andrés del Castillo, defensor a ultranza del trabajo que realizaron y realizan los trabajadores de Mantenimiento, un servicio que vive ahora un conflicto por lo que, entienden, va a suponer su privatización. "Eso es inexplicable. El servicio de Mantenimiento montó la primera unidad de diálisis y nos felicitaron por ello. No entiendo cómo esa valía va a desaparecer".

Patricia Niebla argumenta como causa del descontento los años de crisis y recortes, que afectaron no sólo a los pacientes sino también a la relación de los profesionales con la Administración sanitaria, y que -mantiene- ahora se intenta recomponer. Pero, bueno, esas son ya otras historias de un presente y un futuro por llegar.

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