Adiós a uno de los grandes bodegueros

Detalles del bodeguero diplomático

  • "No puedo cambiar de traje cada día. ¿Qué pensarían mis empleados?"

La Casa Caballero no la fundó ni un inglés, ni un francés, ni un irlandés. La fundó un gallego: Los Cabaleiro, una familia que vino hasta Andalucía al olor del negocio vinatero, que precisaba de su negocio de maderas para las duelas de las botas. Se instalan en Jerez, compran viñedos en Sanlúcar, montan un alambique de destilación y se dedican a la destilación de los vinos de Sanlúcar y Chipiona. Aquello prosperó. La familia se traslada a El Puerto, a la casa José de la Cuesta y John William Burdons, dos nombres ligados a la historia portuense, donde inician la exportación y ventas de cognac dentro del país.

Luis Caballero Florido pertenece a la quinta generación familiar. Su padre, Luis Caballero Noguera, hombre recordado en El Puerto por infinidad de motivos, ocupó la alcaldía de esa localidad de 1952 a 1958. Luis tuvo tres hijos con los que trabajó en del negocio familiar: Antonio, Luis y Enrique, que se lanzaron a la conquista de mercados extranjeros y fundaron en El Puerto lo que todos conocemos como el Molino, la primera fábrica de vidrio, 'Vidrieras del Guadalete', que abastecía las necesidades del mercado norteamericano. Fallecido su padre en 1974, su hijo Luis coge las riendas del negocio que inicia un periodo de crecimiento con el Ponche Caballero y que culminará, en 1990, con la adquisición de de la compañía almacenista jerezana Emilio Lustau.

Tan alto, tan enorme, Luis Caballero mostraba cierto aire inglés, que hablaba a la perfección. De ahí su ironía, su inteligencia y su fino amor, que ayudaron a buscarle un hueco entre los grandes bodegueros. Desde El Puerto, a Caballero siempre le rondaba la idea de poner un pie en Jerez con una marca de prestigio. Conocía el sentido de una marca: "Las marcas, cuando no tienen un alcance ni un conocimiento de envergadura, no son marcas, son anécdotas y las anécdotas no se compran, ocurren. Y estas no son tampoco marcas, son negocio", decía cuando charlaba sobre la compra de las primitivas marcas de Domecq a Osborne.

Caballero apoyó financieramernte a Lustau y lo reubicó en un lugar de prestigio: 22.000 metros cuadrados de las antiguas bodegas Harveys. Tenía el Ponche en lo más alto. Y ahora tenía el complemento que faltaba, el del vino, y además, con marcas estrellas muy codiciadas.

Manuel Arcila Martín se mantuvo al lado de Luis Caballero durante veinte años. Llegó hasta la dirección de Lustau, tras el recordado Rafael Balao, su gran amigo. Lo conoce como la palma de su mano: "Entre 1990, cuando compra Lustau, y 2001, Luis hará una reestructuración del personal sin trauma humano alguno. Odiaba despedir. Y unificó la industria, la parte financiera y la de marketing, pero dejando la entidad en manos de los directivos de Lustau. Así, cada unidad de negocio tenía su propia identidad".

¿Divertido?: "En sus relaciones podía ser irónico y divertido, pero en todo momento el negocio estaba presente. Era un negociador justo, pero eficaz, un emprendedor que no era rentista, que repartía dividendos entre accionistas y la reinversión en la empresa familiar".

Trabajador nato, un ejecutivo en conciencia, no acostumbró nunca de alardear. "Yo no puedo llevar cada día un traje distinto...¡Qué van a pensar mis empleados!"

Jamás dejó el trabajo a un lado. Abandonó en 2008 la presidencia del Grupo Caballero y repetía que, aunque tocase retirada, ni su mujer, Elma González-Gordon ni sus tres hijos le iban a creer. Con la bodega, aunque ausente, estaba siempre al cabo y rabo, y después contaba con varias compañías dedicadas a la explotación ganadera y recursos medioambientales.

Pudo ser diplomático, pero dejó la carrera para dedicarse al negocio familiar. Ha ocupado distintos cargos directivos en el mundo bodeguero y recibido infinidad de premios y reconocimientos, como el de 'Caballero del Vino en Londres'. Sus aficiones favoritas eran la naturaleza y la caza. Luis fue un gran cazador. Mañana miércoles, Luis había organizado una cacería. Ese fue su último detalle. Antes se lo llevó la neumonía.

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