Jerez

El hombre que tuvo un sueño...

  • Recuerdos de Toto Barbadillo, embajador de la manzanilla y 'rey del 'Castillo San Diego' Logró colocar a la bodega en la elite entre las grandes del Marco

...Y que zas, logró cumplir. Era finales de los sesenta cuando Antonio Pedro Barbadillo Romero, Toto, ilustre señor de pueblo, llegaba a Sanlúcar impresionado por unos vinos que había probado en sus viajes por Europa y Estados Unidos. Contaba que eran unos vinos perfectos para acompañar los mariscos y el pescado y que en España no había nada parecido. A Toto, aquel sabor suave le recordaba mucho a los mostos que probaba en su bodega para hacer manzanillas y jereces.

Testarudo como él solo, aquello se transformó en un empeño personal. Comenzó a hacer pruebas y las primeras fermentaciones en una nevera 'Phillips' que tenía en su casa. Las daba a probar y parece que aquello gustaba. Los experimentos continuaron.

En el camino se cruzan los ingleses de Harvey, con quienes firma un contrato de suministro de sus vinos. Eso le obliga a crear en 1975 una planta de vinificación en la pedanía de Gibalbín -que Toto pone en el mapa y donde fue siempre hombre respetado y querido por su labor social con el pueblo- dotada de las últimas tecnologías: Por fin, Toto consigue el vino que quería. Y con valentía, lanza en 1977 la primera edición de vino blanco joven que salió bautizado en la etiqueta como 'vino noble de mesa'.

El Consejo del Vino y las bodegas saltaron como fieras: Se le prohibe que, en las etiquetas, se mencione Jerez, Sanlúcar y todo lo relacionado con el Marco y le impide usar los primeros nombres adjudicados al producto: 'Castillo de Sanlúcar' y 'Castillo de Santiago'. Finalmente, la inteligencia empresarial de Toto acaba con los dos problemas de un solo tiro: El vino se llamará 'Castillo de San Diego' en honor a la calle donde está la bodega y no figurará ninguna alusión a la ciudad donde se hace. Toto argumenta además con documentos que los vinos blancos no son algo nuevo y que ya existían en la zona a finales del XIX.

Aquello funcionó. Se trataba de un vino pionero en todos los sentidos y no se había creado nada parecido en Andalucía. A principios de los ochenta se produce un hecho inesperado que supondrá el espaldarazo al 'Castillo San Diego'. Félix Cabeza, creador de 'La Dorada', prueba el vino y sale tan encantado que lo convierte en 'el vino de la casa'. La verdad es que la aparición de Félix es providencial: Sin Félix, el sueño de Toto no hubiera tomado vuelo y marcado un hito en la historia del vino español. 'Castillo San Diego' se convierte entonces en el vino blanco más vendido del país.

Hasta llegar aquí, el camino fue largo: Todo comenzó en 1821, cuando dos oriundos del pueblo burgalés de Covarrubias, Benigno Barbadilloy Ortigüela y su primo Manuel López Barbadillo, tras veinte años haciendo fortuna en México, se instalan en Sanlúcar y hacen sus pinitos en 1824 en la bodega del Toro.

Don Benigno, hombre emprendedor, imprimió un estilo propio en sus vinos con el que deleitar a cliente y consumidores, exportando por vía marítima al Reino Unido y América gracias a la privilegiada situación de Sanlúcar. 1827 es un año emblemático para Sanlúcar y Barbadillo: Aparece por vez primera la denominación 'manzanilla' en un envío a Filadelfia. Ese mismo año, Barbadillo ponía en la calle su primera manzanilla: 'Divina Pastora'.

Cuando murió don Benigno en 1837, la sucesión se complica: Su viuda, María Dolores Díez Rodríguez casa en segundas nupcias con su pariente y empleado Pedro Rodríguez, que se asocia a Manuel Barbadillo Díez en 1863. Su hijo Antonio Barbadillo Ambrossy crea su propia compañía, que se mantiene bajo control familiar hasta que en 1954 se constituye en lo que hoy conocemos como 'Antonio Barbadillo SA'.

Pero entre medias, hay alguien al que merece destacarse: Manuel Barbadillo Rodríguez, padre de Toto, otro insigne sanluqueño, escritor incansable, autor de más de ochenta obras y gran vinatero. Manuel Toribio lo definió como "un auténtico lider de la vinatería sanluqueña". Día tras día, don Manuel se levantaba al romper el alba y acudía a la bodega junto a su inseparable secretario Paco Gil Cano. Don Manuel gozó de una plácida vejez hasta su muerte en mayo de 1986 a la friolera de los 95 años.

Ya entonces, Toto había cogido las riendas del negocio. Se había licenciado en Derecho, pero su futuro iba a estar ligado al vino: En 1943 había capitaneado la bodega 'Infantes de Orleans Borbón', donde ocupó el cargo de secretario del consejo de administración. Entró también en la política como teniente de alcalde y delegado municipal de Hacienda. Fue además presidente de Williams & Humbert Group, secretario fundador de Caydsa y presidente de Antonio Barbadillo SA y de Pedro Romero SA, entre otros muchos cargos.

Dos 'Totos' insignes siempre hubo en Sanlúcar. El otro fue Antonio León Manjón, otra personalidad que ha dado la tierra de la manzanilla, el poeta tardío de la Baja Andalucía, ganadero, caballista y apasionado rociero, del que Antonio Burgos nos recordaba que cuando se presentó a procurador en Cortes en el Régimen, "para dar a los cursis por la parte posterior, llenó Sanlúcar de carteles que ponían: 'No seas mamón y vota a Toto León".

Pero Toto, el otro Toto, sin restar méritos al poeta, olía a vino en sus dos apellidos: Barbadillo y Romero. Se decía que había nacido sobre las soleras de la manzanilla. Un día la lió parda cuando alguien le llamó 'don Toto' y soltó: "Ni que fuera un siciliano mafioso". Su carácter jovial, ocurrente y divertido, le dotaba de una enorme habilidad para conectar con la gente o entablar relaciones: Toto fue, ante todo, un gran cultivador de la amistad.

Culto, generoso y gran amante de su tierra y de sus vinos, sacaba tiempo para atender a su esposa enferma, Magdalena. Su gran amigo el catedrático Alberto González Troyano me confesaba la singularidad de este hombre, "su curiosidad ilustrada, un sabio, con una vitalidad a prueba de bomba".

Le encantaba la barra, donde podía resistir las veinticuatro horas, convirtiendo la charla de taberna en algo especial. Troyano , precisamente, fue uno de los expertos que refrendaba la idea que mantenía Toto de que la manzanilla había sido siempre el vino de la libertad. Toto contrastó que las ventas de manzanilla aumentaban notablemente en los momentos álgidos de la libertad cívica: en las Cortes de Cádiz o tras la muerte del absolutista Fernando VII. Durante la Constitución de las Cortes de Cádiz, "se produjo una cierta especialización" que hizo que la burguesía prefiriera los vinos generosos, los palos cortados, los amontillados, mientras el pueblo llano "se decantaba por un vino diferente" y eligió la manzanilla. De aquí la creación de la Orden de la Solear -la marca de su manzanilla más popular-, que hizo Toto junto a Juan Carlos Barbadillo en 1979 para recuperar la imagen de una Andalucía Romántica en la que la manzanilla era la bebida que unía a los pueblos.

El 3 de enero de 2005 fue un día triste para Sanlúcar. Inesperadamente, Toto, su Hijo Predilecto y Medalla de Oro a la Defensa de la Cultura Vinícola, que apenas bebía vino y paseaba en bicicleta, dejó de existir en plena madurez de una parada cardiorespiratoria cuando aún le restaban fuerzas suficientes para aumentar su estatura intelectual. José Antonio Hernández Guerrero lo despidió de esta bella manera: "Ha fallecido un sanluqueño versátil, lúcido y hospitalario, un anciano propicio al asombro que, con sus maletas plenas de vida, a veces, jugaba a ser niño".

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