Diversificación del cultivo de la vid en la provincia y el Marco de Jerez

Con los pies en la 'Tierra de Cádiz'

  • En apenas una década, la IGP de vinos tranquilos de la provincia se ha consolidado como la tercera de España. La asociación que agrupa a sus bodegas trabaja en la ampliación de las variedades de uva reconocidas y en la recuperación de otras autóctonas.

Los vinos de la ‘Tierra de Cádiz’ han alcanzado la madurez a muy temprana edad. En apenas una década, la que se cumple ahora desde su reglamentación por parte de la Junta de Andalucía, y cuatro años después del nacimiento de la asociación que la ampara, la Indicación Geográfica Protegida (IGP), mención de calidad que ocupa el siguiente peldaño a las denominaciones de origen, se ha consolidado en el panorama vinícola español como la tercera fuerza viva en vinos de la Tierra, sólo por detrás de los vinos de Castilla-La Mancha y Extremadura, los dos gigantes del ramo. 

 

La Tierra de Cádiz está en pleno auge y prueba de ello es la espectacular evolución de su superficie de viñedo, que casi se ha duplicado en la última campaña para rozar ya las 1.500 hectáreas, y de sus operadores, que alcanzan ya las 16 bodegas frente a las 13 del ejercicio anterior.

Según datos facilitados por la Asociación de la IGP Tierra de Cádiz, pendientes de publicación por el Ministerio de Agricultura, la campaña 2013-14 se saldó con una producción de 58.000 hectolitros y la comercialización de los tintos, blancos y, en menor medida, rosados que ampara la IGP de la provincia, de la que casi el 80% se queda en el mercado nacional, reportó un valor de 14,5 millones de euros. 

 

En la provincia conviven los vinos generosos de Jerez, los tranquilos de la Tierra de Cádiz, si bien la asociación integra en la actualidad a 13 de las 16 bodegas amparadas por esta mención de calidad. Verónica Pérez (de Bodegas Barbadillo), preside la joven asociación, que ya ha entablado contacto tanto con estas firmas elaboradoras que comercializan por libre sus vinos bajo la marca ‘Tierra de Cádiz’ como con otras en ciernes para tratar de aunar fuerzas y tener una sola voz en defensa de los intereses del sector.

 

No hace mucho que los bodegueros asociados se empezaron a mover, por lo que “todo está por hacer”, explica Pérez, quien subraya la buena interlocución que mantiene el colectivo con la Administración autonómica, a la que deben en buena medida la explosión de la Tierra de Cádiz por el impulso a la diversificación de la producción en los peores tiempos del Marco de Jerez, hasta no hace mucho acuciado por la caída de precios derivada del exceso de oferta, es decir, del desequilibrio entre la producción de los vinos de Jerez y sus ventas.

 

Mientras los caldos jerezanos se recuperan del peor bache en su larga historia, sus jóvenes vecinos de la Tierra de Cádiz avanzan a pasos agigantados y elevan nuevas propuestas para ampliar su campo de acción, iniciativas que, según explica Pérez, tienen que pasar necesariamente por la asociación para su traslado a los organismos competentes.

La también responsable de Calidad de Barbadillo detalla que actualmente tienen encima de la mesa sendas propuestas para cambiar el pliego de condiciones por el que se regula esta mención de calidad, la primera para incorporar una nueva variedad de uva, la Gwürstraminer, con la que Cortijo de Jara –otra de las bodegas de la Tierra de Cádiz representadas en la directiva de la asociación a través de Rafael García Angulo, que ejerce de secretario– elabora un vino blanco en coupage con Palomino. 

 

Esta variedad de uva blanca de origen alemán se prodiga poco en la provincia, de momento, y lo mismo ocurre con otras varietales como la Pinot Noir, en este caso tinta y con la que actualmente se realizan producciones experimentales, pero con la que no se ha dado aún el paso para incorporarla al listado de variedades autorizadas –ver la relación de variedades tintas y blancas autorizadas en la tabla anexa–. 

El abanico de variedades se abrió hace un paro de año con  la entrada de la Verdejo –uva con la que se elaboran los afamados blancos de Rueda–, la Riesling – originaria de la región del Rhin–, ambas entre las blancas, y la Graciano y Mollar Cano, en este caso tintas de origen español.

En el seno de la asociación se ha planteado igualmente solicitar la ampliación de la zona de producción de la Tierra de Cádiz para añadir Algodonales a la quincena de municipios que abarca la Indicación Geográfica –ver listado en tabla anexa–.

A juicio de la presidenta de la Tierra de Cádiz, hay que medir bien los posibles cambios porque Bruselas es reacia a modificar los pliegos de condiciones con demasiada frecuencia. Además, por mínima que sea la modificación, la Unión Europea exige argumentarla con los informes técnicos pertinentes.

 

La Junta de Andalucía colabora en la elaboración de estos informes a través del centro Ifapa Rancho de la Merced –hay otros colaboradores, como el jefe de los servicios técnicos de Asaja-Cádiz y viticultor ecológico que elabora un vino de autor en la zona, Peter Maurer–, en el que se conservan los clones de otras uvas del lugar que se perdieron con la filoxera y que ahora se quieren recuperar.

 

Para Pérez, el rescate de estas variedades autóctonas, entre las que hay una uva similar a la temmpranillo, daría mayor valor añadido a los vinos de la Tierra de Cádiz, pero los ajustes presupuestarios de los últimos años en las administraciones públicas dificultan esta labor de investigación, para la que harían falta varios años de vinificación para identificar el tipo de uva con precisión.

Aunque el Castillo de San Diego –de los blancos más vendidos de España– copa las ventas de los vinos de la Tierra de Cádiz, su gran salto va aparejado al impulso de sus tintos y a su alta calidad, de la que dan cuenta las principales publicaciones y guías de vinos. Tintos y blancos, y en menor medida rosados –Huerta de Albalá comercializa el único salido de estos lares hasta la fecha– de esta mención cuenta con una ventaja fundamental, el clima cálido que acelera todo el proceso de producción y elaboración. No en vano, mientras que en las principales denominaciones de origen del país se necesitan años para que los vinos alcancen los parámetros óptimos para su consumo, en la provincia los tiempos para la obtención del color, los aromas y sabores se acortan sensiblemente, al igual que ocurre en Australia o Chile, lo que abarata el proceso sin merma para la calidad.

 

La Asociación de los Vinos de la Tierra de Cádiz empezó a moverse realmente hará cuestión de un año. Entre los proyectos en los que se ha embarcado figura un plan de divulgación y la Indicación Geográfica con la creación de un portal web, para el que ya cuentan con presupuesto y  en el que se ofrecerá puntual información de todo lo que acontezca en torno a estos vinos, sus viticultores y bodegas. 

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