Platón y la Neuropsicología del desarrollo
Educación
Desde que entré en el mundo de la Neuropsicología me acompaña una idea, una emoción… La sensación clara de que el ser humano no empieza en el instante en que nace, sino mucho antes. Llegamos al mundo con un conjunto de disposiciones previas: genética, instinto, destino biológico. No son conceptos místicos; son capas profundas de información que configuran cómo percibimos, cómo reaccionamos y hasta qué consideramos familiar o extraño.
Esta intuición personal siempre me ha llevado a pensar en el paralelismo con el Mundo de las Ideas de Platón. Para él, antes de habitar un cuerpo ya existían formas y estructuras que después reconocemos al vivir. Desde la filosofía, esto hablaba de una memoria anterior. Desde la neurociencia, hablamos de potenciales innatos, circuitos preconfigurados y patrones que la evolución ha afinado durante millones de años. Dos lenguajes distintos apuntando a una misma pregunta: ¿qué parte de lo que somos ya estaba antes de la experiencia?
Al observar la investigación en neurodesarrollo, esta pregunta cobra sentido. Numerosos estudios muestran que los bebés reaccionan ante estímulos biológicamente relevantes -serpientes, arañas, profundidades- mucho antes de poder comprender el peligro. No es aprendizaje: es fobia de especie, un mecanismo heredado que activa respuestas en estructuras como la amígdala y el tálamo sin requerir memoria previa. Nuestro sistema nervioso nace con prioridades.
También se han explorado las reacciones de los bebés ante lo que es ‘típico’ o ‘atípico’ en el entorno visual. Cuando se les presentan patrones con proporciones alteradas, movimientos incoherentes o rostros con distribuciones anómalas, aparece un aumento de actividad en áreas relacionadas con la detección de discrepancias. Sin conocer todavía el mundo, sus cerebros ya distinguen lo que encaja en un orden esperado. La capacidad de reconocer regularidades no se aprende desde cero: se activa.
Todo esto ilumina un puente entre filosofía y ciencia. Platón hablaba de formas; la genética habla de programas. Él afirmaba que recordamos; la biología afirma que venimos preparados. En ambos casos, lo que aparece es la idea de que la mente humana no se construye desde el vacío, sino desde un legado.
La neurociencia nos recuerda que nacemos con predisposiciones; la filosofía nos enseña que nacemos con preguntas. Tal vez la verdad esté en la unión de ambas. No somos únicamente biología ni únicamente pensamiento: somos la posibilidad de transformar lo heredado en destino consciente. Y en ese espacio -entre los circuitos que nos dieron y las decisiones que tomamos- comienza nuestra auténtica libertad.
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